Jueves, Abril 17

MIRA: ¿Estados Unidos e Irán están cerca de una guerra tras el rechazo a negociaciones directas con Trump?

Un acuerdo que ya se había firmado en 2015 bajo el nombre de Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) por el gobierno del mandatario estadounidense Barack Obama junto a otras potencias como Reino Unido, China, Francia, Alemania y Rusia, pero que Trump abandonó en el 2018, durante su primer mandato, para luego calificar el tratado como “el peor de la historia”.

Un trato que es más crucial que nunca, ya que analistas señalan que el país persa está cada vez más cerca de obtener armas nucleares, a pesar de la insistencia de Teherán de que su programa nuclear solo tiene fines civiles pacíficos, como la generación de electricidad.

Es así que un informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en febrero del 2025, indicó que Irán ha acelerado su producción de uranio enriquecido con una pureza del 60%, cerca del 90% que se necesita para fabricar armas nucleares. Según el órgano de las Naciones Unidas, Irán ha reunido 275 kilos de uranio hasta la fecha, lo suficiente para producir seis armas nucleares, si se llega al umbral de pureza requerido.

Esta premura se ha sentido en Washington y a inicios de marzo el presidente Trump envió una carta al líder supremo iraní, Ali Jameneí, para negociar sobre el programa nuclear, propuesta rechazada en su momento. Pero este lunes 7 las conversaciones parecieron dar un paso adelante, cuando durante una reunión con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Donald Trump afirmó que Estados Unidos realizará “negociaciones directas” con sus pares iraníes en Omán. Un anuncio que causó sorpresa incluso en Teherán, que había aceptado solo “negociaciones indirectas” en las que se utilizarían intermediarios, y hasta la fecha todavía hay dudas sobre cómo se realizará el diálogo entre las partes.

Un encuentro lleno de tensión, debido a que Estados Unidos no ha descartado utilizar fuerza militar en caso de no obtener concesiones, un resultado que el propio Netanyahu ha calificado de “inevitable”. Tal postura ha causado rechazo en la república islámica, con su ministro de Relaciones Exteriores, Abás Araqchi, indicando que “no tendrían sentido negociaciones directas con una parte que constantemente amenaza con usar la fuerza (…) y cuyos diferentes funcionarios expresan posiciones contradictorias”.

Aunque el país persa pareció suavizar su discurso unos días después, con Araqchi afirmando que un acuerdo entre Irán y Estados Unidos es posible “si la otra parte muestra la voluntad necesaria y suficiente”, agregando que “la pelota está en el campo” de Washington. Y muchos advierten que el resultado de este partido tendrá repercusiones que irán más allá del Medio Oriente.

Discusiones cruciales

Estas discusiones son tan importantes para el sistema internacional como el tema de los aranceles, aunque no se habla tanto del asunto”, resalta en conversación con El Comercio el analista internacional Roberto Heimovits, quien advierte de graves consecuencias si no se logra un acuerdo sólido y duradero para reemplazar al JCPOA.

Según el experto, existen dos escenarios si Washington y Teherán no logran negociar. En el primero Estados Unidos y/o Israel -el país que se siente más amenazado por la posibilidad de que Irán construya bombas atómicas- lanzan un ataque preventivo de gran escala contra Irán para destruir la infraestructura nuclear del país.

Un segundo escenario es que sin la intervención de Estados Unidos ni Israel, Irán obtenga la bomba atómica, situación que llevará a que otros países vecinos persigan también tener armamentos nucleares, desestabilizando la región y posiblemente precipitando una guerra nuclear en el Medio Oriente y el Golfo Pérsico, región crucial para la economía mundial no solo por el canal de Suez, por donde pasa el 12% del comercio marítimo mundial, sino también por ser el productor del 30% del petróleo a nivel global.

Por otra parte, un acuerdo podría ser tremendamente beneficioso para las partes. Aparte de la estabilidad en la región y de salvaguardar los intereses de Estados Unidos, una victoria diplomática podría levantar internacionalmente la imagen de Trump, quien llegó a la presidencia prometiendo rápidas soluciones para la guerra en Ucrania y la crisis en Gaza, que no se han materializado hasta la fecha.

