Viernes, Abril 18

Los aranceles impuestos por Estados Unidos durante el denominado Día de la Liberación sacudieron la economía global y despertaron temores e incertidumbre en diferentes países sobre la relación comercial que se mantendría con el gigante norteamericano. En el caso peruano, el canciller Elmer Schialer calificó de injusta la inclusión del Perú en la lista ordenada por Donald Trump.

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Sin embargo, en lo que parece una movida más dentro de su ya acostumbrada técnica de negociación con la mano en el cuello, Trump anunció este miércoles que pondría en pausa dichos aranceles por los siguientes 90 días para todos aquellos países que no hayan tomado represalias comerciales contra Estados Unidos.

Estos siete días, sin embargo, ya han dejado consecuencias, especialmente en la seguridad jurídica, explica el economista y político dominicano Juan Ariel Jiménez a El Comercio durante una conversación en la Escuela de Negocios Kennedy de Harvard.

Quiero aclarar que todos los comentarios que te brinde en esta entrevista son enteramente a título personal y por ningún motivo representan la opinión de la universidad donde enseño”, precisa el exministro de Economía, Planificación y Desarrollo de República Dominicana.

– ¿Cómo se entiende la imposición de nuevos aranceles de una forma tan agresiva por parte de Estados Unidos?

Hay muchos estados que, por el proceso de desindustrialización, tuvieron consecuencias económicas negativas, y esos son los que se han llamado los estados olvidados. Entonces, pues, ciertamente ahí se ha registrado una pérdida de empleos y todas las consecuencias sociales negativas asociadas a la pérdida del empleo. Entonces, entiendo que esta política industrial arancelaria busca dar respuesta a esas comunidades, pero, por supuesto, que hay un gran desacuerdo en la comunidad académica y en la comunidad de practicantes del efecto de estas medidas, que, si bien se pudiese pensar en cómo devolver dinamismo económico a esos estados que anteriormente eran la cuna industrial de los Estados Unidos, pero hay medidas mucho más efectivas que el tema arancelario, que está socavando el orden económico mundial en lo relativo a migración y a comercio. Yo considero que, aunque hubiese un fin ulterior beneficioso para ciertas comunidades que quisieran volver a reindustrializarse, las medidas o los medios que se están utilizando para lograrlo crean mayores problemas que beneficios. Va a crear muchos problemas para los consumidores norteamericanos, que tendrán que pagar productos más caros; no van a ser tan efectivas en reindustrializar los Estados Unidos, porque ya no son competitivos respecto a ciertos productos de manufactura y, además, puede llevar a una guerra de aranceles en el mundo, que normalmente está asociada también con una competencia de divisas que, en la historia, nunca ha terminado bien.

– Analistas y expertos han mencionado que es una mentalidad propia del siglo XIX y que al aplicarse en el pasado, como después de la Gran Depresión por ejemplo, había sido incluso peor.

Efectivamente, lo que se está buscando es volver a un mundo donde la mayor parte de la producción, o la mayor parte del consumo, sea producido dentro del propio país, y la verdad es que eso es completamente contrario a la teoría de comercio internacional y de economía internacional, que busca que los distintos países vayan intercambiando bienes y servicios, en donde las personas trabajan en aquellas industrias donde el país tiene ventaja comparativa, y los consumidores se benefician de productos de mejor calidad y más baratos. Entonces, el comercio internacional, si algo ha hecho, es mejorar la eficiencia en las cadenas de valor, y todo el mundo ha salido beneficiado de eso en cuanto a países. Ahora, en la interna de los países, ciertamente hay comunidades y estados que se han visto afectados, que no han podido reinsertarse en la nueva economía, pero esto, muchas veces, es un reflejo de la falta de políticas públicas efectivas en ayudar a las personas a hacer esa transición hacia una nueva economía que, en el diseño o en la arquitectura comercial internacional… Si se quisiera volver al mundo anterior, donde los países estaban cerrados al comercio internacional, yo creo que todos los países del mundo saldrían perdiendo, todos los consumidores del mundo perderían y todos los trabajadores del mundo también perderían.

– Más allá de disminuciones en las exportaciones o encarecimiento de productos, ¿cómo nos afectan este tipo de medidas a los latinos?

