Jueves, Mayo 16

MIRA: Valerie Gherson y Birka Ruiz: dos gigantes de la U y Alianza que han puesto a la Sub 20 femenina en los ojos de América | CRÓNICA

Como todo hincha de la U que lo vio debutar el 24 de noviembre del 2002 en el Monumental, frente a Cienciano, guardo en la retina el golazo desde cincuenta metros que le hizo a Mauriño Mendoza (en un partido que, por cierto, perdimos 2-3). También recuerdo otras muy buenas actuaciones suyas en las tres temporadas que defendió nuestra camiseta. Fue la época en que creció, dejó de ser ‘Chucky’ y se transformó en el ‘Loco’. Lamentablemente, entre el 2002 y el 2005, fueron Cristal y Alianza los que levantaron la Copa en diciembre. Lo que quiero decir es que no hay imágenes consagratorias del ‘Loco’ con la U: perdió casi todos los clásicos que disputó, no dio ninguna vuelta olímpica, no dejó (creo) una jugada simbólica que se volviera imborrable.

Fue con otros colores que Vargas llegó a ser figura internacional. Ahí está el golazo que hizo con Colón de Argentina en el 5-0 a Almagro (ese tanto fue tan espectacular que eclipsó para siempre las dos anotaciones que esa misma tarde hizo otro peruano, otro ex crema, Juan Cominges); ahí está el brutal tiro libre a Boca Juniors, clavando la pelota en el ángulo superior derecho del Pato Abbondanzieri; ahí están los zurdazos letales en Italia con la camiseta del Catania o la Fiorentina. Y desde luego, está todo lo que hizo con la selección peruana: el golazo a Bolivia, el golazo a Brasil, los goles a Colombia y Ecuador, y, por encima de todos ellos, la jugada mítica del 2008, la corrida de mohicano superando a Bataglia para el 1-1 con Argentina en Eliminatorias, un slalon inmortalizado por la voz de Daniel Peredo, que esa noche convirtió la genitalidad de Vargas en los huevos más famosos del fútbol sudamericano.

Lo que quiero decir con todo esto es que Vargas no fue realmente un ícono crema, o sea sí, pero solo en retrospectiva. Lo reclamamos como ídolo propio, pero por méritos que alcanzó bien lejos del Monumental.

Por otro lado, por qué pensar que la U auspiciaría una eventual despedida suya si ni siquiera organizó en su momento una fiesta similar para hombres con peso institucional como ‘Chemo’, Roberto Martínez o el Puma (si no me equivoco, la despedida de Carranza la orquestó Del Solar, no la dirigencia merengue).

Las despedidas del fútbol peruano que más trascendencia han tenido –al menos en el último medio siglo– quizá sean la del Nene Cubillas en Matute en 1986 y las tres que tuvo el Chorri Palacios en 2012: la primera más lacrimógena que la segunda, pero no más que la tercera.

En el tiempo reciente no se recuerda un homenaje de esas proporciones. Ninguno de los afamados 4 Fantásticos de la selección dirigida por Sergio Markarián, por ejemplo, ha alcanzado un grado de respaldo popular que lo haga merecedor de un adiós en olor de multitud. A Claudio Pizarro lo despidieron con ovación y estadio lleno, pero lejos, en Bremen; Jefferson Farfán recién está arreglando una celebración, pero por su propia cuenta; y veo muy difícil que Vargas desempolve su uniforme para reencontrarse con las tribunas por última vez.

El único de ese clan que podría aspirar a una gran despedida es Paolo Guerrero. Por el momento, sin embargo, el corazón del delantero se resiste a colgar los botines; diferente es el caso de sus piernas, que cada día están más cerca del retiro.

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