El Perú cierra el 2025 con un desafío que involucra a las instituciones, empresas y a la ciudadanía: recuperar la confianza. No se trata solo de un clima social, sino de un pilar que sostiene la estabilidad y permite proyectar un futuro común. Una encuesta de Datum realizada este año reveló que el 89% de peruanos siente que el país no tiene un rumbo definido, una cifra que invita a reflexionar con responsabilidad sobre el camino que debemos construir.
La confianza es la base que hace posible el desarrollo. Cuando existe, facilita acuerdos, ordena prioridades y permite avanzar con claridad. Cuando falta, todo se vuelve más incierto y las decisiones se vuelven más difíciles. Por eso, el 2026 representa una oportunidad para reenfocar esfuerzos.
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En esa línea, reactivar la confianza implica volver a los principios esenciales. Por ejemplo, debemos ofrecer seguridad y permitir que las personas y las organizaciones proyecten sus decisiones con estabilidad. Las sociedades que progresan lo hacen porque sus reglas se mantienen firmes y sus mensajes son coherentes en el tiempo.
La transparencia es otro pilar fundamental. Comunicar con claridad, simplificar procesos y brindar información accesible fortalece la credibilidad institucional y crea un entorno donde las dudas disminuyen y la colaboración se vuelve más natural.
La coherencia también es decisiva. La confianza se construye cuando lo que se dice coincide con lo que se hace, cuando los compromisos se cumplen y cuando las acciones reflejan responsabilidad. La coherencia es un lenguaje que todos entienden y valoran, porque transmite seriedad y convicción.
La ejecución efectiva, por su parte, es la expresión concreta de todos esos principios. Proyectos que avanzan, servicios que funcionan e iniciativas que se sostienen en el tiempo generan señales claras de estabilidad.
Nada de esto es posible sin colaboración. La confianza crece cuando distintos actores identifican propósitos comunes y trabajan de manera articulada. Cada sector aporta una mirada distinta, y esa diversidad enriquece la búsqueda de soluciones que beneficien al país.
Desde AJE creemos en ese camino. La integridad, el trabajo cercano con las comunidades y la construcción de alianzas de largo plazo son parte de nuestra forma de generar valor. Sabemos que la confianza no se impone, sino se cultiva con hechos, con perseverancia y con un compromiso genuino por el desarrollo del país.
El 2026 será un año decisivo. Si situamos la confianza —junto con la predictibilidad, la transparencia y la responsabilidad— en el centro de nuestras decisiones, podremos avanzar hacia un Perú más estable, competitivo y unido.
Porque, finalmente, hacer empresa también es hacer país, y ningún país encuentra su rumbo sin la fuerza de la confianza.













