En la tarde del lunes 29 de agosto de 1960, la imagen de Santa Rosa de Lima fue trasladada en una emotiva procesión desde el templo de Santo Domingo, en la que se resguardada, hasta la “Basílica Metropolitana” (Catedral de Lima).
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En ese paseo solemne y litúrgico, los estudiantes de los colegios Divino Nazareno y Santo Tomás de Aquino, así como los cadetes de la Guardia Civil y Policía y de la Escuela Militar de Chorrillos, coreaban los más hermosos cánticos de alabanza a la santa limeña, acompañados de bandas de músicos que animaban aún más el sentimiento religioso de los concurrentes.
Pero lo más vistoso fue observar el Anda de Santa Rosa de Lima adornada con grandes macizos de flores naturales y cirios, y cargada en hombros por guardias de las diversas unidades policiales; detrás del Anda, el Prior y sacerdotes dominicos revestidos de sus correspondientes ornamentos, y cerrando el desfile una inmensa masa de fieles, que avanzaba a la vez que rezaba el Rosario. (EC, 30/08/1960)
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En ese ambiente cargado de religiosidad, devoción y fe, se realizaban en paralelo los últimos preparativos para la apertura oficial del puente “Santa Rosa de Lima”, un trabajo vial exclusivo del Concejo Provincial de Lima, que buscaba dar mayor fluidez vehicular y peatonal a los vecinos del Rímac y del Cercado de Lima.
Los llamados vecinos del “otro lado del río” eran los más regocijados con la obra que el alcalde de Lima de esos años, el doctor Héctor García Ribeyro, había ejecutado con empeño funcional. Ellos habían sido testigos del inicio de las obras, el 29 de noviembre de 1958 y de los acabados durante la primera mitad de 1960.
El puente Santa Rosa estaba reluciente esa mañana del 30 de agosto, a la espera de su inauguración en la noche. Sus 163 metros de longitud, “con cuatro tramos iguales, de 35 metros de luz cada uno” se revelaban como únicos en Lima de esos años. Era un puente doble, es decir, con dos pistas de nueve metros de ancho cada una, con sentido de ida y vuelta. (EC, 30/08/1960)
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El Comercio detalló las características del nuevo puente para Lima, el cual contaba además con “un sardinel de 50 centímetros y a ambos lados veredas de 2 metros 35 centímetros cada una. Todo ello hace un ancho total del puente de 23 metros 70 centímetros”.
Tenía, por cierto, una altura máxima sobre el lecho del río que era de 15 metros. Era un puente muy sólido y seguía el eje de la avenida Tacna. Sobre él podían estar “trailers hasta de 36 toneladas”, resumía el diario decano, añadiendo que el costo había sido de 11 millones soles.
La mano de obra fue enteramente nacional, y el cuerpo de técnicos también. En total, fueron 250 personas, entre técnicos, empleados y obreros, que trabajaron arduamente en el puente santarosino. Hasta los materiales de construcción provenían de empresas nacionales. Su utilizaron 182 toneladas de hierro, 64 mil bolsas de cemento, 44 mil metros cúbicos de arena y ocho mil metros cúbicos de piedra. (EC, 30/08/1960)
La iluminación provenía de 30 postes ornamentales curvos; de luz blanca de mercurio de arranque instantáneo, y con barandales de un 1.50 metros de alto, de aluminio a prueba de oxidación, indicaron los expertos.
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La noche del martes 30 de agosto de 1960, el invitado central de la ceremonia fue, por supuesto, el presidente de la República, Manuel Prado Ugarteche, quien fue recibido –entre aplausos y silbidos, según El Comercio– con la “Marcha de Banderas”, ejecutada por la banda de músicos de la Guardia Republicana. El presidente Prado había visto en persona el comienzo de la construcción dos años antes.
