Rusia, a través del portavoz Dmitri Peskov, rechazó rotundamente la veracidad del reporte y lo calificó de “bulo”, de acuerdo con la agencia EFE, aunque reconoció que este tipo de retórica “no es nueva”. Desde Moscú sostienen que se trata de un intento más por deteriorar las posibilidades de diálogo entre ambos países.
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Según el medio británico, Trump no habría hecho la pregunta como una sugerencia aislada, sino como parte de una estrategia para “hacerles sentir el dolor a los rusos” y forzar un eventual proceso de negociación. Zelenski, siempre según el periódico británico, respondió que solo podrían atacar esas ciudades si EE.UU. les proporciona armas de largo alcance.

Sin embargo, este martes 15, el propio Trump pareció desmarcarse de esa versión. Consultado por periodistas en la Casa Blanca sobre si Ucrania debía atacar Moscú, respondió tajante: “No debería”. También negó tener planes de enviar misiles de largo alcance: “No, no estamos buscando hacerlo”, dijo.
La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, minimizó la publicación del Financial Times y acusó al medio británico de ser conocido por “sacar palabras de contexto”. Pese a ello, el diario sostiene que Trump sí habló con Zelenski el 4 de julio y que incluso mencionó los misiles ATACMS en esa conversación, citando a dos fuentes al tanto de la llamada.
En paralelo, Trump ha endurecido su postura pública: ha prometido el envío de armas a Ucrania a través de aliados europeos y ha lanzado un ultimátum a Moscú, advirtiendo que, si en 50 días no se alcanza una solución, impondrá aranceles “severos” a los productos rusos.
El Comercio consultó a dos analistas internacionales sobre la verosimilitud de la propuesta y sus implicancias: ¿podría Trump realmente haber planteado atacar ciudades rusas? ¿Es posible una escalada mayor en el conflicto?
Frustración más que amenaza
“Estamos hablando de una persona que no se caracteriza por tener un tipo de raciocinio muy lineal”, señala Ignacio Cardone, internacionalista y docente del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP. Para él, lo dicho por el mandatario republicano a su par ucraniano no se trataría necesariamente de una orden, sino de una frase abierta a múltiples interpretaciones. “Podría haber sido una pregunta por curiosidad, por preocupación o incluso por cálculo. Sin el contexto completo, es difícil saber si fue una insinuación o una simple inquietud”.

Cardone considera que el actual comportamiento de Trump se explica por una creciente frustración. “La situación en Ucrania no lo afecta directamente, sobre todo porque ha dejado de apoyarlos activamente y con recursos propios. Realmente no hay nada en la evolución del conflicto que lo afecte, más allá de su imagen y lo que él esperaba lograr y no ha conseguido”, apunta.
Sin embargo, el internacionalista advierte que Trump ya no tiene muchas cartas para jugar. “No es como con Netanyahu –con quien tuvo un exabrupto porque no hacía lo que pedía–, donde EE.UU. sí tenía herramientas de presión. Rusia no depende de Estados Unidos. Y esa es una carta que Trump no está sabiendo jugar”.
Consultado sobre si Moscú podría verse realmente amenazado por los anuncios de Trump, el docente es enfático: “No hay nada en el anuncio que represente un parteaguas para Rusia. Ni el envío de armamento avanzado, ni las sanciones”. A su juicio, la reacción del Kremlin —que minimizó la noticia— no es casual. “Rusia reacciona como suele reaccionar. No están especialmente preocupados”.
Tampoco ve incentivos reales para que Putin acepte negociar en los próximos 50 días. “Rusia sigue avanzando, ganando terreno. La mano ganadora, hoy, la tiene Moscú”, afirma Cardone. “No le veo ninguna ganancia estratégica a que Rusia llegue a una salida negociada ahora”.
“Nadie —ni en Rusia, ni en Estados Unidos, ni en la OTAN— quiere que este conflicto se desborde. Trump parece estar aplicando una lógica de negocio: usar lo que tenga a mano como palanca para forzar una negociación”, sostiene.
Una cruda realidad
Para Alonso Cárdenas, internacionalista y profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), un ataque de Ucrania a Moscú no solo sería riesgoso, sino técnicamente inviable sin el involucramiento directo de potencias occidentales.
“Ucrania no está en la capacidad, ni militar ni técnica, de lanzar misiles de largo alcance como los ‘Tomahawk’ por su cuenta. Ese tipo de armamento necesita sí o sí el apoyo satelital y operativo de Estados Unidos”, explica. Lo mismo, añade, aplica para los misiles británicos ‘Storm Shadow’ o los estadounidenses ATACMS.
En ese sentido, Cárdenas considera que un ataque sobre Moscú o San Petersburgo implicaría, de facto, un involucramiento directo de Washington o Londres en el conflicto. “Eso abriría una caja de Pandora tremenda, muy difícil de controlar”, advierte.
Desde su punto de vista, Trump está intentando sostener su promesa de acabar con la guerra, pero sin comprometer recursos ni enfrentarse al Congreso. “Lo que está haciendo es tercerizar: vender armas a Europa para que sean los europeos quienes se las entreguen a los ucranianos. Es una lógica de hombre de negocios”, dice.

El problema, agrega, es que esa fórmula genera tensiones internas, especialmente en Europa. “Hace pocas horas, el primer ministro francés anunció recortes severos en sanidad para financiar el gasto militar. Eso va a provocar protestas sociales. Comprar armas a costa de salud, pensiones y educación no va a pasar desapercibido”.
Consultado por este Diario sobre una posible estrategia de salida, Cárdenas apunta a una cruda realidad: “Rusia tiene las ganancias estratégicas en este momento. Para evitar que siga muriendo gente, lo que queda es negociar la rendición en los mejores términos posibles para Ucrania”.
Pero advierte que ese margen se achica cada día, a medida que las fuerzas rusas ganan terreno. “Trump necesita mantener su promesa política y quizás por eso presiona a Zelenski a reconocer que no va a ganar la guerra. Cuanto antes lo haga, más habrá para negociar”.
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