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“El primer derretimiento de hielo total podría ocurrir desde tres a 50 años a partir de ahora”, advierte Alexandra Jahn, una de las principales autoras del estudio, en una reciente entrevista con CNN. “Estamos llegando a un punto en el que una secuencia de otoños, inviernos y primaveras muy cálidas en el Ártico podrían llevar a una pérdida muy rápida de hielo que podría traer estos primeros días sin hielo.”
Para entender más sobre el tema, El Comercio conversó con Christian Yarlequé, doctor en Ciencias Atmosféricas y docente en la carrera de Geografía y Medio Ambiente de la PUCP, quien explica que al igual que ocurre en nuestro país con sus glaciares, los niveles de hielo en el Ártico varían según las estaciones.
Es así que durante el invierno boreal, particularmente en el mes de marzo, los glaciares del Ártico llegan a su mayor extensión con alrededor de 14 o 15 millones de kilómetros cuadrados, reduciéndose a alrededor de 4 o 5 millones de kilómetros cuadrados durante el verano boreal, particularmente en el mes de setiembre, dependiendo del año y de ciertos fenómenos climáticos como La Niña, entre otros.
Cabe señalar que la frase “un verano sin hielo” (“ice-free” en inglés) es un poco engañosa, ya que si bien implica una completa ausencia de este elemento en el Ártico durante los meses más calurosos, en realidad los científicos no esperan -por el momento- que este desaparezca completamente y se refiere más bien al momento en que la extensión helada del Ártico sea inferior al millón de kilómetros cuadrados.
“Lo que entiendo es que estas proyecciones que se están dando al 2030, en aquellas épocas donde había poco hielo -como los meses de setiembre y octubre- el Ártico ya no va a llegar a los niveles de cuatro millones de kilómetros cuadrados, sino que será casi nulo”, destaca Yarlequé. “Para el 2050, las proyecciones de la mitad de los modelos climáticos que tienen esta información señalan que hay un 50% de probabilidades de que no existirá el hielo en meses como setiembre.”
Se trata de un fenómeno climático cuyas consecuencias se sentirán más allá de la región, como lo señalan las autoras del estudio. “Si bien la aparición por primera vez de condiciones sin hielo tiene una importancia principalmente simbólica, se espera que la transición a un Océano Ártico que tenga regularmente una superficie de hielo marino inferior a 1 millón de km2 en verano tenga efectos en cascada sobre el resto del sistema climático”, resaltan. “Aumentaría notablemente el calentamiento de la parte superior del océano, acelerando la pérdida de hielo marino durante todo el año y, por tanto, acelerando aún más el cambio climático, y también podría inducir más fenómenos extremos en latitudes medias. Una mayor reducción de la capa de hielo marino en verano también repercutirá negativamente en el ecosistema ártico, ya de por sí en peligro, desde el emblemático oso polar hasta el crucial zooplancton.”
Algunos de los efectos ya se pueden sentir ahora y un reciente informe de la Agencia Oceánica y Atmosférica estadounidense (NOAA) ha encontrado que el Ártico está pasando a emitir más carbono del que absorbe.
“Nuestras observaciones muestran que la tundra ártica, que está experimentando un calentamiento y un aumento de los incendios forestales, ahora está emitiendo más carbono del que almacena, lo que empeorará el impacto del cambio climático”, ha alertado el administrador de la NOAA, Rick Spinrad, según AFP.
El deshielo del Ártico también tendrá consecuencias geopolíticas, con muchos países interesados en extraer los ricos recursos que se esconden bajo la superficie helada de la región, mientras que la expansión de la vías navegables en el Polo Norte podría cambiar el panorama de las rutas comerciales marítimas en las próximas décadas.
Sin soluciones fáciles
El deshielo del Ártico es una muestra más de cómo la actividad humana sigue abusando de nuestro planeta, una situación que nos pone en el umbral -o quizás ya lo atravesamos- del desastre climático. Para Christian Yarlequé, intentar evitar los cambios climáticos más graves al 2050 requeriría reducir a cero la emisión de gases de efecto invernadero.
“Con esto me refiero a un cero neutral, donde lo que nosotros emitimos en gases de efecto invernadero sea balanceado mediante soluciones tecnológicas como proyectos de captura o quizás de energía verde”, recalca. “Si se diera este caso, podríamos ver una recuperación del clima en unas décadas de una manera similar a la que vimos durante la pandemia, dónde se paró mucha de la industria, y empezamos a ver una restauración del medio ambiente como la aparición de tiburones y hasta ballenas en el ámbito local”.
Sin embargo, el científico advierte que para esto se necesitará de voluntad política, estrategias ecológicas, nuevas tecnologías y hasta el cambio de las costumbres de las personas por métodos con menor impacto en el ambiente, como el uso de las bicicletas o transporte público en vez de autos. Aún así, advirtió que es poco probable que volvamos al clima de décadas atrás. “Tenemos que pensar la situación climática como un fósforo cuya cabeza ya se ha prendido”, compara. “Podemos apagarlo ahora y vivir con las consecuencias o podemos esperar hasta que nos queme los dedos.”