Al lado del primer mandatario, estuvo el inquieto y documentado alcalde de Lima, el doctor García Ribeyro, quien en su discurso recordaría que en tiempos del presidente y caudillo Ramón Castilla, ya el escritor Manuel Atanasio Fuentes (“El Murciélago”) había pedido para la ciudad “un nuevo puente al lado de Santa Rosa de los Padres”. Recién, un siglo después, se hacía realidad ese sueño. (EC, 31/08/1960)
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La hora de inicio se pactó para las 6 y 45 de la tarde, minutos más, como siempre, el comienzo fue pasada las 7 de la noche. En la entrada del puente, desde la avenida Tacna con el jirón Lima, “frente a los restos tapiados de la antigua Iglesia de Santa Rosa”, se alzó el estrado oficial, donde también se acomodaron los ministros que se animaron a dar a cara al pueblo, y alguno que otro congresista del oficialismo. (EC, 31/08/1960)
Los del Rímac, cuyo distrito se creó en 1920, eran testigos privilegiados de ese momento histórico. Ellos vieron cómo se organizaban alrededor del estrado, tómbolas, castillos para quemar fuegos artificiales, desfile de antorchas y otros actos, pero antes debían de escuchar a las autoridades.
Con paciencia atendieron el discurso de ocasión del presidente Prado, del alcalde García Ribeyro y de su inspector de Obras Públicas, el arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca; y también escucharon al Obispo Auxiliar de Lima, monseñor José Dammert Bellido, quien dio la “Misa de Campaña” en un altar provisional, “que fue levantado al pie del muro que reemplaza lo que fue la entrada principal de la antigua iglesia de Santa Rosa”. (EC, 31/08/1960)
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Pese al esfuerzo de las autoridades, la gente andaba muy inquieta y desordenada, al punto que un padre Dominico, altoparlante en mano, debió solicitar orden en nombre de Santa Rosa de Lima para evitar accidentes. La masa de personas pugnaba por cruzar unas alambradas que habían puesto para proteger el estrado oficial, pero que les quitaba visión. Ya calmados, todos pudieron ver cómo el Arzobispo de Lima, monseñor Juan Landázuri Ricketts, bendecía el puente Santa Rosa.
El Rímac, distrito de festejos por antonomasia (solo las fiestas en las Pampas de Amancaes eran suficiente antecedente), fue embanderado esa jornada del 30 de agosto de 1960. Y para no quedar rezagado con las potentes luces del nuevo puente Santa Rosa de Lima, también fueron iluminadas especialmente sus calles principales. (EC, 31/08/1960)
Apenas las autoridades terminaron de develar las placas conmemorativas del puente y cortaron la cinta inaugural, los aplausos de las miles de personas allí congregadas, las vivas a Santa Rosa y la alegría popular invadieron los ánimos de todos los asistentes. Empezaba lo que se denominó entonces la “Noche Buena Criolla”, un espectáculo para el público y al aire libre.
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Prado y García Ribeyro recorrieron juntos en auto el pavimento del puente, de Lima al Rímac y del Rímac a Lima, y detrás de ellos, vecinos, escolares, agentes policiales, comerciantes, padres y madres de familia, niños, vivieron la emoción de dar los primeros pasos sobre el nuevo puente.
Hubo paseo de antorchas de los estudiantes de la Gran Unidad Escolar Ricardo Bentín y del Colegio Manuel Pardo, con sus eternos uniformes color caqui. Ellos fueron aclamados por el gran público rimense y limeño. Pero para el público asistente, que venía de los dos lados del puente, la fiesta recién había comenzado.
No solo era celebrar la apertura de una nueva vía para cruzar el viejo río Rímac sino también festejar el día de Santa Rosa de Lima. Así, todos se dirigieron a la zona del nuevo puente donde se instalaron carpas de vivanderas, de tómbolas, de feria de objetos típicos, y de los concursos de música criolla y hasta de juegos mecánicos para los menores.
“El trajín de los concurrentes fue intenso, particularmente en las tómbolas”, indicaba El Comercio. (EC, 31/08/1960). Las bombardas y más fuegos artificiales iluminaron aún más el cielo limeño desde la avenida Tacna hasta el jirón Virú, por donde ya la gente, veleta como siempre, iba y venía por el puente Santa Rosita, a pie o en auto solo por darse el gusto de hacerlo. Hasta la medianoche.
Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.
En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.
Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.