Viernes, Octubre 11

Sin duda, el impacto de estas enfermedades no se limita a una cuestión de salud individual, ya que también traen consigo una serie de consecuencias significativas para la salud pública y los sistemas de atención médica. La pandemia del COVID-19, en particular, marcó un punto de inflexión sin precedentes, pues ha logrado transformar profundamente la forma en que entendemos, enfrentamos y prevenimos las infecciones respiratorias. Además, esto ha impulsado un cambio en los esfuerzos globales por detectar y monitorear la incidencia y las características epidemiológicas de estas enfermedades a nivel mundial.

Sin embargo, y pese a las campañas de concientización y prevención de estas enfermedades, el COVID-19 sigue siendo una amenaza en el Perú, ya que en lo que va del 2024, se han registrado más de 20,000 contagios, coincidiendo con un repunte en las infecciones respiratorias graves, como la neumonía. De acuerdo al Ministerio de Salud (MINSA), se han reportado 3,754 casos de neumonía en todo el territorio nacional, mientras que, el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) ha informado que, solo en los primeros seis meses de este año, se han registrado, 1624 fallecidos por esta enfermedad.

“Las enfermedades respiratorias ocurren con más frecuencia durante la época de invierno, ya que las personas suelen reunirse en espacios cerrados con poca ventilación, lo que facilita a la propagación de estos virus. De igual manera, factores como la aparición de nuevas variantes del virus y la disminución de la inmunidad en las personas previamente vacunadas o infectadas, también contribuye al incremento de estas infecciones, especialmente en cuidades como Lima”, expresó el doctor Eduardo Gotuzzo, médico infectólogo especialista en enfermedades tropicales y profesor en la Universidad Peruana Cayetano Heredia a Bienestar.

¿Cómo son el COVID-19 y la neumonía?

El COVID-19 es una enfermedad infecciosa causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que se propaga principalmente a través de las gotículas respiratorias, es decir, pequeñas gotas de saliva que expulsa una persona infectada al toser o estornudar. Como destacó Jorge Saravia, neumólogo de la Clínica Internacional, este afecta al sistema respiratorio y puede manifestarse con una amplia gama de síntomas, desde leves o graves, incluyendo fiebre, tos, fatiga y dificultad para respirar.

Mientras que, la neumonía es una infección causada por bacterias, virus (incluyendo el SARS-CoV-2), u hongos, que inflama los sacos de aire en uno o ambos pulmones, los cuales pueden llenarse de líquido o pus. Esta infección respiratoria puede desencadenar síntomas, como tos con flema, fiebre, escalofríos y dificultad para respirar.

¿Quiénes son más vulnerables a contraer enfermedades respiratorias graves?

De acuerdo al especialista de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, en medicina se le denomina a la población vulnerable, grupos de alto riesgo. En el caso de estas enfermedades respiratorias, el principal grupo a tener en cuenta, son las personas mayores, especialmente aquellas que tienen 65 años o más, ya que presentan un sistema inmunológico más debilitado, por ende, una mayor posibilidad de tener comorbilidades. Seguido de, aquellos con condiciones médicas preexistentes, como enfermedades cardíacas, diabetes, obesidad, hipertensión, insuficiencia renal o enfermedades pulmonares crónicas (EPOC).

“Las mujeres embarazadas, sobre todo, aquellas que se encuentran en el tercer trimestre, también tienen un alto riesgo de desarrollarlas. Básicamente, esto se debe a los cambios inmunológicos propios de la gestación, lo cual podría interferir en la respuesta del organismo ante estas infecciones. Igualmente, las personas con síndrome de Down o quienes presentan algún grado de lesión neurológica, así como también los pacientes con asma que usa corticoides, se posicionan dentro de estos grupos de riesgo”.

Por su parte, la doctora Tricia Bravo, especialista en enfermedades infecciosas de Cleveland Clinic, señaló que, los pacientes inmunocomprometidos, como los que están atravesando por un tratamiento para el cáncer, los que han recibido trasplantes de órganos o que padecen de VIH/SIDA, son más propensos a desarrollar formas graves de estas enfermedades. Otro grupo de riesgo son los niños menores de 2 años. Aunque el COVID-19 tiende a ser menos agresivo en esta población, los bebés y los infantes tiene un mayor riesgo de complicaciones respiratorias graves, como la neumonía.

¿Cuáles son las principales diferencias entre el COVID-19 y la neumonía?