Mientras tanto, Irán también tiene bastante que ganar con una negociación exitosa, no solo protegiendo su seguridad territorial de un posible ataque militar, sino también por lo que supondría levantar las sanciones que han causado graves daños a su economía y la promesa de inversión occidental en su país. Una posibilidad que ha entusiasmado al presidente iraní, el reformista Masoud Pezeshkian, quien invitó a los poderes financieros estadounidenses a su país.

“Su excelencia (el ayatolá Ali Jamenei) no tiene oposición a la inversión de inversores estadounidenses en Irán. Inversores estadounidenses: vengan e inviertan”, afirmó este miércoles 9 en un discurso en Teherán.

El internacionalista Heimovits remarca una presión más para la república islámica para negociar: la fragilidad actual de su gobierno. “No nos olvidemos de la situación interna del régimen, que a diferencia de hace unas décadas luce inestable y se ha vuelto profundamente impopular a los ojos de la mayor parte de la población iraní”, resalta. “Ellos no quisieran arriesgarse con una guerra con Estados Unidos que podría dañar la estabilidad del país”.

Salvando distancias

Cualquier negociación tendrá, en todo caso, que salvar grandes distancias, entre ellas el abismo que separa las posiciones de negociación de EE.UU. e Irán, con Washington exigiendo el completo desmantelamiento de la capacidad nuclear iraní, incluyendo detener cualquier enriquecimiento de uranio, su programa de misiles balísticos, así como el fin del apoyo a grupos como los hutíes, Hamas y Hezbolá, cuestiones que han sido consideradas líneas rojas para Teherán, que quiere confinar las discusiones solo a su programa nuclear.

Entra aquí en la discusión el llamado “modelo libio”, la solución preferida por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y que es utilizada para referirse a lo que ocurrió en el 2003 cuando Libia, bajo el liderazgo del dictador Muamar Gadafi, renunció a sus capacidades nucleares y de misiles a cambio del levantamiento de sanciones. El subsiguiente derrocamiento y ejecución de Gadafi en el 2011 por rebeldes apoyados por la OTAN fue visto por algunos en Teherán como una advertencia de su futuro si claudican.

Incrementando la dificultad está la falta de confianza entre las partes, que carecen de relaciones diplomáticas formales desde 1980, cuando la revolución islámica trajo abajo a la dinastía Pahlevi y puso en el poder al ayatolá Ruhollah Jomeini. O el hecho de que Washington sigue presionando al país persa, como muestra que la mañana del miércoles 9 anunciara nuevas sanciones contra entidades y personas vinculadas con el programa nuclear de Irán.

“Hay una enorme desconfianza entre las partes”, puntualiza Heimovits. “Teherán puede pensar que si retrocede en su programa nuclear y entrega el uranio enriquecido quedaría vulnerable ante EE.UU. e Israel, mientras que por parte de Washington podrían pensar que incluso si Irán firma el acuerdo, puede continuar fabricando uranio a escondidas. No olvidemos que es un país enorme, con más de un millón y medio de kilómetros cuadrados”.

Heimovits opina que será difícil llegar a un acuerdo, pero este será posible con dos condiciones. Primero, que la amenaza militar por parte de Estados Unidos sea lo suficientemente creíble para el liderazgo iraní que los fuerce a la mesa de negociaciones. Lo segundo es que el acuerdo se limite al tema nuclear y no toque las aspiraciones geopolíticas de Irán en el Medio Oriente como su apoyo a diversos ‘proxys’ en la región.

Sobre el primer punto, Donald Trump -quien sostiene que su imprevisibilidad es un una de sus mayores cualidades- parece estar curiosamente calificado, con Heimovits sosteniendo que su capacidad de negociación dependerá de qué tanto el mandatario republicano logre convencer a los iraníes de que será un tipo más duro que su predecesor, Joe Biden, quien intentó infructuosamente revivir el acuerdo.

“Biden intentó renovar el de 2015, pero al parecer los iraníes nunca creyeron que llegaría a atacarlos”, añade. “Pero Trump podría ser algo distinto. Y si los iraníes lo toman lo suficientemente en serio y si él les ofrece un incentivo lo suficientemente atractivo, es posible llegar a un acuerdo sólido y verificable a cambio de retroceder en su programa nuclear”.

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