
En un mundo donde la música se desintegra en algoritmos y playlists eternas, Phonic se planta con una idea clara: lo que suena en el disco es lo que suena en vivo. Sin trucos ni atajos. Su más reciente sencillo, Ultraviolet, es la prueba de ello, una canción que nace del ensayo, de la experimentación y de ese pacto silencioso entre los instrumentos que solo se da cuando una banda toca de verdad.
“La música no puede ser un producto de fábrica”, menciona Raúl Ponce, vocalista de la banda, convencido de que cada canción debe tener una vida propia, desde la composición hasta la ejecución en el escenario. Por eso, Phonic trabaja sin una fórmula fija. Algunas veces la canción parte de una progresión de acordes y otras, de un beat de batería o un riff de bajo. Todo vale, siempre que la pieza final tenga alma.
Esa filosofía también se refleja en su forma de grabar. No hay pistas pregrabadas ni arreglos que no puedan tocarse en directo. “Si lo escuchas en el disco, mañana lo verás en vivo exactamente igual”, aseguran, fieles a la premisa de Prince: “Mi guitarra está conectada y mi volumen está arriba”. En tiempos donde los conciertos están llenos de secuencias y trucos digitales, su postura es casi un acto de resistencia.
A lo largo del tiempo, la banda ha evolucionado. Comenzaron como un cuarteto y, con la incorporación de un segundo guitarrista, han expandido su sonido sin perder la esencia. Ultraviolet es un adelanto de lo que vendrá en su próximo disco, un trabajo que busca consolidar su identidad sin encasillarse en etiquetas.

Más que competir con otras bandas, Phonic quiere sumar al panorama musical. “Cuantas más bandas haya, mejor de esa forma la escena crece y todos podemos disfrutar de música variada que le de más vida a la ciudad”, afirman. Su meta es seguir lanzando música y llevar su sonido a más escenarios, manteniendo la autenticidad que los caracteriza. Así que ahí están, guitarras enchufadas, volumen arriba y sin miedo a equivocarse. Porque al final, de eso se trata la música en vivo: de sentir, de arriesgar, de tocar como si cada nota fuera la última.