Susana Farro no conectó con la moda en la niñez como muchos otros diseñadores. Antes de crear piezas que hoy despiertan curiosidad, reflexión y admiración, la joven talento empezó estudiando Arquitectura. “Sin embargo, en el camino me di cuenta de que en vez de ver documentales sobre el tema, siempre terminaba viendo biografías de Karl Lagerfeld, desfiles y otras producciones sobre textilería”, recuerda. Esa revelación la llevó a cambiar de carrera, acabando por descubrir un mundo donde arte, cuerpo y territorio podían encontrarse: la moda.
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Su proyecto más reciente (y quizá el más personal) nació como tesis. Desde el inicio tuvo claro que quería trabajar con el mar, un territorio íntimo ligado a su familia del norte: Chiclayo, Trujillo, Chimbote. “Sí o sí quería trabajar con el mar, con la cultura chimú, y concienciar sobre la contaminación marina”, sostiene. Con ese objetivo, empezó recorriendo playas de la costa de Trujillo para recoger materiales naturales y sintéticos: escamas descartadas por pescadores, conchas, caparazones, sogas y distintos tipos de redes de pesca en desuso, por mencionar algunos.
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A partir de estos hallazgos empezó una etapa intensa de investigación y experimentación que la llevó a un laboratorio. Allí, entre pruebas fallidas y reformulaciones, desarrolló su propio biomaterial a base de algas marinas. “Fue una temporada de mucha investigación, de buscar documentación. Encontré muchos trabajos de fuera, pero probar esas fórmulas no necesariamente funcionaban aquí, porque el agua es distinta, así que tuve que seguir indagando”, explica. El proceso le tomó alrededor de cuatro meses, y estuvo sostenido a pesar de los errores por una convicción poderosa: “Después de cada prueba fallida volvía al laboratorio con la fuerza de creer en mí y en el diseño, con la ilusión de crear algo único a partir de los materiales del propio territorio”, añade Farro.
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El resultado ha sido una colección de siete looks inspirados en la arquitectura, textilería, orfebrería e iconografía chimú: se ve reflejado en sus formas escalonadas, semicirculares y en la presencia constante del mar. Farro, además, trabajó las redes de pesca en capas que cosió con hilo de nylon y sobre ellas aplicó la mezcla de biomaterial teñida con pigmentos naturales como cochinilla, achiote, cúrcuma, espirulina e índigo. Transparencias, volúmenes y texturas dan vida a piezas que buscan replicar esa sensación de caminar por Chan Chan, descubrir capas, sentir el territorio que nos antecedió.
Inspiración del pasado para el presente
El trabajo de Farro en cada pieza de su colección de tesis refleja una minuciosa investigación de la costa peruana y la cultura norteña. “Esta colección busca una fusión simbiótica entre el usuario y el entorno, inspirándose en la cultura Chimú y su respeto por el mar”, precisa la diseñadora. Chimú, específicamente, se ve materializada en las formas trapezoidales de las prendas, las incrustaciones de conchas y moluscos y el uso de transparencias en formas romboidales.
“Quería que uno sienta que está vistiendo el propio territorio, que no somos naturaleza por separado, sino que todos somos uno”, afirma. Tras esta exitosa primera colección, la mirada de Susana Farro mantiene su espíritu explorador. De cara al futuro, le interesa investigar materiales de la sierra o la selva, trabajar con papa nativa, denim reciclado o desarrollar accesorios que acerquen su propuesta a la vida cotidiana sin perder su esencia. Su objetivo final es constante: permitir que más personas sean abrazadas por su herencia natural, en prendas que lleven también a la reflexión sobre su cuidado. //




