Llevar a la U hasta la cima. Es, por supuesto, un sueño dorado. Una tarea ambiciosa. Un milagro que aparece por las noches. Que aplica para todas las épocas. Un hincha de 73 años, Ángel Villegas Soto, marino de profesión, cuenta todos los domingos en su casa cómo se hacía la vaca del turno tarde del colegio donde estudiaba para esperar que prendan la TV a tubos del único comercio de la cuadra. Era su forma de estar vivo. A veces se subía en los hombros de su hermano mayor y allá arriba, viendo a Chale y Cruzado ofrecer su sacrificio, su magia en cancha en la Libertadores del 67, se sentía en la cima. Era su manera.
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Otro hincha, Piero Alva, de 44 años, me explicó una tarde en el Monumental, con una certeza más propia de un médico experimentado que de un joven futbolista, o más de Agatta Lys que del Doctor Julio Segura, cómo iba a ser su futuro en diciembre. Era agosto, primeros días. Es Christian Cruz, periodista de El Comercio, testigo. “No me voy a operar de la pubalgia. Haré tratamiento nada más. Eso sí, el día de la final con Alianza voy a hacer un gol de tijera en el arco Sur de Matute. Vas a ver, van a ver”. Se mataba de risa, pese a que lo decía con seriedad. Bueno. Ese golazo lo elevó a todos los altares, puso a la U en la cima. Y luego, hasta hoy, Piero Alva siguió su vida con los pies siempre bien puestos en la tierra. Era su manera.
Sin embargo, hay un hincha que se ha tomado de forma literal esto de llevar a Universitario hasta tocar el cielo. Poner a la U en la cumbre de Sudamérica. Hacer que este año del Centenario sea todavía más inalcanzable. Mientras escribo, me deja un mensaje en el WhatsApp confirmando el primer paso de la empresa: “Maleta lista. Nos vamos el 4”. Un ligero escalofrío baja por mi espalda, como si de pronto alguien me inyectara agua con hielo, o fuera un cuchillazo; como si estuviera leyendo a Numa Turcatti en cualquiera escena de La Soledad de la Nieve.
Se trata del hincha de Universitario Elías Calderón Llacsa, un joven teólogo y montañista peruano que vive en Montevideo y que, si sus cálculos no fallan, si los -40 grados de temperatura no se lo impiden, ascenderá el próximo 9 de febrero hasta la cúspide del nevado Aconcagua en la Cordillera de los Andes argentinos, el pico más elevado de América. La expedición durará unos 7 días y allá lo acompañará Víctor Rímac, el peruano que ha conquistado el Himalaya. Y allí, de esa mochila que acaba de asegurarme tiene todo lo que necesita, sacará una bandera de la U doblada en cuatro y la flameará, a 6960 m.s.n.m., como si estuviera esta tarde del 2013 en Huancayo cuando dio la vuelta o en la popular norte que de adolescente solitario lo cobijó.
El sueño de Elías Calderón en video:
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Breve biografía para el hombre que en sus ratos libres planea conquistar la cordillera: Elías Calderón Llacsa es teólogo de profesión y misionero desde hace unos años, cuando entendió que todo en la vida tiene un propósito y en el camino solo sirve dar. No guarda su edad bajo llave, frisa los cuarenta: 38 años, 62 kg, Jesús María, Lima. Cuando era joven asistía con regularidad a cualquier estadio donde jugara la U. Era su gozo, su veneno, su pasión, no sabe decir en qué dimensiones: “Alguna vez -explica- aparecí por casualidad en la crónica roja de los diarios e incluso me tomaron una foto. Yo defendía a unos niños y dijeron que incitaba a la violencia. Tú sabes que eso pasa todo el tiempo”, recuerda Calderón Llacsa, desde Montevideo, donde hoy reside. No oculta esa parte de historia porque -reflexiona- todo lo trajo hasta aquí. Y como sueña con ser escritor, alguna vez, en su libreta de mano rumbo a los Andes en Huaraz, apuntó: “No somos dueños del camino, tampoco del destino. Ni nos une el amor, ni nos separa el odio. Los sentimientos pasan, como pasa la noche hasta tentar la cima al amanecer. Puede faltar todo, pero nunca olvidar llevar el corazón en la mano, para dejarlo donde soñaste la noche…”. Luego lo posteó en Twitter, es decir, en X, una noche del 2021 en que el único techo que lo protegía estaba a más de cinco mil metros.
DT conoció por primera vez su historia unos meses después del post, en agosto del 2022. Elías decidió llevar hasta la cima de la montaña técnica Yanapaccha ubicada en Huaraz. Un nevado que se encuentra a 5460 metros de altura enclavada estratégicamente en la Cordillera Blanca entre las montañas Chopicalqui y Chacraraju. Una película. Desde su cima se aprecia una vista panorámica de 360° de las cumbres que la rodean. Ningún dron -ningún corazón- puede ver más claro que sus ojos.
Tras dos días de expedición, sortear el tránsito glaciar y las paredes de nieve, dormir en algún campamento de compañeros, el montañista peruano llegó a la cumbre de la montaña a las 8:35 a.m., con el sol en su más alto esplendor. A una hora en que muchos estamos recién volviendo a casa, la mirada enterrada en el subsuelo, Elías Calderón Llacsa sacó su camiseta de la U, modelo marathon tercera equipación alterna del 2019, y la besó.
Como le quedaba energía, se tomó varios selfies.
Además…
¿Cómo ayudar al montañista crema)
Si eres hincha de Universitario y crees poder ayudar al montañista peruano a cumplir sus sueños, colabora aquí:
IBK 0093282225542
IBK CCI 003-009-013282225542-89
YAPE: 917986796 (Marcial Calderón Llacsa)
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Ahora es distinto, dice Elías Calderón Llacsa. Desde hace semanas completa un entrenamiento riguroso que incluye, por ejemplo, elevar el consumo de polisacáridos (cereales y sus derivados, papas, legumbres, y sus derivados) en lugar de abusar de monosacáridos y disacáridos sintéticos (un caramelo, una gaseosa). Calderón Llacsa me envía unas fotos al WhatsApp y confirma lo que ya ha contado: no tiene una gota de grasa. Está en su peso ideal y tiene lista la agenda: subir al Aconcagua, la montaña más alta de América, donde hoy alcanza los -40 grados por las noches. “Estoy preparado, quiero hacerlo. La expedición la haré con un amigo montañista y espero coronar cumbre el 8 o 9 de febrero. EmbajadUr y el Colectivo USA me han apoyado y siempre es bienvenido eso, pero esta misión no tiene nada que ver con nadie sino conmigo: estamos en el año del Centenario de la U y quiero llevar al club a lo más alto, nuestro equipo y nuestra bandera tienen que estar por encima de todos, siempre. Y será una metáfora: todo nos cuesta tanto pero nada tanto como intentarlo”.
-¿No te parece una locura imposible?, le pregunto, desde mi absoluta flojera y el miedo de poder morir congelado en los Andes.
-No, Miguel. Al contrario, es una emoción indescriptible. Me acelera el corazón cada vez que pienso el momento que llegue y saque mi bandera de la U, mi U, allá arriba en el cielo.
Desde ese día, el último sábado por la noche, espero el momento en que suenen las notificaciones del celular y diga Elías Calderón Llacsa escribiendo…