Martes, Diciembre 24

El Perú atraviesa una etapa de alto dinamismo económico, social y tecnológico que desafía a los líderes empresariales a evolucionar y adaptarse para garantizar la sostenibilidad y competitividad de sus organizaciones. Según las cifras presentadas, el crecimiento del PBI para 2024 se sitúa entre 2,5% y 3%, reflejando la desaceleración global y la incertidumbre política interna. Este contexto exige un liderazgo ágil y resiliente, con alta capacidad de decisión. La transformación digital ha redefinido las reglas del juego. Solo el 40% de las empresas peruanas han iniciado procesos de digitalización efectiva, según el INEI.

Los líderes deben priorizar inversiones en tecnología, capacitación y la creación de una cultura digital, crucial para sobrevivir en un mercado donde la automatización y la inteligencia artificial son cada vez más relevantes.

En el aspecto social, el Perú enfrenta desigualdades persistentes: el 25,9% de la población vive en condiciones de pobreza, según cifras publicadas. Este desafío demanda líderes con una visión inclusiva, capaces de integrar estrategias de responsabilidad social que generen impacto positivo en las comunidades y refuercen el tejido social, con un sólido refuerzo de valores, que parecen haberse perdido. Además, el cambio climático es una amenaza inminente. Con un país altamente vulnerable a fenómenos como El Niño, los líderes deben adoptar prácticas sostenibles y fomentar cadenas de suministro que minimicen los riesgos, asegurando la continuidad del negocio y la atención de sus clientes.

En este panorama, el liderazgo no solo implica tomar decisiones estratégicas, sino también cultivar habilidades blandas. La empatía, la comunicación asertiva, el foco en la ejecución y la adaptabilidad son esenciales para inspirar equipos diversos y multiculturales. Así, en el camino hacia 2025, los líderes empresariales en el Perú deben convertirse en agentes de cambio, abrazando la innovación y resiliencia, acelerando la productividad, fortaleciendo la cohesión social y actuando con responsabilidad y ética inquebrantables. Solo así podrán construir organizaciones resilientes en un país en plena transformación.

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