Viernes, Noviembre 22

El 3 de junio de 1986 nació en Mallorca, España, quien se convertiría en la máxima leyenda del país ibérico, para el tenis y para el mundo. Después de más de 20 años de disfrutar de su genialidad, el 19 de noviembre del 2024, en su mismo territorio, en su casa, con las tribunas llenas de su gente explotando de pasión, Rafael Nadal colgó sus raquetas y jugó su último torneo como tenista profesional. Aunque el deseo de ver un último triunfo se nos fue con ese partido y España tuvo que abandonar rápidamente la Copa Davis, para quienes rezábamos por detener el tiempo para que este día nunca llegara, el resultado realmente no importaba mucho.

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Las lágrimas del español no se hicieron esperar y, desde antes de comenzar a jugar, ya podíamos ver la emoción en sus ojos, y en los de todo el equipo liderado por David Ferrer quien, además de su capitán, es su gran amigo.

Y entonces tuvimos que decirle adiós. Verlo acomodar sus botellas y arreglarse la ropa -como sus rituales mandaban- por última vez y, mientras muchos nos despedíamos en nuestra mente, él lo hacía ante su público. Harían falta varias páginas para describir a detalle la grandeza de Rafa, pero en los siguientes párrafos intentaremos resumirlo.

Su zurda de infarto. El golpe de Rafa Nadal llegó para revolucionar el tenis. Por su potencia, que dentro de un promedio de 2.500 revoluciones por minuto para el resto de jugadores, el suyo podía generar hasta 5.000 -lo que equivale a que la pelota dé 83 rotaciones por segundo-; por su precisión, que con mucha técnica y estilo podía lograr el spin perfecto y generar daño y miedo en su rival; y por su fuerza descargada en cada raquetazo, esa que lo llevó a tantas lesiones problemáticas, pero también a tantas gloriosas victorias.

Su dominio sobre la arcilla. De los 92 títulos a nivel ATP que Rafa Nadal ha conseguido a lo largo de sus 24 años de carrera, 63 son sobre polvo de ladrillo, superficie con la que se crio desde muy chico y que, eventualmente, le regalaría el alias de “el rey de la arcilla”. Su evidente supremacía sobre los torneos en tierra batida lo hizo acreedor de 14 Roland Garros, rompiendo el récord como el jugador que más veces ha ganado un mismo Grand Slam. Pero la pista dura y el césped no eran ajenos al mallorquí: 22 Grand Slams, 36 Masters 1000, 23 ATP 500, 10 ATP 250, 2 medallas de oro olímpicas, 5 Copas Davis y 209 semanas (56 consecutivas) como número 1 del mundo son las cifras que acompañan al “matador” de España.

Su mentalidad de roble. Rafa hizo famoso el “punto a punto” en el deporte. Una forma diferente de ver el tenis. Y es que nunca nadie luchó tanto como él. Un partido nunca se terminó, hasta que realmente se hubo terminado. Pocos tenistas han tenido el coraje que Nadal mostraba dentro de una cancha, de nunca dar un punto por perdido, de atreverse a pelear y lograr remontadas alucinantes. Con los años, las lesiones empezaron a cobrar protagonismo en su vida y, aun así, sin tirar la toalla, tuvo que llegar a los 38 años para, en contra de su voluntad, tomar la difícil decisión de escuchar a su cuerpo y rendirse ante el paso del tiempo. Y aunque quisiéramos haberlo visto jugar mucho más en los últimos años, qué agradecidos debemos estar de haberlo visto dominar el juego junto a Roger y Novak.

Su respeto por el deporte. Además de su evidente dominancia en lo tenístico, Rafael Nadal fue un atleta ejemplar. Dentro y fuera de la cancha, se ganó la admiración de todos sus rivales, de todos sus seguidores y de la gente involucrada en la competencia por sus conductas siempre deportivas, como un gran compañero y profesional. Amigo para muchos y un temido contrincante para otros, Rafa debe ser, acaso, uno de los tenistas más queridos dentro del circuito masculino y femenino, y basta revisar las redes sociales de quienes lideran los rankings hoy en día para confirmarlo. Desde 1995, Babolat, su marca aliada de raquetas, le otorgó un total de 1.250 unidades. De ellas, en casi 25 años, absolutamente ninguna fue rota. Una estadística que pocos o ninguno logran alcanzar y que, además, habla de un perfecto control emocional para un deportista que ha tenido que lidiar con tanta frustración a lo largo de su vida. “Mi familia nunca me lo hubiera permitido. Para mi romper una raqueta significaría no haber mantenido el control de mis emociones”, señaló en algún momento.

Su amor por el tenis, y nuestro amor por él. Llena estadios, mueve masas, emociona a millones. Siempre con una sonrisa en la cara, su familia cubriéndole la espalda y un legado de fanáticos que pocos atletas han logrado. Su ejemplo vivirá hasta que la última pelota sea lanzada. No hay persona viva en la Tierra que desconozca su identidad, ni practicante del tenis que desmerezca su trabajo. Rafael Nadal es sinónimo de amor al deporte blanco. Gracias a él, por casi un cuarto de siglo, el tenis fue un poco más feliz.

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