
Que si la política, la nacionalidad española, la Preysler. Las redes sociales se inundaron de Vargas Llosa este domingo. Desde las frivolidades más banales hasta las despedidas más sentidas. Su muerte trajo consigo una muestra de las emociones que él supo construir en las personas, pero también el reflejo de lo que cada quien supo elegir guardar en su mente y en su corazón. Y eso es bastante.
Me corresponde el análisis desde el marketing, pero no puedo evitar también hacerlo desde mi voracidad como lectora. Los comentarios individuales de tanta gente desnudan si fueron capaces de leer 500 páginas o si están leyendo los comentarios de quienes leyeron las 500 páginas. Me quedo con la fuerza del novelista, del premio Nobel peruano, del intelectual Mario Vargas Llosa (MVLL).
De quien supo cambiar la vida de muchos a partir de pluma y tinta, desde “Los Cachorros” hasta “La Guerra del fin del Mundo”. Desde el origen del Internet, las redes sociales se han convertido en un interesante termómetro de la realidad. “El periódico con las noticias de mis amigos”, decía al inicio. Hoy creo que es bastante más que eso. Lo comparo con un espejo social que termina desnudando más de lo que la gente quiere mostrar.
En este caso particular, las redes sociales fueron quienes portaron la noticia de la muerte de Vargas Llosa, para después traer un tsunami de remembranzas, paseos por los recuerdos de tantas personas, las primeras lecturas, los encuentros, las “aquella vez que conocí a Vargas Llosa” con su respectiva foto. Los agradecimientos de quienes nunca lo vieron personalmente, pero fueron tocados por sus historias de manera indeleble.
Mi recuerdo personal se remonta a un restaurante al lado del mar, junto a mi mejor amigo que venía de visita al Perú. “Xime, en la mesa de al lado está Vargas Llosa”, me dijo nervioso y emocionado. Sí, pues. Estaba sentado en una mesa larga con su familia, claramente celebrando algo. Mi amigo no paró hasta que me acerqué a pedirle por favor tomarles una foto juntos, a lo que accedió amablemente e incluso se quedó conversando con nosotros un rato sobre literatura, abandonando su almuerzo familiar. Y por la cantidad de fotos que he visto publicadas en redes en estas últimas horas, así debió haber sido cada uno de sus días.
Por cierto, esa foto fue el fondo de pantalla de mi amigo por años. Elegir leer a Vargas Llosa en la época en donde solo se podía aprender de los buenos libros ha sido un acierto. Elegir leerlo ahora, cuando hay tantas distracciones inútiles, también lo es. No mucha gente lo elige, me parece. Allí podría estar la respuesta a la célebre frase “en qué momento se jodió el Perú”. Durante su discurso de aceptación al premio Nobel, agradeció a su esposa Patricia con las siguientes palabras: “es tan generosa que hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: ‘Mario, para lo único que tú sirves es para escribir’”. Felizmente.