Sábado, Noviembre 2

Si un cerdo llevó a Rafael López Aliaga a la alcaldía de Lima, un lagarto te puede devolver a la presidencia, ese es el cálculo en base a los ‘likes’ del Tik Tok (la chapa fue una cortesía involuntaria del colega Carlos Paredes al titular su biografía crítica del ex presidente, “El perfil del lagarto”, pues una fuente le dijo que ese fue un ápodo que tuvo en su juventud).

¿Pero qué he dicho? ¿Acaso alguien que en el 2021 el Congreso inhabilitó por 10 años para ejercer cargos públicos, puede postular en el 2026 a la presidencia? ¿Hicieron el cálculo? Sale 2031. No puede. Pero su partido Perú Primero y él sostienen que la justicia lo absolverá, de paso se anulará la inhabilitación y, ¡zas¡, tendremos lagarto en la cédula de votación y hasta en la sopa.

Las pruebas de las coimas por los casos Lomas de Ilo y Hospital Regional, de cuando fue gobernador de Moquegua, se ven contundentes; y, por lo tanto, la postulación es un sueño de opio vizcarrista, pero solo alucinando se puede caminar por el filo de la navaja como lo hace él desde el 28 de julio del 2018 cuando lanzó un mensaje a la nación rompiendo el pacto de no agresión que hizo con el fujimorismo antes de suceder al renunciado PPK.

“Martín es un outsider que estuvo adentro, un nuevo antisistema que antes fue engreído del sistema (en su versión ‘caviar’), y ahora es un inhabilitado habilidoso, rebotado por las redes cuando es excluído -o denunciado- por fiscales y medios”

Vaya guerra la que empezó y no acaba aún. Martín no la peleó como un lagarto sino como un escorpión que mata y muere. Disolvió el Congreso en el 2019 y el congreso complementario que se formó, lo vacó a él en el 2020.

Es que es anfibio

Los chicos que protestaron hasta tumbarse al efímero gobierno de Manuel Merino, no gritaban “¡qué vuelva Vizcarra!”. Una de las consignas era, “¡ni Merino ni Vizcarra”!. El presidente que había llegado a su cima de aprobación -¡cerca de 80%!- cuando disolvió el Congreso, un año después pasó a la categoría ‘que se vayan todos’. Martín estaba políticamente muerto. ¿Por qué renació y se le ve respondón a pesar del juicio oral? Respuesta en el candelero: porque no es un lagarto cualquiera, es un lagarto anfibio que aprendió a respirar en tierra y agua.

Cada golpe, cada juicio (el de las coimas en Moquegua es el primero que llega a fase oral, pero hay una media docena en espera), cada escándalo, le permite zambullirse y emerger fresco como una lechuga. La comidilla del ‘bebito fiu fiu’, a raíz de un audio en el que su amiga Zully Pinchi le suelta el piropo, acabó en un viral internacional con música de Tito Silva.

Martín Vizcarra perdió esa aura de ‘caudillo institucionalista’ (Carlos Meléndez dixit) que se granjeó, cuando fue presidente, entre los enemigos del fujimorismo y el APRA. Ya no cuenta con el respaldo que tuvo de aquella intelectualidad progresista. Pero la narrativa anti ‘lagarto ídolo caviar’ sigue tan viva y coleando que quien la suscriba apoyará la tesis conspirativa de que los caviares moverán sus tentáculos judiciales para convertirlo en alternativa al 2026.

Sin embargo, Vizcarra está en otro juego al filo de la navaja. Ya no es el ‘será caviar o será naranja’ de nuestra política contemporánea, sino un juego extremo en el que el candidato se despoja de los sentidos de la proporción y del ridículo para correr ligero, en pijama si es necesario (le pasó cuando fue allanado, pero en sus redes se ha mostrado en trazas más íntimas). Martín es un outsider que estuvo adentro, un nuevo antisistema que antes fue engreído del sistema (en su versión ‘caviar’), y ahora es un inhabilitado habilidoso, rebotado por las redes cuando es excluído -o denunciado- por fiscales y medios.

Que las dos últimas encuestas de Ipsos lo excluyan (por considerarlo inhabilitado), enerva esa aura de ‘outsider de adentro’, que lo mató el Congreso tan odiado y ahora vuelve por lo suyo. En realidad, Vizcarra fue el primer outsider en sentido plenamente regional. Antes de llegar a Palacio en la plancha de PPK, hizo toda su carrera política en la pequeña Moquegua. Vaya que se había preparado para dar el salto: obtuvo los ministerios de Transporte y de Vivienda (en este colocó a su ex gerente regional Edmer Trujillo), las dos carteras que mejor se prestan al asalto clientelista (vean sino a Castillo).

Vizcarra sabe mucho pero lo odian mucho más. Y él nos quiere hacer creer que vencerá a la vez al odio y a un copioso expediente judicial.

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