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El último episodio ocurrió la madrugada del viernes, cuando se activaron tres nuevos focos. Para atender la emergencia, 25 bomberos desplegaron cuatro motobombas y una unidad escala desde los jirones Lucanas y Cangallo. Aunque las llamas han sido confinadas y no representan un riesgo inmediato de expansión, el comandante Joel Ricalde, jefe de la Primera Brigada Lima Centro, advirtió que el incendio no podrá darse por extinguido hasta que se realice una remoción completa de escombros o se selle completamente la estructura.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan los bomberos es el acceso. Se presume que en el subsuelo del edificio siniestrado hay un doble sótano de difícil ingreso, desde donde se originan los focos de fuego. Según testimonios de vecinos, allí se almacenaban insumos inflamables para la preparación de comida china, como aceite de ajonjolí, vinagre y sillao. Incluso recuerdan que durante los primeros días del siniestro, corrían “ríos de sillao” por el jirón Junín.
La falta de planos del inmueble complica aún más las labores de los rescatistas, que han debido regresar hasta cuatro veces por semana a controlar nuevos brotes. Las intervenciones constantes, que cuentan con el apoyo de cisternas de Sedapal y la Municipalidad de Lima, han afectado también la presión del agua en viviendas de varios pisos, interrumpiendo la vida cotidiana de los vecinos.
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El impacto del incendio ya trasciende la emergencia. Los efectos del humo están afectando la salud de la comunidad, especialmente niños y adultos mayores. Cada vez es más común ver personas con mascarillas, como en los tiempos más duros de la pandemia. Los centros de salud cercanos han reportado un aumento en enfermedades respiratorias y diarreicas vinculadas a la exposición prolongada al humo.

A esto se suma un problema sanitario: la aparición de mosquitos y zancudos, particularmente en las noches. Los vecinos temen un brote de dengue, alimentado por los charcos de agua acumulados tras las intervenciones de los bomberos. Las tuberías colapsadas por el agua también son un foco de preocupación, sobre todo en construcciones antiguas como la quinta Virgen de El Carmen, donde viven 181 personas distribuidas en 47 familias. En esa quinta, el fuego afectó directamente a dos viviendas.
Otro punto crítico es la quinta Santa Rosa, ubicada frente a la ex Maternidad de Lima, donde cuatro casas fueron destruidas. Miriam Herrera, vecina del lugar, ha preferido quedarse pese a que su vivienda fue parcialmente dañada, por miedo a perder sus pertenencias o a que las autoridades la desalojen. Muchos de sus vecinos sí han sido reubicados tras el colapso de sus viviendas, muchas de las cuales eran frágiles y estaban apoyadas contra los muros del edificio que se incendió.

Aunque la mayoría de predios en la zona pertenece a la Beneficencia de Lima, la reconstrucción y recuperación del espacio aún no tienen un plan claro. Algunos propietarios incluso han comenzado a hacer reparaciones o construcciones nuevas, ignorando el riesgo latente y las órdenes de paralización emitidas por la Municipalidad.
Mientras tanto, los damnificados siguen viviendo en carpas ubicadas en el jirón Santa Rosa, plaza Italia y el jirón Huallaga, esperando respuestas. El Comercio intentó comunicarse con las autoridades municipales para conocer las acciones previstas, pero no obtuvo respuesta. La circulación vehicular sigue restringida en varias calles, lo que agrava aún más la congestión en la zona. Y el humo, ese enemigo invisible pero persistente, sigue siendo parte del día a día en Barrios Altos.
El misterio del doble sótano del edificio siniestrado
Varios vecinos de Barrios Altos han indicado a El Comercio que el incendio que afectó varios inmuebles de Barrios Altos se inició en un edificio en el jirón Lucanas y que fue avanzando, por acción del viento, en dirección hacia los jirones Cangallo y Junín. Precisamente, una estructura de seis pisos cuyo acceso es por el jirón Junín resultó ser el más perjudicado, ya que ahí se concentraron las llamas, por lo que sus paredes y columnas pueden sucumbir en cualquier momento y sepultar a las quintas adyacentes.
Una vecina que lleva viviendo más de cinco décadas en la zona contó a El Comercio que la construcción de dicho inmueble se hizo hace cinco años y que en el lugar funcionaba anteriormente el colegio Santa María Reyna. En tal predio también estuvo ubicado el callejón conocido como ‘El sable’, que ahora luce como un descampado. Incluso, los dueños tenían planeado construir otro edificio, hasta habían hecho las delimitaciones, pero el siniestro paralizó la obra.

