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El último semestre ha sido trágico para el fútbol peruano. Podemos hacer el ejercicio de enumerar los hitos que remecieron la FPF y nuestro ánimo, nuestro corazoncito que hace no mucho se emocionaba cuando Gareca daba su lista de convocados: primero, la detención del presidente Agustín Lozano acusado de liderar una organización criminal; luego, la pérdida de la sede del Mundial Sub 17, después los pésimos resultado de la selección peruana que condenaron a Jorge Fossati y enseguida, la destitución del director de fútbol Juan Carlos Oblitas, además de la salida del responsable de las selecciones menores José Guillermo del Solar.
Nada menos.
Oblitas fue destituido el 8 de diciembre del 2024. Su existencia ornamental en Videna ya era muy evidente y la junta directiva precedida por Lozano necesita una cabeza para hacer rodar, producto de la crisis.
Oblitas, venido a menos en cuanto a responsabilidades y acciones desde que renunció por la salida de Ricardo Gareca en julio de 2022 y enseguida volvió a la FPF con un puesto más importante, pero menos útil en la práctica.
Sin Oblitas para dar la última palabra en temas deportivos, la otra gran cabeza era José Guillermo del Solar. Chemo asumía el cargo de jefe de la Unidad Técnica de Menores (UTM) y tenía a su cargo todas las selecciones menores. Sin embargo, ya había puesto a disposición su cargo en noviembre del 2024 y volvió a renunciar en febrero pasado.
Luego del Sudamericano Sub 20, donde dirigió a Perú sin sumar un solo triunfo, Chemo dejó el cargo el 31 de enero. Más de dos meses después, aún en Videna no le encuentran reemplazo.
El 16 de enero la FPF anunció la salida de Jorge Fossati, que dejaba de ser el técnico de la selección peruana. Exactamente 30 días después, desde Videna anunciarían a Óscar Ibáñez como técnico interino.
¿Por qué se han cumplido cuatro meses sin un nuevo Oblitas? La razón principal es que en Videna apuestan por un proyecto a largo plazo para el 2030. El proyecto implica una sola cabeza visible que lidere a todas las selecciones nacionales, esto implica menores y la selección mayor. Es decir, alguien que asuma el puesto de Ibáñez y Chemo, pero también el de Oblitas: 3×1.

El gran problema de la directiva liderada por Lozano es que no han logrado encontrar el perfil ideal en el exterior. O mejor dicho, no han hallado a un entrenador de buena reputación que se compre el pleito y acepte llegar a Videna, mucho menos, a meses de las elecciones presidenciales (serán en diciembre).
Mientras encuentran uno, las esperanzas reposan en Ibáñez en la selección adulta, colera de las Eliminatorias y casi eliminada del Mundial 2026 a falta de cuatro partidos. Sin nadie que decida en menores ni mayores, las decisiones recaen en Lozano, quien sin Chemo, ni Oblitas, pocas opciones tiene para consultar. Franco Navarro, gerente de selecciones, es una fuente de consulta. Aunque mucho menos experimentada que cualquiera de la lista de ausentes.
El sueño máximo es que Ibáñez haga un buen papel en lo que resta de las Eliminatorias y sea capaz de asumir un proyecto al 2030. Sí, Ibáñez es el plan B bajo el pensamiento Lozano. La idea de que sea una especie de ‘Scaloni peruano’ lo seduce. Y con ello, la idea de ahorrar los millones que en Videna ya no tienen.
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