Carol Núñez Vélez
Comunicadora y psicóloga
En un contexto marcado por la sobreinformación, la polarización y la velocidad de las redes sociales, las estrategias de Relaciones Públicas (PR) ya no pueden limitarse a emitir comunicados o gestionar apariciones mediáticas. Hoy, el PR se ha convertido en una disciplina estratégica que articula reputación, narrativa y credibilidad, tres activos intangibles que definen la sostenibilidad de instituciones, empresas y figuras públicas.
Una de las estrategias centrales del PR contemporáneo es la gestión proactiva de la reputación. No se trata solo de reaccionar ante crisis, sino de construir, de manera constante, una imagen coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Las organizaciones que entienden esto trabajan sus valores, su propósito y su impacto social como parte de un relato sostenido en el tiempo. La reputación ya no se “maquilla”: se demuestra con acciones verificables y consistentes.
Otra estrategia clave es el storytelling estratégico. En un ecosistema donde la atención es limitada, los mensajes fríos o excesivamente técnicos pierden eficacia. El PR actual traduce información compleja en historias comprensibles, humanas y relevantes. Esto no implica manipulación, sino contextualización. Contar bien una historia, desde datos reales y fuentes confiables. permite generar identificación, empatía y recordación, elementos fundamentales para posicionar una marca o una causa.
La segmentación de públicos también ha adquirido un rol protagónico. Ya no existe un “público general” homogéneo. Las estrategias de PR eficaces identifican audiencias específicas, comprenden sus intereses, lenguajes y plataformas, y adaptan los mensajes sin perder coherencia institucional. Lo que se comunica a la prensa tradicional no es necesariamente lo mismo que se comunica en redes sociales, y eso exige planificación, análisis y criterio profesional.
En paralelo, la gestión de crisis sigue siendo un pilar inevitable del PR. Sin embargo, las crisis actuales son más rápidas, más visibles y más difíciles de controlar. El silencio prolongado, la negación o la confrontación suelen agravar el problema. Las mejores estrategias priorizan la transparencia, la rapidez y la responsabilidad comunicativa. Reconocer errores, explicar decisiones y mostrar voluntad de corrección suele ser más efectivo que intentar imponer una versión única de los hechos.
Finalmente, no se puede hablar de PR sin mencionar la credibilidad. En tiempos de desinformación y fake news, las Relaciones Públicas tienen el desafío ético de no cruzar la línea entre persuasión y engaño. Una estrategia de PR sólida se apoya en información verificable, voceros preparados y relaciones honestas con los medios y la ciudadanía. Sin credibilidad, cualquier estrategia, por creativa que sea, está destinada al fracaso.
En suma, las estrategias de PR hoy exigen más análisis, más ética y más visión a largo plazo. Ya no basta con “salir bien en la foto”; lo fundamental es sostener una narrativa coherente que resista el escrutinio público y fortalezca la confianza social.













