
Hay algo irónicamente poético en que Red Bull domine en Japón mientras implosiona desde adentro. Como si Suzuka —ese templo de la precisión— fuese el único lugar donde la escudería puede disimular que todo está bien, que el orden sigue vigente, que Max gana porque sí y no porque el caos alrededor lo deja sin competencia.
Max Verstappen se llevó el Gran Premio de Japón 2025 con la frialdad de quien ya ni celebra, pero lo realmente interesante sucedía unos puestos más atrás. McLaren mostró músculo y colocó a Norris y Piastri en el podio, aunque con un sabor agridulce: el australiano fue estratégicamente contenido por su propio equipo. En McLaren aún creen en el viejo dogma de jerarquías internas. Algo muy boomer en estos días de Gen Z.
Pero la verdadera novela se tituló Yuki Tsunoda y el debut más japonés posible. En su tierra natal, con la presión de un traje que aún le queda grande —el de Red Bull titular—, Yuki clasificó mal (quince) por un error en la Q2 y terminó en duodécimo, fuera de los puntos. ¿Fracaso? No tanto. Lo votaron Driver of the Day, porque a veces el público no premia al más rápido, sino al más humano. Y Tsunoda lo fue: se notaba que corría con todo, aunque no alcanzara. Como quien intenta salvar un matrimonio sabiendo que la suegra (Helmut Marko) ya decidió el divorcio.
Mientras tanto, Ferrari sigue en su limbo existencial. Leclerc fue cuarto, correcto y resignado. Sainz, decimocuarto, atrapado en el tráfico como si manejara por la Vía Expresa a las 6 pm. “Imposible adelantar sin gran diferencia de ritmo”, dijo. Traducción: el monoplaza no da. Y si da, no es cuando lo necesito.
Mercedes, por su parte, sigue escribiendo su cuento de dos ciudades. George Russell terminó quinto, sólido y sin drama. Pero lo de Antonelli ya roza el realismo mágico: lideró diez vueltas, marcó la vuelta rápida y rompió dos récords a sus 18 años. Japón lo vio brillar… justo cuando Verstappen estaba en modo gestión de neumáticos. ¿Casualidad o preludio?
Y luego está Alonso. El eterno milagroso. Undécimo sin puntos, pero con declaraciones que merecen convertirse en polos: “no somos rápidos ni para estar en el top dieciocho”. El asturiano, en cada declaración, da a entender que si su vehículo fuera un país, estaría pidiendo asilo político. Pero ahí sigue, luchando con una dignidad que roza lo quijotesco.
El campeonato, por ahora, lo lidera Norris por un punto sobre Max. Red Bull, Mercedes y McLaren se reparten el protagonismo. Ferrari mira desde lejos, y Aston Martin desde Google Maps. Japón nos recordó que la F1 no es solo velocidad, sino narrativa. Que en una carrera donde todo parece estar claro, el subtexto lo esconde todo: un piloto que debuta sabiendo que lo están evaluando, un equipo que gana mientras se deshace por dentro, y una grilla donde los nombres cambian, pero las luchas de poder siguen siendo las mismas.