Autos a toda velocidad y sin control. Ese es el panorama que se vive cada jueves desde la medianoche en la Costa Verde. La noche de este último 21 de marzo, la nueva gestión de la Dirección de Tránsito de la Policía Nacional, a cargo del general PNP Javier Vela, impuso 50 papeletas, internó 11 vehículos y detuvo a un conductor como parte de un operativo contra piques ilegales.
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La infracción por hacer piques ilegales se sanciona con una multa de 1.236 soles y 100 puntos en el récord del conductor. Es decir, todos los participantes de estas carreras deberían tener el brevete inhabilitado. Pero la impunidad de estos sujetos ha estado intacta.
Desde el 2018 hasta enero del 2024, hubo cerca de 280 eventos de piques ilegales en la Costa Verde y en ese período solo se impusieron cinco papeletas de código M07, “por participar en competencias y eventos de velocidad no autorizados”, según cifras de la policía solicitadas por este Diario.
Vela indicó a El Comercio que la policía ya manejaba la información semanas atrás de que los días jueves se reúnen en la Costa Verde decenas de conductores que se dedican a hacer piques ilegales. Señaló que los operativos realizados en los últimos días son fruto del trabajo cooperativo de las diferentes divisiones de la Dirección de Tránsito de la Policía Nacional y otras unidades.
“La Dirección de Tránsito tiene varias divisiones. No solo está personal de tránsito que se ve en las calles, sino también tenemos, por ejemplo, la División de Prevención e Investigación de Robo de Vehículos, la División de Prevención e Investigación de Accidentes de Tránsito, entre otras. Con todas ellas se ha realizado un operativo conjunto. El personal policial ha participado en forma corporativa, con apoyo de la Región Lima para la cobertura y seguridad”, detalló.
Vela explicó que las intervenciones se realizan primero pidiendo la documentación correspondiente al chofer del vehículo. Se constata que tengan su licencia de conducir, el SOAT vigente y la tarjeta de identificación vehicular. Después de eso, se le coloca alguna papeleta si es que corresponde imponerle por alguna infracción.
“Se le multa si, por ejemplo, no tenía licencia de conducir, si se estacionó interrumpiendo el tránsito, etc. Ese día se impusieron un aproximado de 50 papeletas. El operativo duró casi hasta las 1 de la mañana”, precisó.
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El oficial PNP informó que los autos intervenidos se pusieron a disposición de la comisaría del sector, en la cual se continuará con el procedimiento. “Vamos a continuar este tipo de operativos, de toda maneras. Estos piques pueden originar una accidente en cualquier momento”, agregó.
Dueños de la calle
Durante varias semanas, El Comercio se infiltró en esta peligrosa red de piques ilegales: autos de alta gama que toman el control de la Costa Verde y realizan carreras no autorizadas y maniobras que ponen en riesgo su vida y la de cualquier transeúnte.
Esto ocurre cada jueves desde la medianoche, momento en el cual la Costa Verde se convierte en tierra de nadie. El objetivo de los conductores de estos autos es llevar al límite los velocímetros, romper normas y escapar de la policía.
El punto de reunión, antes de bajar al circuito de playas, es un grifo ubicado en el cruce de la calle Los Castaños con la avenida Javier Prado, en San Isidro, rodeado por edificios residenciales cuyos propietarios denuncian constantemente el exceso de ruido por los motores. Desde ahí se inicia una ruta por seis distritos a toda velocidad.
Los carros de lujo son exhibidos con euforia. Tesla Model Y, Audi R8, varios BMW, Porsche, Mustangs y Dodge Challengers llaman la vista. Más de un conductor no tiene licencia de conducir. No faltan las fotos, los videos, drones y música a todo volumen. El ruido de los motores estremece las calles y avenidas por donde pasan los autos y llega a varias cuadras a la redonda.
El Comercio siguió a un grupo que se reunió en San Isidro, hasta la calle Miguel Dasso, donde los estacionamientos son aprovechados mientras los conductores esperan algunos minutos antes de iniciar su noche de adrenalina e imprudencia. Varios superautos se posicionan uno tras otro.
El silencio de las calles vacías se llena de estruendos. Ingresan por Tudela y Varela. Cruzan tres cuadras, entran por Angamos Oeste. Una vuelta al parque Ernesto de Mora e ingresan por Mateo Pumacahua. El rumbo es claro: se dirigen hacia la Avenida del Ejército para llegar a la Costa Verde. Alcanzarlos es imposible.
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Lo que sucede luego es una situación de completo caos. Desde la altura del intercambio de la avenida Santa Rosa (La Perla), decenas de vehículos se estacionan en la berma de la Costa Verde: el circuito de playas pierde un carril completo. Carros convertidos en parlantes gigantes sueltan su música a máximo nivel haciendo que el ruido llegue a los edificios residenciales. Lo mismo sucede a la altura de Magdalena, dentro de otro grifo que se encuentra en la Costa Verde. El tumulto de jóvenes a pie invade un segundo carril, haciendo frenar en seco a varios conductores que buscan retornar a sus hogares.
A la altura de Miraflores, otro grupo se amontona. Música, alcohol y velocidad. En el lugar se encuentra el ‘by-pass’ de la subida de Armendáriz y un estacionamiento. Es el punto ideal para que la fiesta se mantenga y los conductores puedan optar por salir disparados hacia Chorrillos o subir a máxima velocidad hacia Barranco y la Vía Expresa.
El Comercio pasó tres jueves en este punto. La policía pasaba, exigía que se liberase el tránsito, pero nada ocurría. Uno tras uno, salen los carros a toda velocidad. Otros queman sus llantas antes de salir disparados, muchas veces perdiendo el control por un instante. Lo que eran tres carriles de una vía rápida se convierten en un embudo donde los dueños del caos deciden quién y cuándo pasa.