Sábado, Marzo 15

Si viste It Ends with Us, la película protagonizada por Blake Lively y Justin Baldoni, basada en la novela de Colleen Hoover, seguramente te impactó la historia de Lily Bloom. Una mujer atrapada en el doloroso dilema de amar a alguien que la lastima, mientras lucha por no repetir el ciclo que presenció en su infancia. Lo más inquietante de esta y muchas otras historias plasmadas en el cine y la literatura, es que reflejan una realidad que muchos vivimos sin darnos cuenta: la repetición de patrones en nuestras relaciones, aún cuando sabemos que nos hacen daño.

¿Por qué nos cuesta tanto romper con estas dinámicas? ¿Por qué seguimos eligiendo parejas o relaciones que nos hacen sentir insuficientes, desgastados o atrapados en un ciclo de dolor? La respuesta es compleja, pero tiene raíces profundas en nuestra historia emocional, nuestras creencias sobre el amor y la forma en que aprendimos a vincularnos desde pequeños.

Como Lily, muchos juramos que nunca caeremos en los mismos errores, pero, de alguna manera, terminamos repitiendo el guion. Es como si el pasado nos persiguiera, disfrazado de nuevas oportunidades, nuevas personas y nuevas historias, pero con el mismo desenlace. Esto ocurre porque nuestros patrones de relación no dependen solo de la lógica o la voluntad, sino también de heridas emocionales, miedos y mecanismos inconscientes que nos llevan a buscar lo familiar, aunque sea dañino.

La buena noticia es que este ciclo no es un destino inevitable. Al igual que Lily en It Ends with Us, podemos tomar conciencia, cuestionar nuestras elecciones y, lo más importante, decidir que el ciclo termina con nosotros.

¿Por qué repetimos patrones en nuestras relaciones?

Según explicó Sinthia Calle Ramos, psicoterapeuta del servicio de orientación psicológica de SANNA Dr. Online a Bienestar, los patrones de conducta se aprenden desde la infancia y están profundamente arraigados en nuestras creencias y emociones. Aunque racionalmente sepamos que una relación es disfuncional, emocionalmente nos sentimos cómodos con lo familiar, lo que nos lleva a repetir dinámicas, incluso si son dañinas.

“Estos patrones se convierten en esquemas internos inconscientes. Desde niños aprendemos formas de vincularnos, ya sea por observación, experiencia directa o necesidades emocionales insatisfechas, que se quedan grabadas en nuestra mente. Aunque seamos conscientes de que un patrón nos hace daño, la familiaridad inconsciente nos impulsa a repetirlo, ya que el cerebro tiende a preferir lo “conocido” antes que lo “desconocido”. Por ello, salir de estos ciclos requiere un esfuerzo consciente para desafiar nuestra zona de confort emocional”, expresó Juan José Soza Herrera, psicólogo y docente de Continental Florida University.

Por su parte, Juan Pablo Ponce, psicólogo y decano del Colegio de Psicólogos del Perú, Consejo Directivo Regional de Cusco y Madre de Dios, aseguró que elegimos el mismo tipo de relación una y otra vez debido a la repetición compulsiva, un mecanismo psicológico que nos lleva a recrear situaciones pasadas con la esperanza inconsciente de obtener un desenlace diferente. Además, internalizamos modelos de amor y relaciones observados en la infancia, lo que nos impulsa a replicarlos en la vida adulta.

¿Cuáles son los factores que moldean nuestros patrones relacionales?

Los patrones relacionales que desarrollamos en la vida adulta están profundamente influenciados por nuestras experiencias tempranas. De acuerdo con Soza, la manera en que fuimos cuidados, la estabilidad emocional que recibimos y los modelos de vinculación que observamos en nuestros padres o cuidadores establecen la base de nuestras relaciones futuras.

Por ejemplo, si en la infancia aprendimos que el afecto se obtiene mediante la sumisión o el conflicto, es probable que busquemos relaciones donde esas dinámicas se repitan. De igual forma, si nuestros modelos primarios mostraron relaciones basadas en la confianza y el respeto, es más probable que adoptemos patrones saludables.

