Jueves, Diciembre 26

No se puede ver “Yana-Wara”, en cines desde el 4 de abril, sin pensar lo injusto del fallecimiento del cineasta Óscar Catacora durante el rodaje. Una peritonitis fulminante no atendida a tiempo se lo llevó el 21 de noviembre del 2021. No es descabellado pensar que en un país con adecuada infraestructura, con más y mejores hospitales y caminos, habría sobrevivido. El productor Tito Catacora, tío de Óscar, asumió la dirección y completó la película; así, ambos comparten el crédito de dirección. Con un estilo algo distinto, pero con la misma meticulosidad en fondo y forma, Tito Catacora retomó la historia de Yana-Wara (Luz Diana Mamani), niña que pasa por una desgracia tras otra, y cómo su abuelo, desde una complicada posición, hace todo lo posible para ayudarla.

Antes que nada, esta es una película sobre espíritus malignos. “Para nosotros el mundo andino es un mundo dual; si hay espíritus benignos entonces también están los espíritus malignos. Ese era nuestro interés”, contó Tito Catacora en entrevista con El Comercio. Pero estos espíritus no son solo una creencia como podría pensar alguien que vive en Lima; en Puno, donde se ambienta la historia, son una realidad. De ahí que este tema sea tratado con total seriedad en la película. La posesión demoníaca es tan real para los personajes como la violencia de la tormenta.

Pero la cinta también trata otros temas. Le preguntamos al cineasta si uno de estos es la indolencia del Estado hacia sus ciudadanos; que en la narrativa están abandonados a su suerte. Tito Catacora no menciona eso, pero sí otros tópicos como la educación tradicional, la justicia comunal y, claro, el machismo y la violencia de género. “Históricamente las mujeres han sido relegadas, postergadas en todas las culturas; tampoco escapa la cultura andina. A través de la obra nosotros exponemos para generar debate”, sostuvo el cineasta en su paso por Lima para promocionar la película.

“Yana-Wara” funciona en parte por el trabajo de la adolescente Luz Diana Mamani, que hace de víctima del ser humano y de los espíritus. A ella la encontró un productor de la película en la localidad puneña de Conduriri. Catacora cuenta que, al estar filmada en lengua aimara, es difícil encontrar actores profesionales que hablen el idioma. Parte del trabajo en la película consistió en buscar a personas (muchas veces no se presentan al cásting) y capacitarlas en técnicas de actuación. Hallar a la protagonista no fue fácil. “Era bastante complicado el personaje porque ella en sí sufre bastante a todo nivel. Está en una sociedad donde impera el machismo y también ahí incursiona la propia religión cristiana y tiene que igual recibir golpes por diferentes situaciones. Lo que hemos buscado es alguien que podría correr esos riesgos”, sostuvo Catacora, quien detalla que Luz es una artista que supo entender la propuesta.

Lo primero que el espectador nota al ver esta película es la fotografía, muy cuidada y que de inmediato la diferencia del resto de las producciones más recientes del cine peruano. Al hablar de esto el cineasta destacó la importancia de innovar en el lenguaje cinematográfico, de renovarlo para contar historias; en eso coincide con el trabajo del director hongkonés Wong Kar-wai (“Chungking Express”), del que es admirador. Asimismo, la cinta está filmada con un lente de 50 milímetros, que ofrece al espectador la sensación de estar presente en el mismo espacio que los personajes. Dato adicional para los cinéfilos: Catacora hace sus storyboards (bocetos de los encuadres) el mismo día de la filmación; se levanta a las 3 o 4 de la mañana y dibuja.

Al estar filmada en un formato casi cuadrado, como las series de televisión antiguas, “Yana-Wara” transmite la sensación de que sus personajes están atrapados a pesar de moverse con libertad por su comunidad. Una sensación donde la cinta se conecta con “Wiñaypacha”, el anterior largometraje, dirigido en su totalidad por Óscar Catacora. Una cinta llena de significados dispuestos para que el espectador los descifre.

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