
Las nuevas medidas arancelarias anunciadas por EE.UU. marcan un giro drástico en su política comercial. A partir del 5 de abril, todas las importaciones enfrentarán un arancel base de 10%, con tasas diferenciadas de hasta 54% para socios clave como la UE, China, Japón e India. La administración
Trump ha presentado esta decisión como una defensa del empleo local, encendiendo alertas por su impacto económico y geopolítico.
El efecto en el crecimiento global dependerá de cuánto duren estas tarifas y si provocan represalias. Según lo disponible, en EE.UU. el PBI de 2025 podría caer al rango de 1%-1,5% (desde 2,8% en 2024). Además, se espera un repunte en la inflación de hasta 1,5 puntos porcentuales, lo que complica el panorama para la Fed, que deberá equilibrar entre menor crecimiento y mayor inflación. Pasado el primer año, el efecto desaparece del cálculo inflacionario (por ser una tasa interanual), y gana peso el impacto desinflacionario de la menor demanda.
En los mercados, se anticipan revisiones a la baja de los beneficios empresariales. Las más afectadas serán las exportadoras a EE.UU., grandes multinacionales con cadenas globales y valores cíclicos o caros. En cambio, firmas domésticas, defensivas o con baja valuación podrían resistir mejor.
El dólar muestra una reacción ambigua: mientras la caída de importaciones tiende a fortalecerlo, la incertidumbre y salida de capitales podrían debilitarlo. A diferencia de otros episodios, su rol de refugio no está asegurado.
El mensaje clave para los inversionistas es mantener la calma. Si la cartera está bien diversificada y alineada al perfil de riesgo, lo más prudente es evitar decisiones apresuradas.
Las medidas podrían revertirse si derivan en negociaciones bilaterales. Mientras tanto, conviene monitorear variables reales como ventas, empleo e inversión. La disciplina y una visión de largo plazo serán más cruciales que nunca para navegar la volatilidad y aprovechar oportunidades sostenibles en el mercado.