domingo, diciembre 7

En un rincón de la terraza de su departamento miraflorino, el tiempo parece detenerse. Los libros vigilan en silencio, los afiches de cine hablan de pasiones pasadas y, en medio de todo, un pequeño Topo Gigio observa desde una repisa. Aquel muñeco, regalo de sus padres, fue más que un simple juguete para Lucho Cáceres: lo acompañó en el teatro, el cine y la televisión.

Lo tengo desde que nací”, confiesa. “Estuvo conmigo en mi primera película, ‘Cielo oscuro’, de Joel Calero: formaba parte del cuarto de ‘Toño’, mi personaje. En ‘De vuelta al barrio’ también apareció los cinco años que duró la serie; yo lo propuse, incluso tenía textos. Y ahora último volvió en la obra ‘Niños caen de los árboles’, de Mariana de Althaus. Siempre está, siempre vuelve”, advierte.

Hoy, mientras el actor nos abre las puertas de su casa y de su historia, Topo Gigio vuelve a mirarlo. Entre anécdotas y aprendizajes, Lucho reflexiona sobre el oficio y la vida, con la honestidad de quien aprendió a no huir de lo que duele. Y es desde esa verdad que nos habla de “Inmaduros”, la obra que lo reúne por primera vez en el teatro con Aldo Miyashiro, y que le recuerda que madurar, a veces, también es volver a jugar.

La obra que Lucho Cáceres lo reúne por primera vez en el teatro con Aldo Miyashiro, y que le recuerda que madurar, a veces, también es volver a jugar. (Foto: Hugo Pérez)

En “Inmaduros”, Lucho Cáceres da vida a Alfi, un hombre de cincuenta años que carga con las huellas de su pasado. “Es un tipo que decidió ponerse una coraza después de ciertos episodios de su vida”, explica. “Vive una vida ficticia. Evita construir vínculos afectivos por miedo a ser herido o vulnerado nuevamente. Más que inmaduros, los personajes de la obra están un poco dañados… como lo estamos todos”.

El actor reconoce que la inmadurez es parte inevitable de la condición humana y admite que, a los 57 años, aún convive con pequeñas manías, aunque la terapia ha sido clave en su vida.

Creo que voy a morir así”, dice con una sonrisa. “Mejoras en unas cosas y empeoras en tonterías. Te vuelves más maniático, pero también más tolerante. Es un equilibrio extraño, pero necesario. A mí la terapia me ayudó a conocerme y a entender de dónde vienen tantas cosas. Soy hijo único, y eso te dificulta compartir, aprender… y termina reflejándose en los vínculos personales”.

De su personaje en “Inmaduros”, dice que entiende perfectamente su esencia, aunque ya no se ve reflejado en él. “A Alfi lo conozco, lo he vivido. Esa etapa fue mía hace más de veinte años, cuando era soltero y compartía departamento con Christian Thorsen. Muchas de esas situaciones me resultan familiares, pero hoy las miro con distancia. Ahora me da flojera ser un Alfi”, admite.

Primeros pasos

Lucho Cáceres inició su camino en el teatro de la mano de Tito Salas. Poco después dio sus primeros pasos en la televisión como reportero del programa agrario “Procampo” y conductor de “Mundo Agrario” en Canal 7. “Era un juego, una exploración”, recuerda. “Nunca imaginé que de ahí pasaría a un espacio tan masivo como ‘Aló, Gisela’”.

Su llegada al programa de Gisela Valcárcel marcó un punto de quiebre. “Ser modelo de Gisela en esa época era lo más parecido a ser un chico ‘reality’ hoy”, refiere. “Por la exposición, el rating y las oportunidades que te daba si sabías aprovecharlas. No era solo aparecer con las rosas al final del programa: conducía la Feria de La Molina, hacía viajes, recibía a artistas como Juan Gabriel en el aeropuerto. Fue una etapa intensa”.

Luego de más de tres décadas de carrera, su relación con la fama, la televisión y el público cambió, pero no su esencia. Lo demuestra cuando recuerda el juicio por difamación que le ganó a Magaly Medina. “Le gané en primera, segunda y tercera instancia”, dice. “No ejerzo como abogado, pero la facultad me enseñó a pensar como uno. Sabía que estaban vulnerando mis derechos y no podía quedarme callado. Si uno lo ignora, se normalizan los abusos. Te agarran de piñata para evitar problemas. Creo que me defendia ante ese hostigamiento».

Yo era otro en ese momento, tenía 30 y pico de años. Ahora no se me ocurre si me meten una cámara, simplemente la ignoraré, pero siempre voy a defender mi privacidad, mi honra y mi reputación. No me arrepiento de nda, pero hay muchas cosas que no volvería a hacer”, asegura.

Desde entonces, prefiere mantenerse en los márgenes del ruido. No actúa en televisión desde “De vuelta al barrio” (2021), pero no por falta de amor al medio. “Nunca había pasado tanto tiempo lejos de la tele”, reconoce. “Estos años he estado enfocado en el teatro y en mis talleres. Pero sí, me encantaría volver si aparece una historia que me provoque. Por ahora, no hay. Todo se parece mucho, y ya estuve varios años ahí”, señala. Y aclara que no reniega de la televisión. “Sería muy ingrato. ¿Cómo voy a renegar de un medio que me acercó tanto a la gente? Han pasado 25 años desde ‘Mil oficios’ y todavía me dicen ‘Kikín’”.

Hoy, el teatro es su refugio. “Estos cinco años me han conectado de otra manera con el público”, confiesa. “El teatro es un espacio sagrado, donde todos dejamos afuera el ruido y entramos a una convención. No hay celulares, solo la historia que se cuenta. Es el único lugar donde todo tiene sentido”.

Además…

“Inmaduros” va hasta el 19 de octubre en el Nuevo Teatro Julieta en Miraflores. Las entradas están a la venta en Joinnus.

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