Jueves, Septiembre 19

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Fue ese detalle casi imperceptible el que disparó la alarma del hombre, propietario del cuadro durante muchos años. ¿Podría ser esta obra un original del famoso pintor cretense? A simple vista, el estilo es más o menos evidente: los personajes de figura alargada y bien definida, las cabezas pequeñas, los rostros afilados. Pero podría tratarse de una mera copia, la obra de algún discípulo de su taller. En algún momento, incluso, la pintura llegó a atribuirse a un anónimo de la Escuela Cusqueña.

Para comprobar o descartar que se tratase de un Greco, había que someter la obra a una serie de pesquisas que involucraron a historiadores, curadores, restauradores, químicos y biólogos. Fue hace diez años que comenzaron a realizarse los estudios y los resultados recién ahora han empezado a revelarse.

La pesquisa

Entre los varios exámenes por los que ha pasado el cuadro en cuestión está uno de reflectografía de infrarrojos, otro de mineralogía de pigmentos, y uno más con luz ultravioleta, explica a El Comercio el restaurador Fabián Martínez, participante del proyecto. Todos se realizaron en el Perú, por encargo del propietario de la obra, que ha optado por mantenerse en el anonimato por cuestiones de seguridad.

El examen con luz infrarroja, por ejemplo, da cuenta que no hubo un dibujo preparatorio o boceto antes de pintar el lienzo. Se trabajó directamente a pincel –señala Martínez–. Esto es algo poco habitual, pero se sabe que El Greco trabajó muchos prototipos prácticamente como si fueran obras culminadas, que posteriormente servían para que sus alumnos realizaran sus propias copias”.

El estudio de mineralogía, por su parte, permitió determinar qué tipo de tintes habían sido usados en la pintura. Así, indica también Martínez, pudieron encontrarse pigmentos como el blanco de plomo, el azul esmalte o el amarillo óxido de plomo, todos ampliamente utilizados en la época en que El Greco estuvo activo, entre fines del siglo XVI e inicios del XVII.

La luz ultravioleta, que a través de una especie de florescencia permite ver distintos niveles de color, arrojó que la pintura tenía más o menos un 4% de intervención, agrega el especialista. Se trata pues, de una obra con apenas leves retoques, que en líneas generales se encuentra en muy buenas condiciones.

El restaurador agrega que en esta pesquisa histórico-científica fueron apareciendo otros indicios de interés. Por ejemplo, un sello de la ciudad francesa de Ruán (identificado por la presencia de tres flores de lis, un cordero y una bandera, como en su escudo de armas); y una inscripción que aparece invertida en la parte posterior del lienzo, como si la tinta lo hubiera traspasado de adelante hacia atrás, y cuyo detalle más interesante es un grafismo muy similar al de la escritura de El Greco.

La pintura al completo. ¿Cómo llegó un Greco al Perú?

Para el historiador y antropólogo Ramón Mujica, no es raro que una obra original del Greco pueda haber sido encontrada en nuestro país. “Hay fuentes históricas que demuestran que el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo (Madrid, 1626-Cusco, 1699), quien vivió un tiempo en Toledo [ciudad donde radicó El Greco desde 1577 hasta su muerte], trajo algunos Grecos al Perú. Existen registros y documentación de que había pinturas suyas en Cusco y en Lima, pero las obras nunca se encontraron”, detalla el especialista a este Diario.

En el Museo del Prado, en España, hay una pintura de El Greco similar a la pieza que se encuentra en Lima. Se trata de “San Francisco de Asís y el hermano León meditando sobre la muerte” (1600-1614), óleo sobre lienzo en el que se observa una sola escena: la de San Francisco junto al hermano León en Alverna.

A diferencia de aquella pintura, la obra que nos ocupa hoy presenta no una, sino dos escenas: además de la imagen de Francisco de Asís junto a León, el artista agrega al fondo, fuera de la caverna, otra imagen de San Francisco recibiendo los estigmas por parte de un serafín.

“Se trata de algo único justamente por esos dos ambientes. Eso es lo que le confiere su singularidad”, señala el historiador Cayetano Villavicencio, asesor cultural y curador del Museo y Convento de San Francisco, quien destaca también su valor y relevancia religiosa. “El Greco indiscutiblemente ha leído muy de cerca la biografía de San Francisco de Asís. Es prácticamente el pintor de San Francisco”, agrega.

Sin embargo, es esa pequeña escena también la más controversial del conjunto, en opinión del historiador Ramón Mujica. “Hay un óleo casi idéntico en el National Gallery de Canadá. La parte de atrás del cuadro, donde figura la estigmatización del santo, a primera vista no me parece muy del Greco…”, afirma el experto, quien pudo ver una reproducción de la pintura al cierre de esta nota.

Detalle de la obra del Greco descubierta en el Perú. / Joel Alonzo

El valor de un Greco

Basándose en la ya mencionada obra “San Francisco de Asís y el hermano León meditando sobre la muerte”, el título que se le ha colocado a esta pintura atribuida al Greco es “Meditación y estigmatización de San Francisco de Asís”. La obra fue presentada el último martes en un evento privado en el refectorio o antiguo comedor del Museo y Convento de San Francisco, justamente para conmemorar los 800 años de la estigmatización del santo, acontecida un 17 de setiembre de 1224, según diversos autores.

La presentación se llevó a cabo en medio de gran hermetismo y cuidados en torno a la seguridad. “No me sorprende que haya tanta reserva –advierte el historiador Ramón Mujica, quien hasta el cierre de esta nota no había podido ver la obra–. Hace unos años, cuando el Convento de los Descalzos publicó su catálogo de obras, al poco tiempo les robaron. Es decir, el catálogo se convirtió en una especie de manual para los ladrones, lo cual es paradójico: por un lado haces un inventario para proteger el material, y por otro corres el riesgo de que delincuentes usen esa información para que al día siguiente aparezcan pistola en mano y te lo quiten”.

Y en el mercado del arte internacional, un Greco vale muchísimo”, agrega Mujica Pinilla. De hecho, en el 2013 un cuadro de El Greco se convirtió en la pintura española antigua más cara de todos los tiempos. Fue la obra “Santo Domingo rezando”, adquirida por US$13,9 millones en una subasta de Sotheby’s en Londres. Curiosamente, en esa misma puja, otro óleo del Greco, “Cristo en la cruz”, también fue subastado por US$5,2 millones. Una situación extraña, pues las obras de arte antiguas se ofrecen con poca frecuencia en el mercado.

Por el momento, “Meditación y estigmatización de San Francisco de Asís” continuará en custodia de su propietario privado, pues solo fue cedida para el mencionado evento. “Yo quisiera que se quede en el Convento de San Francisco”, dice con una sonrisa esperanzada Cayetano Villavicencio. Él asegura, incluso, que el propio Museo del Prado se mostró interesado en la obra.

El Museo del Prado la quería adquirir, pero en donación –cuenta Villavicencio sobre las intenciones de la institución madrileña–. Ellos tienen lo suyo y nosotros tenemos mucho menos, pero es nuestro. Así que esta obra no puede salir de acá”.

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