Tenemos que saber que, en Latinoamérica, hay dos grandes bloques, muy distintos entre ellos, en lo relativo a su relación con los Estados Unidos. Por un lado, Sudamérica, que su principal socio comercial ahora mismo es China, con el 26 % de las exportaciones de bienes que van hacia allá, mientras que solo un 13 % vienen hacia Estados Unidos. Entonces, digamos que Sudamérica, por ese lado, directamente no se vería tan afectada. Es completamente distinta a la situación que tienen los países de Centroamérica, México y algunos países del Caribe, como República Dominicana, donde cerca del 75 % de sus exportaciones vienen hacia Estados Unidos. Y es básicamente el reflejo de que Sudamérica se ha concentrado mucho en las exportaciones de materias primas, tanto agricultura como minerales y material energético, mientras que Centroamérica, el Caribe y México se han concentrado más en las exportaciones de productos de manufactura. Entonces, digamos que, en una primera ronda de efectos, serían Centroamérica, México y el Caribe los más afectados. De todas formas, esta guerra comercial que se está desatando llevaría a que, muy probablemente, Estados Unidos entre en recesión; muy probablemente, la economía mundial disminuya su crecimiento, y ahí todos salimos afectados. China, que es el principal socio comercial de Sudamérica y que tiene sus propios problemas, también tendría una reducción importante en su crecimiento por los efectos de esta guerra arancelaria. Entonces, si pensamos en los efectos de segunda ronda, Sudamérica se vería muy afectada por esta disminución del crecimiento económico mundial y el impacto que eso tendría en China.

– Trump parece acostumbrarse a este método de intimidación para abrir una negociación, pero ¿qué sucede entre el anuncio de una medida y la rectificación de la misma?

Hay muchos cuestionamientos a la teoría económica detrás de muchas de estas medidas. El solo hecho de haberlo implementado genera cierto daño, porque además disminuye la seguridad jurídica. Esa seguridad jurídica, que ha sido tan importante para el proceso de globalización, para que las empresas puedan localizarse en distintos países y estructurar sus cadenas de valor a lo ancho y largo del territorio global, eso se hace sobre la base de que los acuerdos arancelarios tienen protección legal que viene del Poder Legislativo. Ver que un Poder Ejecutivo puede soslayar ese requerimiento institucional y hacerlo por sí solo, pues, obviamente, que a mediano y largo plazo llevaría a las empresas a repensar la confianza que pueden tener en el esquema y la arquitectura de comercio internacional.

– ¿Esta inestabilidad abriría terreno para la aparición de otros jugadores en el tablero para América Latina, más allá de Estados Unidos, China y Europa?

Yo considero que es una oportunidad para que Latinoamérica pueda repensar su estrategia de desarrollo. Hemos abandonado la discusión del crecimiento económico y los aumentos de productividad. Este es el momento adecuado para volver a rediscutir esos temas y rediseñar nuestras estrategias de desarrollo productivo. En segundo lugar, creo que sería importante pensar en el rol que pudiésemos jugar como región: cómo podemos incrementar el intercambio económico entre los distintos países, cómo podemos facilitar la cooperación económica a lo interno de América Latina. Y, como tercer elemento, creo que es una gran oportunidad también para visualizar ese Sur Global, que tiene tantas oportunidades de mercado, y aquí no solo me estoy refiriendo a China, sino también a la India, que son grandes mercados que están creciendo. Entonces, sí que tenemos que repensar lo que hemos hecho hasta ahora, y quizás darnos la oportunidad de tener una política mucho más ambiciosa, mucho mejor pensada en el tema de desarrollo industrial, de comercio internacional.

– ¿Menos dependiente, quizás?

Yo diría que, en lugar de pensar en dependencia, yo pensaría en diversificación. Tenemos que apostarle a la diversificación de los productos que exportamos, tenemos que apostarle a la diversificación de las localidades hacia las cuales exportamos, y tenemos que enfatizar mucho más el tema de educación, investigación y desarrollo. Yo creo que es hora de invertir en nuestros fundamentos, que nos ayudarían a entrar a la economía del siglo XXI, en lugar de simplemente aferrarnos a un modelo económico del siglo XX.

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