Un año más en el que las danzas contemporáneas y la performance resisten con elegancia en la cartelera local. No tantas, pero hubo opciones: los sostenidos esfuerzos de Temporada Alta de la Alianza Francesa, las pinceladas del Teatro Británico y La Plaza con “Holograma” de Hevia Dance Company y “La cosa en sí” (de Lisi Estarás), los gratos intentos del Festival Internacional de Poesía Post Patriarcal sucedido en el Goethe-Institut, y otros más. Por preferencia de productores y usuarios, sin embargo, las tablas parecen siempre reservadas solo para el teatro de caja negra más convencional.
Hay, por supuesto, matices. El Galpón –caja negra versátil y punto aliado de centros culturales y gestores en Pueblo Libre– acogió al grupo brasileño Três em Cena y su “De conchas, culos y bailecitos”, creación que reflexionó sobre las censuras provocadas por el uso de caderas y bustos en bailes populares. También se destacó Yuyachkani y el “Des-conocido” de Julián Vargas en la Alianza Francesa, que para hablar sobre el olvido y el encierro combinó testimonios del trabajo de su protagonista en el Hospital Larco Herrera con reversiones de personajes de la trayectoria del intérprete. Y, claro, “Como te gusta” (“As You Like It”), con Sebastián Ramos, Anaí Padilla, Diego Sakuray y más, interpretando la comedia de enredos de Shakespeare bajo la mirada de Fernando Castro y la Compañía de Teatro Físico en el Teatro Británico.
Pero en el 2025 hubo, por sobre todo, puestas en escena convencionales que, desde la palabra dicha, trataron de tomarle el pulso a las crisis. Con mayor o menor tino, por ejemplo, muchas incluyeron registros audiovisuales de marchas y protestas de los últimos tiempos. Mientras que en “El rincón de los muertos” (CCPUCP) se escucharon audios de la expresidenta Dina Boluarte durante la represión en Ayacucho en el 2022, en “Herederos” (Campo Abierto), el director Giovanni Arce proyectó videos de algunas manifestaciones. Por su parte, Gustavo López Infantas dirigió “Dos siglos de sobremesa” (Icpna), texto que propuso jugar a saltar entre líneas temporales para subrayar que seguimos arrastrando los mismos problemas desde el origen de la nación. En tanto que “10 pasos para conseguir una cita adicional en el Seguro de Salud” (El Galpón), escrita y dirigida por Gloria Maria Lescano, retrató el calvario que atraviesan casi todos los peruanos al enfrentarse a un sistema que se ahoga.
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Tampoco se puede dejar de mencionar el trabajo de La Plaza. Su directora artística, Chela de Ferarri, recordó en el lanzamiento de su programación 2026 que recurren a “obras que interpelan”, hechos políticos para reflexionar sobre “aquello que nos rompe como sociedad” e invita a preguntarnos quiénes somos como individuos y país. A esa lógica se adscribieron “Proyecto Ugaz”, en donde Rocío Limo y Vera Castaño dieron vida a dos actrices que trataban de escenificar una investigación sobre los abusos del Sodalicio; y “Temis”, de los chilenos de Bonobo, que mostró los roces e incomodidades que genera la terrible otredad de los extranjeros. Se destacó también “Un espejo” (texto de Samantha Holcroft dirigido por Wendy Vásquez), situado en un país en donde todo lo que se dice públicamente debe ser antes aprobado por el Gobierno, guiño a las autoridades que se rompieron las vestiduras por obras de teatro que, a pesar de sus formas polémicas, realmente fueron inocuas: “María Maricón” (CCPUCP) y “El rincón de los muertos” resistieron por su carga simbólica y resonaron por ser censuradas. El teatro, en ese sentido, no llegó a ser didáctico, pero sí activista, un espacio para señalar los abusos muchas veces cargado de esa emotividad que para Bertolt Brecht nublaba el pensamiento crítico.
Otra resistencia fue la de la Asociación de Artistas Aficionados, que se sostiene en su misión de popularizar las tablas con un repertorio variado –“En el jardín de Mónica” de Sara Joffré, “Bodas de sangre” de Federico García Lorca, “La excepción y la regla” de Brecht, competencias de impro y “Ña Catita” de Manuel Ascencio Segura– y que llora la partida del inacabable Carlitos Pallete. O la experiencia inmersiva “Los asesinatos de la Casa Poe” en Countdown Miraflores, que le permitió a los espectadores volverse detectives por un momento; o espacios como el Nuevo Teatro Julieta, bueno para montar creaciones nacionales como “La estúpida escopeta”, sátira de Henry Sotomayor.

Otros ojos
El teatro limeño también se propuso mirar los asuntos contemporáneos a través de los ojos de las mujeres. Claudia Sacha pensó en los dramas familiares en “Hielo en la sangre” (Teatro Racional), en donde los personajes de David Carrillo y Celine Aguirre tuvieron que negociar el futuro de su madre en coma; por su lado, Mariana de Althaus (Icpna) actualizó a Chéjov y dio vida a “Niños caen de los árboles”, la historia de una familia que se niega a resolver sus problemas y cómo ello nos podría invitar a descifrar, en palabras de De Althaus, “¿cuál es nuestro jardín de los cerezos que vemos marchitarse?”.