Un punto en el que muchos vecinos que habitan en los alrededores coinciden es que los propietarios son de nacionalidad china y que se dedican a la importación de productos chinos, específicamente de los insumos que son usados en la elaboración de comida china.
Precisamente, indicaron que dicho edificio tiene dos sótanos usados como almacén y que los productos, como el aceite, hacen que el fuego se reavive cada cierto tiempo. Los bomberos no pueden ingresar a ese lugar porque no cuentan con los planos de la estructura y existe el riesgo que, durante los trabajos de remoción, las paredes y muros se vengan abajo y sepulten a los rescatistas. Por ahora, resulta inaccesible.
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“Es un volcán, está por dentro (el fuego), se prende desde abajo. No hay planos de esto”, expresó Carmen Cuya sobre el sótano de dos pisos que resulta inaccesible. Aseguró que el sonido del fuego no la deja dormir tranquila, ya que siente que en cualquier momento las llamas pueden avanzar y arrasar con parte de lo que queda de su casa.
Ante ello, el comandante de los Bomberos Joel Ricalde enfatizó que el fuego se puede reavivar en cualquier momento si es que no se aplica “una remoción completa de escombros”. Explicó que han acudido a la zona para controlar las llamas hasta cuatro veces a la semana.

“(Se necesita) una remoción o un sellado completo de la estructura si es que no logra derrumbarse para confinar y sellar el fuego”, manifestó.
Los vecinos son partidarios de que se ejecute con urgencia una demolición y se retiren los escombros por los inmuebles del jirón Lucanas, ya que cuentan con amplios espacios para el ingreso de la maquinaria pesada y no se pondría en riesgo sus precarias casas.
La demolición de inmueble se ejecutaría en 48 horas
Todo este suceso que tiene en vilo a los vecinos de Barrios Altos comenzó la tarde del 3 de marzo, cuando las llamas se desataron en la parte alta de un edificio del jirón Lucanas. Los trabajos para controlar el fuego duraron más de una semana, incluso, en un determinado momento, los Bomberos anunciaron que se iban a retirar de la zona por la falta de participación de las autoridades. Sin embargo, luego dieron marcha atrás
La vecina Carmen Cuya confirmó que el fuego se reaviva cada tres o cuatro días, por lo que deben evacuar, junto a sus familiares, al patio de la quinta Virgen de El Carmen. Otros moradores han optado por vivir en casas de parientes y regresar cada cierto tiempo para revisar sus pertenencias.

Después de un mes del incendio, el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento anunció el último viernes, a través de José Panta, director ejecutivo del programa Nuestras Ciudades, que la demolición se realizaría en 48 horas, siempre y cuando se cumpla con notificar a los propietarios de inmuebles.
“El tema de la demolición en máximo 48 horas, lunes o martes deberíamos estar iniciando la demolición si es que se procede la notificación, siempre que contemos con el área liberada. Nosotros no vamos a iniciar una demolición si es que no contamos con todas las garantías de que no vamos a afectar a poblaciones que están asentadas a los costados”, indicó el funcionario.
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“Tenemos equipos listos, tenemos el personal, y estamos esperando la orden de demolición. No podemos dar un plazo de (ejecución de) demolición, el trabajo va a ser lento porque no contamos con toda la (información de la) estructura, sabemos que hay sótanos, pero no sabemos cuántos. La Municipalidad de Lima es la encargada de entregar el área libre para poder trabajar”, agregó.