En esta misma línea, Patricia Cortijo, psicóloga de la Clínica Internacional afirmó que, los estilos de apego impactan la manera en la que nos vinculamos en la adultez. “Quienes desarrollan un apego ansioso e inseguro tienden a buscar constante validación y pueden tolerar relaciones poco saludables, mientras que las personas con apego evitativo suelen distanciarse emocionalmente, dificultando la conexión con los demás”.

Asimismo, la cultura y el contexto social son dos elementos claves, pues desde temprana edad, absorbemos normas y expectativas sobre el amor, los roles de género y la dinámica de pareja, muchas veces idealizadas y poco realistas. Modelos románticos basados en el sacrificio, la idea de que el amor lo supera todo o que nuestra pareja debe “completarnos” pueden llevarnos a tolerar comportamientos dañinos o a mantener relaciones insatisfactorias por miedo a la soledad o la presión social, sostuvo Juan Pablo Ponce.

“Los medios de comunicación refuerzan estas creencias al representar relaciones en las que se normalizan la dependencia emocional, el control y la falta de límites saludables. Esto influye en la manera en que interpretamos nuestras propias experiencias, haciendo que la idealización de la pareja nos impida reconocer señales de alerta o establecer límites adecuados. De la misma manera, el miedo al abandono o a estar solos, puede ser tan poderoso que nubla nuestro juicio, llevándonos a priorizar la compañía sobre el bienestar emocional”.

Las heridas emocionales sin sanar también influyen en nuestras relaciones al hacer que proyectemos en la pareja el daño no resuelto en el pasado. Esto puede generar dinámicas poco saludables, donde reaccionamos desde el dolor en lugar de la razón. Como recalcó el experto de Continental Florida University, estas funcionan como “zonas sensibles” que, al activarse, desencadenan respuestas automáticas basadas en viejos mecanismos de defensa. Si no las sanamos, es como tener una herida abierta que reacciona ante cualquier roce, afectando la estabilidad emocional y la calidad de nuestras relaciones.

Además, la autoestima y la seguridad personal desempeñan un papel fundamental en nuestras relaciones. Básicamente, como indicó Carmen Bravo de Rueda, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, nuestra autopercepción influye en la toma de decisiones, por lo que una visión negativa de nosotros mismos puede llevarnos a aceptar menos de lo que merecemos. Cuando creemos que no somos dignos de amor, es más probable que normalicemos malos tratos o busquemos validación externa. Esta falta de confianza nos hace justificar actitudes perjudiciales y aceptar cualquier tipo de atención, incluso si es dañina.

¿Cuáles son los patrones más comunes en las relaciones de pareja?

De acuerdo con Patricia Cortijo y Juan Pablo Ponce, en las relaciones de pareja, es frecuente que se repitan ciertos patrones de comportamiento que pueden afectar la dinámica y la estabilidad de la relación. Entre los más comunes encontramos:

  • Patrón de dependencia: Cuando vemos que una persona se vuelve excesivamente dependiente de la otra para su bienestar emocional, depositando en su pareja la responsabilidad de su felicidad: “me siento bien si estoy contigo”. Esto puede llevar a dinámicas de control y manipulación.
  • Patrón de idealización y desilusión: Ocurre cuando una persona tiene expectativas poco realistas sobre cómo debería ser su pareja. Esto suele llevar a una fase de desilusión cuando la realidad no coincide con la imagen idealizada.
  • Patrón de roles fijos: Se presentan dinámicas como el “salvador” y la “víctima”, donde una persona asume siempre el rol de protector y la otra de quien necesita ser rescatado. Esto puede generar relaciones poco equilibradas y con dependencia emocional.
  • Patrón de evitación del conflicto: Algunas parejas prefieren evitar discusiones difíciles en lugar de afrontarlas de manera saludable. Con el tiempo, esto puede generar resentimiento y frustración acumulada.
  • Patrón de conflicto constante: En contraste con la evitación del conflicto, algunas parejas caen en discusiones recurrentes e intensas sin llegar a resolver los problemas de fondo, lo que desgasta la relación.
  • Patrón de falta de comunicación: Ocurre cuando uno o ambos miembros de la pareja evitan expresar lo que sienten por miedo a generar problemas. También se manifiesta cuando no se escucha activamente a la pareja, lo que puede dar lugar a malentendidos y resentimientos.
  • Falta de empatía: En este patrón, una persona se centra solo en sus propias necesidades y deseos sin considerar los sentimientos de su pareja. La falta de escucha y de comprensión mutua puede generar distancia emocional.

