Así como Lino, los porteros y vigilantes de edificios y vecindarios son el primer eslabón para prevenir la inseguridad ciudadana, pues están atentos a reportar cualquier comportamiento sospechoso. No obstante, no son pocas las ocasiones en las que, ante la falta de respuesta de las autoridades, arriesgan su vida para evitar un delito. Su labor excede las 12 horas durante 6 días de la semana.
“En junio [del 2023], un chico casi fue secuestrado cuando salió a las 2 a.m. del edificio y dos personas intentaron meterlo a un carro estacionado en la puerta. Salí a la calle mientras marcaba al serenazgo y grité fuerte por auxilio. Dos policías que estaban cerca corrieron y controlaron la situación, así que levanté del suelo al joven y lo regresé al edificio”, narra Lino.
El vigilante lechucero
Cuando el sol se oculta, Miraflores se convierte en el epicentro de la vida nocturna limeña y miles de personas llegan al distrito para entregarse a la diversión hasta el amanecer. Todo lo contrario para Edwin Izaguirre (57), quien inicia su turno de 12 horas a las 7 p.m. en un edificio de la calle Tripoli. Lleva 25 años trabajando en el rubro de seguridad.
La disciplina que ha forjado a lo largo de este tiempo le impide pegar el ojo toda la noche, mientras que muchos de sus colegas sucumben al sueño o, según afirma, algunos aprovechan para irse de fiesta. “Principalmente, los más jóvenes se escapan en la madrugada y uno tiene que quedarse ‘pegado’, es decir, trabajar todo un día para cumplir su turno, porque ya no regresan”, relata.
“Entre 2 a 4:30 a.m. se dan las ‘horas del sueño’ de los vigilantes, el horario que más aprovechan los delincuentes para meterse a casas y edificios. En ese tiempo, reviso a cada rato las cámaras para detectar un movimiento extraño y salir a verificar lo que pasa si es necesario”, explica Edwin.
Sabe que mantener su puesto depende de la confianza de los vecinos del edifico. Por eso, Edwin busca ganarse su respeto cada día con su labor sin importar si también le pide ayuda para subir las bolsas del mercado u otros recados. “Me tomo mi trabajo en serio y trato de forma gentil a los vecinos, así como ellos lo hacen conmigo”, afirma.
Aliados de la prensa
El trabajo de los porteros y vigilantes no solo los convierte en grandes socios para la policía y el serenazgo distrital, sino también para el periodismo.
El 18 de marzo del 2023, Sergio Tarache Parra intentó quemar viva a Katherine Gómez cerca de la Plaza Dos de Mayo, ocasionando su muerte seis días después. Una cámara de videovigilancia de la Municipalidad de Lima en la segunda cuadra de la Av. Óscar R. Benavides lo captó escapando por esta vía; sin embargo, se desconocía su rumbo posterior.
El Comercio reconstruyó su huida y reveló que Tarache continuó su escape por el jirón Ascope sin ser perseguido. Esto fue posible gracias al apoyo de Luis Páez (41 años), quien brindó acceso a las imágenes de una cámara del condominio que resguarda. Tarache pasó frente sus ojos.
“Fue sospechoso verlo corriendo, pero no imaginé que aquel muchacho había hecho algo tan terrible. Cuando me enteré, busqué una forma de apoyar y por eso permití que revisen las cámaras”, narra.
Luis llegó el 2018 desde Venezuela y desde entonces funge de portero y vigilante en un condominio que habitan más de 170 familias. Sabe que carga a cuestas una gran responsabilidad, pues debe prevenir a los vecinos de los ladrones de celulares que circulan por el Jr. Ascope rumbo al centro comercial Las Malvinas y evitar el ingreso de ladrones al condominio en la madrugada.
No es exagerado decir que Luis cumple una labor sacrificada. Si bien la administración del condominio le paga el sueldo mínimo, no recibe otros beneficios laborales que determina la ley. Asimismo, algunos vecinos han menospreciado su labor.
“A pocos les nace servir a los demás y no todos lo valoran. A mí me han llamado ‘muerto de hambre’ por cumplir con la orden de no abrirle la puerta a quienes no pagan cochera. Pero esta es mi responsabilidad y mi compromiso está con todos los vecinos”, afirma.