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Las turbulencias emocionales también se hicieron presentes con Katia Condos en “La persona deprimida” (La Plaza), así como en “Un huracán nos había azotado” (Sala Quilla), ópera prima de Massiel Arregui en la que se expuso la tensión que supone para las madres ver a sus hijos dejar el hogar. “Ana contra la muerte” (CCPUCP) también operó siguiendo esa línea: con un elenco sólido (Alejandra Guerra, Grapa Paola y Lelé Guillén), mostró el amor incondicional de una mamá que no puede aceptar la muerte de su hijo.
Las contradicciones de la ciudad también importaron. En “No puedo dejar este cuerpo sin contar esta historia” (U. del Pacífico) y sobre una silla de ruedas, Verónica Garrido Lecca protagonizó la carrera de obstáculos que es Lima para las personas de movilidad reducida. Y en “La melancolía de las plantas” (Casa Yuyachkani), Gabriella Paredes mostró una Costa Verde depresiva, pero capaz de sostenernos y abrazarnos bien fuerte.

Formatos recurrentes
El 2025 también consagró al monólogo/unipersonal/conferencia escénica/otros juegos similares como el formato preferido; de hecho, muchas de las obras antes mencionadas pertenecen a este universo en donde bastó con la presencia del intérprete, un par de elementos en escena y una iluminación sugerente para ganarse el aplauso del público. Y enhorabuena los creadores apostaron por formatos digeribles y de fácil movilidad internacional por sus bajos costes de producción, pero valdría la pena reflexionar sobre cómo estas narraciones en primera persona y basadas en experiencias personales dialogan con las dinámicas de las redes sociales en donde el “yo” es lo que más importa. ¿Hasta qué punto lo testimonial se volvió un signo de los tiempos? ¿La potencia de la propia confesión adornada con toques de ficción apagó los intentos de jugar con narrativas menos convencionales? Muchas veces el resultado fue la estandarización que nos hizo pensar que lo que estaba sobre las tablas ya lo habíamos visto antes.
Claro que también hubo puntos altos: Cécica Bernasconi en “Juicio a una zorra” (Teatro de Lucía), texto del español Miguel del Arco que le dio una oportunidad a Helena de Troya para buscar justicia y limpiar su nombre; Vania Accinelli en “Mi madre se comió mi corazón” (La Plaza), universo creado y dirigido por K’intu Galiano que mostró lo doloroso que es lidiar con las heridas familiares; Job Mansilla con “El hazmerreír” (U. del Pacífico), en donde se vio a un cómico ambulante y sus contradicciones a partir de la mirada de su hijo; o a Gia Rosalino y cómo mirar al pasado para aligerar el viaje en “Encajada” (Nuevo Teatro Julieta”).
Pero si lo que realmente se busca es retar al espectador, en el 2026 la escena deberá resolver dos asuntos vitales. Por un lado, romper los moldes y lo canónico son pendientes de este arte: ¿cómo se hace para no repetirse ni repetir lo que otros ya están haciendo? Y por otro, encontrar caminos diferentes a la reafirmación de las propias ideas como respuesta a las crisis provocadas por convivir con quienes no piensan como uno. El refugio de los discursos nacionalistas o activistas que tan fácilmente hacen que el mensaje solo resuene en un círculo pequeño y cerrado, propone una mirada binaria y moralista que imposibilita complejizar las discusiones. Y siendo que el disenso es clave para la vida democrática y para el desarrollo de una mirada crítica sobre la realidad, se hace urgente. De lo contrario, las tablas se seguirán hablando a sí mismas.
OTROS DATOS
Nos dejó
En julio, Camucha Negrete debió ausentarse de “Monólogos de la vagina” (Teatro Marsano) por asuntos de salud. El 27 de setiembre, la iquiteña que se destacó en el café teatro, TV y cine, partió a mejor vida a la edad de 80 años.
Estímulos a la creación
El Premio Nacional de Dramaturgia a Autor de Trayectoria se lo llevó César de María por “Santo y esclavo”, en tanto que Pedro Pablo Moreno hizo lo mismo en la categoría Autor Emergente con “Sepultureros”.
Club de espectadores
El español Gaizka Pasalodos consiguió lo imposible: que cientos de peruanos se pusieran de acuerdo para ver teatro al mismo tiempo. Si le interesa, busque en redes sociales la comunidad Entre Bambalinas y Butacas: https://www.instagram.com/entrebambalinasybutacas/
Un teatro sin Mincul
No son pocos los candidatos presidenciales que proponen eliminar el Ministerio de Cultura. ¿Está de acuerdo con esa medida? Lo decide usted con su voto en las elecciones generales del 2026.
También viene
En el 2026, Norma Martínez dirigirá a Alberto Isola y Nicolás Galindo en “La mujer de negro” en el Teatro Británico, en tanto que Juan Carlos Fisher hará lo mismo con “Prima Facie” en La Plaza.













