Miércoles, Septiembre 18

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He escuchado unas diez veces ese fragmento de la narración de Cobo con una combinación de alegría ajena y frustración propia. Frustración, porque hasta hace algunos pocos años escuchábamos narraciones igual de emocionantes de parte de narradores peruanos (pienso, sobre todo, en las inolvidables de Daniel Peredo), y molesta o duele o da rabia haber perdido tan rápidamente esa costumbre. Pareciera que Bolivia y Perú hubiesen intercambiado sus roles recientes; y mientras ahora son ellos los que consiguen triunfos valiosos y corrigen su pasado ubicándose a solo dos puntos del cuarto lugar de la tabla de las Eliminatorias, nosotros nos arrastramos en las catacumbas de ese mismo ránking, con unos números miserables, pero además con un rendimiento opaco, solo comparable al de las magras campañas de los años noventa.

Eliminatoria de Bolivia
8° – 9 pts.
Eliminatoria de Perú
10° – 3 pts.
Fecha 1
1-5 Brasil / visita
Fecha 1:
0-0 Paraguay / visita
Fecha 2
0-3 Argentina / local
Fecha 2
0-1 Brasil / local
Fecha 3
1-2 Ecuador / visita
Fecha 3
0-2 Chile / visita
Fecha 4
0-1 Paraguay / visita
Fecha 4
0-2 Argentina / local
Fecha 5
2-0 Perú / local
Fecha 5
0-2 Bolivia / visita
Fecha 6
0-3 Uruguay / visita
Fecha 6
1-1 Venezuela / local
Fecha 7
4-0 Venezuela / local
Fecha 7
1-1 Colombia / local
Fecha 8
2-1 Chile / visita
Fecha 8
0-1 Ecuador / visita

Me alegra el triunfo boliviano por el preocupante contexto político, económico y social que atraviesan. A la escasez de dólares, la crisis energética y los intentos de golpes de Estado, ahora se suma la emergencia nacional declarada a raíz de los incendios forestales que han acabado con el 40% de sus bosques. Consultoras internacionales vaticinan que para el 2028 un millón de bolivianos habrá migrado al Perú.

Pero justo en medio de un escenario así de dramático es que ocurre el 1-2 en el estadio de Ñuñoa, un milagro futbolístico que no cura las heridas de nuestros vecinos, pero sin dudas las alivia, siquiera momentáneamente. Los peruanos conocemos bien esa sensación que no tiene un nombre específico, la de estar más jodidos y desintegrados que nunca y, de pronto, encontrar toda la fe y alegría que nos faltaba gracias a una victoria importante. Más aún si el derrotado es un rival histórico, con el que siempre hay cuentas pendientes.

Los tres, Bolivia, Chile y Perú, comparten el fondo de la tabla, zona indeseada por cualquier selección; sin embargo, cada cual vive momentos muy distintos entre sí: los dirigidos por Óscar Villegas están en un pleno ascenso anímico, con una fortaleza psicológica notable, todo lo contrario ocurre con los hombres de Ricardo Gareca, que después de una brevísima luna de miel con el técnico argentino han perdido la confianza, y ni qué decir del equipo de Fossati, que atraviesa una profunda crisis de identidad, como una orquesta que desafina ya sea porque los músicos no siguen con atención la batuta del director, o porque las partituras están colocadas al revés.

Que los bolivianos disfruten este lapso ganador. Los vemos desde lejos, con la secreta esperanza de volver a intercambiar los papeles.

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