Causas

El COVID-19 es una enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, un tipo de coronavirus, el cual afecta al sistema respiratorio, pero también puede causar una serie de complicaciones en múltiples órganos del cuerpo. En cambio, como refirió el doctor Gotuzzo, la neumonía puede ser causa por diferentes patógenos, como virus, hongos y, sobre todo, bacterias, como el neumococo o Streptococcus pneumoniae.

Síntomas iniciales

Según la especialista en enfermedades infecciosas, los síntomas del COVID-19 y la neumonía pueden confundirse, ya que ambos padecimientos afectan al sistema respiratorio y tienen signos similares, como fiebre, tos y dificultad para respirar. Sin embargo, el COVID-19 tiene una presentación más variada de síntomas, que incluye manifestaciones adicionales, como pérdida del gusto y del olfato, dolor muscular, fatiga extrema, dolor de cabeza, y síntomas gastrointestinales, tales como diarrea o náuseas, sintomatología, la cual no es común en la neumonía típica.

En el caso de la neumonía, los síntomas suelen centrarse más en la tos con flema (esputo), escalofríos, fiebre alta, y dolor en el pecho, especialmente al respirar o toser. En particular, la tos con esputo es un signo distintivo de la neumonía bacteriana, mientras que, en el COVID-19 la tos tiende a ser seca en la mayoría de los casos.

“El Covid- 19 suele comenzar con síntomas de infección respiratoria alta, como dolor de garganta, rinitis, malestar general y fiebre, similares a los de un resfrío común. El virus se contagia por la vía respiratoria y, en los primeros días, se limita a las vías superiores. Por ello, cualquier persona con estos síntomas debe hacerse una prueba para descartar COVID. En los casos más graves o en personas de riesgo, el virus puede avanzar hacia los pulmones alrededor del tercer o cuarto día, causando daño pulmonar. Por otro lado, la neumonía tiene un inicio más agresivo. Desde el principio, afecta los pulmones, causando fiebre alta, tos intensa y dificultad para respirar. En los niños, la respiración acelerada es una señal de alerta para acudir de inmediato a emergencias”, sostuvo el infectólogo.

Diagnóstico

Para detectar el COVID-19, se utilizan principalmente pruebas de diagnóstico viral, como la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) o pruebas rápidas de antígenos, las cuales detectan la presencia del virus SARS-CoV-2 en muestras de la nariz o la garganta, y son clave para confirmar la infección en sus primeras etapas. Como mencionó Tricia Bravo, el diagnóstico de neumonía se basa en una combinación de evaluaciones clínicas y pruebas de imagen. Las radiografías de tórax son esenciales para identificar áreas de los pulmones llenas de líquido o pus, lo que indica la presencia de neumonía. Además, se pueden realizar análisis de sangre y cultivos de esputo para identificar el tipo específico de microorganismo causante de la neumonía.

“Es importante tener en cuenta que, las pruebas para COVID-19 se enfocan en detectar el virus, mientras que, las pruebas para neumonía son más amplias y buscan la infección pulmonar subyacente”.

Tratamiento

El tratamiento del COVID-19 varía según la gravedad del caso, ya que aquellos que son leves se manejan en casa con reposo, hidratación y control de los síntomas, mientras que los graves requieren de hospitalización, incluyendo oxigenoterapia, antivirales, corticoides y, en situaciones críticas, ventilación mecánica. Por su parte, el tratamiento de la neumonía depende de su origen, puesto que la neumonía bacteriana se trata con antibióticos y es crucial iniciar el tratamiento rápidamente para evitar complicaciones. En cambio, para la neumonía viral, como la causada por el SARS-CoV-2, el enfoque es el apoyo respiratorio, oxígeno y cuidados generales.

Complicaciones

Las complicaciones de estas enfermedades respiratorias pueden ser graves e incluso potencialmente mortales si no se manejan adecuadamente. En el caso del COVID-19, las más comunes incluyen el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), que se produce cuando los pulmones se inflaman gravemente y no pueden proporcionar suficiente oxígeno al cuerpo. También puede causar coágulos sanguíneos, daño renal, inflamación del corazón (miocarditis), y en algunos casos, afecciones neurológicas como la encefalopatía.

