En el mundo actual, la obesidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1975 esta patología se ha triplicado, posicionándose como la quinta causa de mortalidad global. En definitiva, esta es una condición que no discrimina, ya que también afecta a la población infantil. Un estudio publicado en la revista JAMA Pediatrics reveló que uno de cada cinco niños y adolescentes en el mundo tiene exceso de peso, un dato alarmante que subraya la magnitud de esta crisis y sus profundas implicaciones para la salud física, mental y social de las próximas generaciones.
La infancia, un período crucial de crecimiento y desarrollo óptimo, sin duda, se enfrenta a una gran amenaza, la cual lejos de ser un fenómeno aislado, refleja cambios profundos en los hábitos de vida y las dinámicas familiares. Dietas poco saludables, disminución de la actividad física y el tiempo excesivo frente a las pantallas han transformado la forma en que los niños interactúan con su entorno. Ciertamente, el exceso de peso en los menores no es solo una cuestión estética, sino que está estrechamente vinculado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares, además de que afecta su salud mental debido al estigma social y a una calidad de vida reducida.
La realidad es que, la obesidad no solo afecta el presente de los infantes, sino que los predispone a una adultez marcada por una serie de complicaciones de salud, perpetuando así un ciclo que impacta a las familias y sistemas de salud a nivel global. Según la Federación Mundial de la Obesidad, para el 2025 se estima que habrá 310 millones de personas de entre 5 y 19 años con esta enfermedad; y para 2030, la cifra aumentará a 350 millones.
Por ello, la investigación titulada “Global Prevalence of Overweight and Obesity in Children and Adolescents: A Systematic Review and Meta-Analysis”, liderada por Xinyue Zhang y su equipo del West China Hospital de la Universidad de Sichuan, analizó los datos de 45,890,555 participantes menores de 18 años provenientes de 2033 estudios realizados en 154 países. La publicación concluyó que, entre 2000 y 2023, la prevalencia mundial del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes fue del 8.5%, con un incremento del 50% entre 2012 y 2023. Asimismo, se observó que las tasas más altas se registraron en países de altos ingresos, influenciados principalmente por hábitos alimenticios poco saludables.
¿Cuáles son las causas de la obesidad infantil?
La obesidad es una enfermedad crónica que se caracteriza por la acumulación excesiva de grasa en el cuerpo, la cual puede ser influida por múltiples factores. Según explicó la doctora Lina Alkhaled, especialista en obesidad pediátrica de Cleveland Clinic a Hogar y Familia, los hábitos familiares son fundamentales y determinantes en el desarrollo de la obesidad infantil, pues los niños suelen adoptar patrones alimenticios y de actividad física de sus cuidadores. En otras palabras, las familias que consumen frecuentemente alimentos ultraprocesados o tienen un estilo de vida sedentario, influyen directamente en el desarrollo de esta condición.
Por ejemplo, el estudio asoció ciertos hábitos que contribuyen al aumento de la obesidad infantil, entre ellos el saltarse el desayuno con un 10% de prevalencia en la población infantil, así como también con un 11.9% el pasar más de dos horas de pantalla al día, actividad que ha logrado reemplazar el tiempo dedicado al juego activo y el ejercicio físico y, que a su vez fomenta el sedentarismo y la exposición a publicidad de alimentos poco saludables. Además, este hábito se vincula con un mayor consumo de snacks calóricos, lo que incrementa significativamente el riesgo de esta condición.
Igualmente, la nutricionista Giulianna Saldarriaga señaló que, el uso de dispositivos electrónicos durante las comidas afecta la capacidad de los niños para desarrollar una alimentación consciente, ya que dificulta la percepción de las señales de saciedad enviadas al cerebro, promoviendo patrones de alimentación desordenados.
“Los factores prenatales también tienen un impacto significativo en la predisposición de los niños a la obesidad. En concreto, la obesidad materna durante el embarazo está asociada con un mayor riesgo de macrosomía (peso elevado al nacer), mientras que, el tabaquismo materno puede alternar el desarrollo metabólico del feto, lo que incrementa la posibilidad de presentar problemas de peso más adelante en la vida”, expresó la experta en obesidad pediátrica
¿Qué grupos etarios presentan una mayor prevalencia de obesidad?
De acuerdo a la publicación de JAMA Pediatrics, los niños de 6 a 12 años presentan la mayor prevalencia de obesidad (9.4%). Esto se debe a diferencias hormonales, metabólicas y sociales, pues en el caso de los adolescentes de entre 13 y 18 años, la obesidad tiende a ser menor (6.9%), debido a una mayor conciencia sobre la imagen corporal.
En cuanto al género, según la doctora Sonia Pérez, endocrinóloga del Centro Médico Clínica Ricardo Palma, sede Plaza Lima Sur, las niñas tienen una mayor predisposición a padecer de sobrepeso; sin embargo, los niños presentan mayores tasas de obesidad. Básicamente, como mencionó Alkhaled, esto puede deberse a diferencias en los patrones de actividad física, donde las niñas tienden a ser más activas en actividades organizadas, mientras que los niños pueden estar más expuestos a comportamientos sedentarios. Las disparidades también pueden ser influenciadas por factores socioculturales, como las expectativas en torno a la alimentación y el ejercicio.
¿Cuáles son las consecuencias de la obesidad infantil en la salud?
