sábado, diciembre 6

Rusia está desarrollando un avión de guerra que superará en velocidad y altitud a cualquier otro caza de la actualidad: se trata del MiG-41 / PAK-DP, un interceptor de sexta generación con el que busca reemplazar al veterano MiG-31, un caza supersónico formidable cuyas variantes son capaces de cargar misiles hipersónicos.

Aunque el programa de MiG-41 permanece rodeado de secretismo, las autoridades de la industria aeronáutica rusa han adelantado que la aeronave está concebida para operar a velocidades hipersónicas y en altitudes cercanas al límite del espacio.

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Lo último que se sabe es que el diseño exterior de la nave ya estaría terminado, tal como informó Russia Today en setiembre de este año. Sin embargo, un vuelo de prototipo recién podría darse en los próximos años.

En concreto, Rusia apuesta a convertir al MiG-41 en una plataforma capaz de enfrentar amenazas que hoy superan las capacidades de los cazas convencionales, como misiles hipersónicos, drones de gran altitud, bombarderos estratégicos e incluso satélites en órbitas bajas.

Imagen generada con inteligencia artifical de cómo sería el nuevo MiG-41 que Rusia construye. (Chatgpt).

Para ello, el diseño del MiG-41 contempla que sea capaz de alcanzar una velocidad máxima que podría situarse entre Mach 4 y Mach 4.5 —aunque algunas versiones elevan el objetivo hasta Mach 5 o incluso Mach 6—, un alcance de varios miles de kilómetros y materiales especiales capaces de resistir temperaturas extremas.

El proyecto incluiría tecnologías asociadas a la sexta generación, como sistemas de inteligencia artificial para asistencia al piloto, arquitectura furtiva orientada más a la eficiencia que al sigilo y la posibilidad de desarrollar una variante no tripulada para misiones de riesgo.

En cuanto al armamento, los desarrolladores consideran misiles aire-aire de muy largo alcance, como versiones avanzadas del R-37M, que es un misil aire-aire diseñado para derribar objetivos aéreos de alto valor como bombarderos, aviones de alerta temprana y aviones cisterna desde una distancia considerable. También, de acuerdo con fuentes rusas, un proyectil antisatélite diseñado para neutralizar objetivos en el espacio cercano.

El programa PAK DP, del que forma parte el MiG-41, se remonta al año 2013, cuando la oficina MiG comenzó estudios para diseñar y construir un interceptor de largo alcance.

La denominación MiG-41 empezó a usarse en medios de comunicación alrededor del 2014, cuando miembros del Parlamento ruso aludieron a un reemplazo para el MiG-31.

En el 2017, el diputado y excomandante de la Fuerza Aérea, Vladimir Mikheev, confirmó públicamente que el programa existía y que se trabajaba en un interceptor que podría superar Mach 4–5. Desde entonces, el proyecto tomó notoriedad internacional. Hoy la industria rusa mantiene como horizonte tentativo para iniciar pruebas y avanzar hacia su eventual entrada en servicio la década del 2030.

Hasta entonces, el proyecto sigue siendo una combinación de ambición tecnológica, propaganda estratégica y la intención de Rusia de mantener su capacidad de interceptación como una de las más avanzadas del mundo.

Las otras potencias que quieren dominar el cielo

Rusia no es el único país que busca un avión de combate de sexta generación. Potencias como Estados Unidos, China y algunos países de Europa avanzan en aeronaves experimentales que, sin ser totalmente iguales que el modelo ruso, buscan controlar el espacio aéreo apelando a los nuevos avances tecnológicos.

En el caso de Estados Unidos, la aeronave más comparable con el MiG-41 no es un caza, sino el SR-72, un avión hipersónico no tripulado de Lockheed Martin diseñado para volar a velocidades superiores a Mach 6 y operar en altitudes cercanas al borde del espacio.

Otro proyecto de Estados Unidos es el NGAD, un programa con el que Washington espera introducir un caza de sexta generación en la próxima década, centrado en sigilo, sensores avanzados y operaciones en red más que en velocidad pura.

Mientras que China trabaja en el desarrollo del J-XX, el proyecto destinado a suceder al J-20. Se trata del bombardero estratégico furtivo JH-XX, un avión de combate supersónico y sigiloso que está en pleno desarrollo. Se especula que podría tener capacidad de ataque de largo alcance y lanzar armas nucleares, rivalizando con diseños como el B-2 Spirit y el B-21 Raider de Estados Unidos.

China también opera el WZ-8, un dron supersónico de gran altitud que, combinado con su creciente arsenal de misiles antisatélite, apunta a las mismas amenazas estratégicas que Rusia intentaría contrarrestar con el MiG-41.

En Europa, Francia, Alemania y España avanzan con el FCAS, un proyecto para desarrollar un sistema de combate aéreo de sexta generación que reemplazará las flotas de cazas existentes como el Eurofighter Typhoon y el Rafale. Será un sistema integrado que incluye un caza principal tripulado, drones acompañantes y una “nube de combate” que conecta todas las plataformas.

También está el Tempest/GCAP, impulsado por Reino Unido, Italia y Japón para desarrollar un avión de combate de sexta generación llamado Tempest.

Así, mientras Rusia apuesta por un interceptor extremo capaz de volar casi en el límite del espacio, las demás potencias priorizan el sigilo, la conectividad y la superioridad aérea en red, que es la combinación del dominio del espacio aéreo con las capacidades de una red de información. Ello permite operaciones militares sin interferencia enemiga significativa.

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