Con respecto a la neumonía, esta puede desencadenar otras condiciones graves, como el derrame pleural (acumulación de líquido en el espacio entre los pulmones y la pared torácica), abscesos pulmonares (acumulaciones de pus en los pulmones), y sepsis, una respuesta inflamatoria grave que puede llevar a la disfunción de múltiples órganos. Ambos padecimientos pueden resultar en insuficiencia respiratoria, que requiere ventilación mecánica y hospitalización prolongada. Estas complicaciones pueden dejar secuelas a largo plazo en la salud de los pacientes.

¿Cuánto ayuda la vacunación en evitar las infecciones respiratorias?

A lo largo de la historia, las vacunas han sido una herramienta fundamental en la lucha contra enfermedades infecciosas, logrando erradicar o reducir significativamente patologías, como la polio, el sarampión y la rubeola. En el Perú, se alcanzó una de las coberturas más altas en América Latina, lo que fue clave para disminuir el impacto de estas enfermedades. Sin embargo, como explicó Eduardo Gotuzzo, la pandemia del COVID-19 trajo nuevos desafíos, especialmente debido a la rápida aparición de variantes del virus.

“Las vacunas contra el COVID-19 han sido efectivas en tres aspectos clave: reducir las formas graves de la enfermedad, disminuir las hospitalizaciones y bajar significativamente la mortalidad. Aunque no ofrecen protección absoluta contra el contagio o las reinfecciones, siguen siendo esenciales, especialmente para las poblaciones de riesgo, como los adultos mayores, personas con enfermedades crónicas, pacientes con cáncer, personas inmunodeprimidas y mujeres gestantes. Estas poblaciones deberían recibir la vacuna al menos una vez al año, o cada seis meses, según las recomendaciones de organismos como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos”.

Asimismo, la vacunación contra la neumonía es otra medida crucial para prevenir infecciones graves en adultos mayores y personas de alto riesgo. A diferencia de la inmunización contra la influenza, que debe renovarse anualmente entre los meses de abril, mayo y junio, debido a la mutación del virus, la vacuna contra el neumococo ofrece una protección más duradera, de entre 8 y 10 años.

Si bien las vacunas en general pueden presentar efectos secundarios o reacciones leves, como fiebre o molestias musculares, los beneficios de la inmunización superan con creces los riesgos, ya que no solo protegen contra la enfermedad aguda, sino que también, como en el caso del COVID-19, reduce el impacto del síndrome post-COVID, que puede manifestarse con síntomas como fatiga. Por esta razón, es importante que la población esté correctamente vacunada, incluso, se pueden administrar tanto la vacuna del COVID-19 como la de la neumonía el mismo día, recalcó el especialista en enfermedades tropicales.

¿Cómo reducir la incidencia del COVID-19 y la neumonía?

De acuerdo al neumólogo de la Clínica Internacional, estas son algunas de las medidas que debemos seguir empleando para prevenir estas enfermedades respiratorias:

  • Higiene de manos: Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón durante al menos 20 segundos, ya que esto ayuda a eliminar virus y bacterias que pueden causar tanto el COVID-19 y la neumonía.
  • Ventilar los espacios: Asegurarse de que los espacios cerrados estén bien ventilados, abriendo ventanas y puertas cuando sea posible para reducir la proliferación de virus.
  • Usar mascarillas: Es importante emplearlas en entornos donde es difícil mantener la distancia social, especialmente, cuando una persona está con algún cuadro respiratorio, esto con la finalidad de evitar contagiar a los demás. Por esta razón, es fundamental que los padres eviten enviar a los niños a la escuela cuando estén pasando por una enfermedad respiratoria.
  • Distanciamiento social: Mantener una distancia de al menos 1.5 metros de otras personas, sobre todo, en situaciones de riesgo, ya que ayuda a reducir la transmisión de ambos patógenos. Por ejemplo, si una persona está con alguna infección respiratoria, es mejor evitar el contacto o mantener esta distancia, en especial con aquellas personas que son parte del grupo de alto riesgo.
  • Vacunación: Asegurarse de estar al día con las vacunas contra el neumococo, contra el COVID-19 y contra la influenza.
  • Hábitos saludables: Mantener una dieta saludable, hacer ejercicio regularmente, y dormir lo suficiente fortalecen el sistema inmunológico, lo que ayuda a prevenir infecciones respiratorias.
  • Evitar el consumo de tabaco y el alcohol: Esta medida preventiva es fundamental, ya que estas sustancias pueden debilitar el sistema inmunológico y aumentar el riesgo de infecciones respiratorias.
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