Red de cooperantes
José Bendezú (49) y Porfirio Godoy (69) llevan más de 25 años vigilando el Jr. Enrique Salazar y el Jr. Los Alguaciles en Surco, respectivamente. Pese a que ambos han querido ‘colgar el silbato’ en más de una ocasión, cada fin de año los vecinos insisten para que permanezcan doce meses más al cuidado de los jirones.
José aprendió a ganarse pacientemente el respeto de las familias. Siempre ha sido servicial con los vecinos, incluso con aquellos que no contribuyen con su salario. “Hace seis años intentaron robar una casa en la segunda cuadra [Jr. Enrique Salazar]. Un carro negro se estacionó y bajó un ‘choro’ para maniobrar la chapa de la puerta. Yo los vi desde mi caseta y ‘al toque’ hice sonar mi silbato. Los vecinos empezaron a gritar, así que los ‘choros’ se fugaron. La familia de esa casa estaba de vacaciones. Ellos no me pagaban. Cuando regresaron, les expliqué todo lo que había pasado y desde entonces me tienen un tremendo cariño”, narra.
La labor de José y Porfirio fue favorecida el año pasado gracias a la ‘Red de cooperantes de seguridad’, una estrategia entre la Municipalidad de Surco y la Policía Nacional (PNP) para capacitar a más de 440 vigilantes de cuadra y registrarlos como aliados de las acciones de seguridad en el distrito. Además, ellos reciben capacitaciones en técnicas de vigilancia, reportes de emergencias, primeros auxilios y defensa civil.
Así también, la Municipalidad de San Isidro registró el año pasado a más de 200 vigilantes de urbanizaciones, condominios, edificios y zonas financieras en su red de alerta de la Central de Comunicaciones para que avisen de eventuales hechos delictivos o acciones sospechosas que observen en sus zonas de trabajo.
Por otro lado, la Municipalidad de Miraflores empadronó a 60 conserjes de edificios, 120 vigilantes particulares de calles y personal de 10 empresas de seguridad privada para sumarlos como aliados la labor de la comuna para reducir los riesgos y actos delictivos.
¿Qué ley ampara sus derechos?
Existe una característica en común entre los vigilantes de cuadras y los porteros de edificios: su labor les demanda 12 horas diarias, como mínimo, durante 6 días de la semana. Algunos como José y Porfirio trabajan en el turno de día. Otro como Luis, Edwin y Lino pernoctan para cuidar el sueño de los vecinos.
Esto afecta su rutina de sueño. Los vigilantes y porteros entrevistados a El Comercio que cada solo duermen entre 4 a 5 horas diarias. Quienes trabajan durante toda la noche tienen mayores dificultades para conciliar el sueño al llegar a casa. “Mis domingos son sagrados, porque es el único día en el que puedo dormir bien”, subraya Lino.
Edwin trabaja para una empresa de administración de edificios. Por su parte, Luis, José, Lino y Porfirio fueron contratados por las juntas de propietarios de los edificios y vecindarios que vigilan.
Jorge Toyama, abogado laboralista, explicó a El Comercio que los vigilantes y porteros empleados por los vecinos están amparados por el régimen laboral general. En consecuencia, salvo el pago de utilidades, merecen los mismos derechos que recibe todo trabajador: remuneración no menor al sueldo mínimo (S/1025), vacaciones, 2 gratificaciones, CTS, seguro de salud y su afiliación a la ONP o una AFP.
“Que no esté inscrita en registro públicos o que no cuente con un RUC no son impedimentos para que una junta de propietarios incumpla con todos los derechos laborales de un vigilante. Si esto ocurre y existe un reclamo a Sunafil, la junta recibirá una multa, que puede ascender hasta el valor de 5 UIT’s (S/25.750)”, explica.
Para César Ortiz y Frank Casas, especialistas en seguridad ciudadana, la labor preventiva y disuasiva de la inseguridad ciudadana que cumplen los vigilantes y porteros solo es efectiva en la medida que obtengan todos los derechos laborales.
Asimismo, Ortiz sostiene que sus empleadores fomenten que reciban capacitaciones en materia de seguridad, reporte de delitos y primeros auxilios. Casas agrega que las municipalidades deben brindar capacitación para los vigilante y porteros de su distrito con el objetivo de que se integren a sus estrategias contra la inseguridad.