La obesidad infantil está asociada con múltiples comorbilidades que afectan tanto la salud física como mental. El doctor Carlos Guerreros, endocrinólogo de Clínica Internacional indicó que, entre las más comunes se encuentran la resistencia a la insulina, la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y los problemas metabólicos, como el hígado graso no alcohólico y los niveles anormales de colesterol y triglicéridos (dislipidemia), que incrementan el riesgo cardiovascular. Además, es frecuente la aparición de apnea obstructiva del sueño, un trastorno que afecta la calidad del descanso, al igual que problemas ortopédicos, como dolor en las articulaciones o pie plano.
“El sobrepeso y la obesidad también pueden tener un impacto psicológico significativo en los niños. Las burlas, el estigma y la discriminación por su peso son comunes y pueden provocar baja autoestima, ansiedad y depresión. Algunos niños desarrollan trastornos alimenticios, como comer en exceso por estrés o restringir la ingesta debido a la presión social. Del mismo modo, las experiencias negativas relacionadas con el peso pueden afectar sus interacciones sociales y académicas, limitando su participación en actividades escolares o deportivas”, sostuvo la médico de Cleveland Clínic.
No obstante, el estudio determinó que las enfermedades más reportadas entre los niños con obesidad fueron la hipertensión (28%), depresión (35.2%), asma (18.8%), caries dentales (17.9%) y deficiencia de vitamina D (11.6%).
“Es importante tener en cuenta que, la obesidad infantil tiene repercusiones a largo plazo que pueden persistir en la adultez. En consecuencia, los niños con sobrepeso tienen una mayor probabilidad de convertirse en adultos obesos, incrementando así no solo el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, como la hipertensión o la diabetes tipo 2, sino también de ciertos tipos de cáncer, como el colorrectal y el de mama. Adicionalmente, las complicaciones ortopédicas y metabólicas que comienzan en la infancia, como el hígado graso, pueden progresar y convertirse en problemas graves en la adultez, afectando así su calidad y expectativa de vida”, agregó.
¿Qué señales tempranas pueden alertar a los padres sobre un posible problema de sobrepeso y obesidad en sus hijos?
Los padres deben estar atentos a cambios en el peso y la composición corporal de los niños, especialmente si aumentan de peso más rápido de lo esperado para su edad y altura. Asimismo, es fundamental observar si presenta dificultades para realizar actividades físicas, fatiga inusual y patrones de alimentación que implican un alto consumo de alimentos ultraprocesados o azucarados, ya que son indicadores clave del sobrepeso y la obesidad.
La investigación liderada por Xinyue Zhang también recalcó la importancia de estar alerta si hay problemas emocionales relacionados con la imagen corporal o cambios en el comportamiento, como evitar actividades sociales o recibir comentarios de otros sobre el peso del niño.
¿Cuáles son las medidas de prevención de la obesidad infantil?
La nutricionista recomendó las siguientes medidas practicas para que los padres puedan ayudar a sus hijos a desarrollar hábitos saludables que perduren toda la vida, previniendo enfermedades y fomentando su bienestar físico y emocional:
- Dieta equilibrada: Para determinar un plan de alimentación para los niños es fundamental considerar la edad, el nivel de actividad y las posibles enfermedades de niños. Por supuesto, una dieta equilibrada debe incluir todos los grupos de alimentos para un crecimiento y desarrollo adecuada. Esto implica incorporar una variedad de frutas, verduras, proteínas magras (como pollo, pescado y legumbres), carbohidratos integrales y grasas saludables.
- Alimentos a limitar o evitar: Para prevenir el sobrepeso infantil, se deben moderar los azúcares refinados, el exceso de carbohidratos, como fideos, panes y arroz, y reducir el consumo de sal. Además, es crucial que retrasar el consumo de azúcar de los pequeños hasta los 2 años.
- Hidratación: La hidratación es fundamental para el control del peso y la salud general. El agua debe ser la principal fuente de líquidos, ya que no aporta calorías y favorece un buen funcionamiento del organismo. Por ello, se deben evitar las bebidas azucaradas o gasificadas en la rutina diaria.
- Educación nutricional: Incluir a los niños en la elección y preparación de sus alimentos fomenta hábitos saludables a largo plazo. A través de actividades lúdicas y explicaciones sobre los beneficios de los alimentos, como las proteínas para fortalecer el cuerpo o las verduras para mejorar la visión, los niños internalizan la importancia de una buena alimentación.
- Relación positiva con la comida: Los padres pueden fomentar una relación saludable con los alimentos compartiendo momentos sin pantallas durante las comidas, haciendo preguntas sobre los gustos del niño y evitando temas como el peso o restricciones severas, que podrían generar problemas en la adolescencia.
- Actividad física: Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, los niños y adolescentes de 6 a 17 años deben realizar al menos 60 minutos de actividad física al día. Esto puede incluir jugar en el parque, montar bicicleta o correr. Lo esencial es que sea una actividad que disfruten y que promueva la constancia.
“En casos en los que el niño ya presenta una obesidad severa, es indispensable un enfoque integral y coordinado con profesionales de la salud, como pediatras, nutricionistas y psicólogos. El tratamiento suele incluir un plan de alimentación personalizado que enfatice alimentos frescos y nutritivos, junto con un programa de actividad física adaptado a las capacidades del niño. El apoyo psicológico también es crucial, ya que muchos niños con obesidad enfrentan estigmatización o problemas emocionales. Cabe destacar que, en casos extremos, bajo estricta supervisión médica, pueden considerarse intervenciones más avanzadas, como programas especializados o incluso tratamientos médicos para abordar complicaciones derivadas de la obesidad. Sin embargo, lo más importante es actuar tempranamente para prevenir los problemas de salud a largo plazo”, aseguró Lina Alkhaled.