¿Cómo romper con patrones destructivos y construir relaciones más sanas?

Reconocer el patrón

Según la doctora Miluzka Maza, psicóloga clínica con formación en psicoterapia psicoanalítica de la Clínica San Felipe, el primer paso es tomar conciencia de que estamos atrapados en una dinámica dañina. Si no identificamos estos ciclos repetitivos, será difícil cambiarlos, incluso si los demás nos lo advierten.

Para ello, es útil hacernos preguntas como:

  • ¿Repito las mismas discusiones en mis relaciones?
  • ¿Elijo parejas con perfiles similares (celosos, distantes y/o controladores)?
  • ¿Siento que siempre reacciono de la misma manera ante ciertos conflictos?

Además, Juan José Soza señaló que, es importante reconocer nuestras propias “red flags” y las de nuestra pareja, como falta de respeto en la comunicación, intolerancia a nuestras necesidades o límites, manipulación emocional, celos excesivos, cambios bruscos de humor y conductas controladoras.

Cuestionar nuestras creencias sobre el amor

Muchas relaciones dañinas se sostienen en creencias erróneas sobre el amor. Algunas ideas distorsionadas incluyen:

  • “Si no me cela, no me quiere”
  • “El amor verdadero todo lo soporta”
  • “Siempre es mi culpa cuando algo sale mal en la relación”
  • “Mi pareja debe ser mi todo”

Trabajar en uno mismo antes de buscar una nueva relación

Tomarse un tiempo para reflexionar y fortalecer la autoestima es clave. Sin duda, realizar una pausa de las relaciones amorosas nos permite evitar repetir los mismos errores, sanar heridas emocionales, aprender a establecer límites y clarificar qué tipo de relación queremos realmente.

“Aunque no es obligatorio, sí puede ayudarnos a construir vínculos más conscientes y saludables”, agregó Soza Herrera.

Desarrollar herramientas para cambiar la dinámica

Para salir de un ciclo repetitivo, es fundamental fortalecer nuestras habilidades emocionales:

  • Autoconocimiento: Reflexionar sobre nuestras emociones y patrones.
  • Autoestima: Trabajar en la seguridad y amor propio.
  • Límites claros: Aprender a decir “NO” sin culpa.
  • Comunicación asertiva: Expresar necesidades sin miedo.
  • Red de apoyo: Rodearse de personas que promuevan relaciones sanas.
  • Terapia: Puede ayudar a cambiar creencias y mejorar habilidades emocionales.

“Para construir relaciones más sanas y equilibradas, podemos practicar algunas estrategias clave. Un buen punto de partida es llevar un diario emocional, donde registremos cómo nos sentimos en la relación para identificar patrones repetitivos. También es útil hacer una lista de valores y límites personales, lo que nos ayuda a distinguir qué aspectos son innegociables y en cuáles estamos dispuestos a ceder. A medida que avanzamos en este trabajo personal, notaremos cambios en nuestra forma de relacionarnos. En lugar de reaccionar con gritos, evasión o silencios prolongados, seremos capaces de gestionar los conflictos de manera más equilibrada y nos sentiremos seguros sin caer en altibajos emocionales o autosabotaje, y nuestras relaciones reflejarán este crecimiento. Como resultado, elegiremos parejas con quienes podamos construir vínculos basados en el respeto y el bienestar mutuo”, concluyó el psicólogo.

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