
La noche del último miércoles, el hincha de Universitario recibió un mazazo emocional del cual aún no consigue recuperarse. Mientras Diego Churín se desplazaba con movimientos atortugados sobre el verde del Monumental, Raúl Ruidíaz subía a sus historias de Instagram una vista del estadio de Alianza Lima vacío, desde una de las bancas de Occidente. Hasta allí había acudido para ver al Atlético Grau, su nuevo equipo, que en ese momento enfrentaba a Godoy Cruz por la Copa Sudamericana.
Fundado el 5 de junio de 1919, el Grau es uno de los cinco clubes centenarios que juegan en la máxima división del país. Aunque sus instantes de esplendor han sido escasos, sus viejos hinchas recuerdan con orgullo algunos triunfos sobre los cuadros limeños e inflan el pecho por la Copa Perú de 1972, la cual ganaron con Manuel ‘Meleque’ Suárez a la cabeza, una de las leyendas del balompié norteño.
Desde que Ángel Comizzo se hizo cargo de su dirección técnica hace un par de temporadas, la suerte del ‘patrimonio’ cambió. Se convirtió en un entusiasta animador de la Liga 1 gracias a su orden táctico y su gran despliegue físico. Según ha trascendido, la capacidad de persuasión del argentino fue clave para que Ruidíaz, tras coquetear con Ayacucho FC, decidiera continuar su carrera en la tierra del Caballero de los Mares.

Las preguntas surgen a borbotones: ¿Por qué un futbolista que fue por años jugador- franquicia de la MLS, es decir, que ganaba varios millones de dólares al año, decidió sumarse a un club de escaso poderío económico, que ni siquiera tiene una página web actualizada? ¿Qué pasó con las propuestas que, de acuerdo con sus allegados, decía tener desde Estados Unidos y Canadá? ¿Y el supuesto deseo de su familia de verlo jugar al lado de su hermano?
Pero acaso la pregunta crucial sea: ¿por qué no fichó por Universitario, el club de sus amores?
Aquí las versiones son encontradas. En Ate pasaron de mover cielo, mar y tierra para tenerlo como refuerzo en el año del Centenario, a cerrarle las puertas meses después luego de que rechazara el ofrecimiento económico que le hicieron. En una entrevista, Ruidíaz reconoció que la propuesta que le hizo la U le pareció muy baja, pero a las pocas horas cambió de opinión y le pidió a su representante que aceptara las condiciones ofrecidas. La respuesta desde tienda merengue fue un frío “I’m sorry, Raoul, it’s too late”. Ya habían fichado a Diego Churín.
Aquí surgen más preguntas: ¿cómo puede la U cambiar a un jugador que no llega al metro setenta, ligerito y de buena técnica por otro que es una mole de músculos, mide casi 20 centímetros más y se mueve con menos rapidez? La disparidad entre uno y otro, tanto en condiciones físicas como técnicas, es notable. ¿Qué tipo de jugador realmente estaban buscando? Tan diametral -y súbito- cambio de gustos lleva a preguntarse si el interés por contar con la ‘Pulga’ era genuino.
A pocos meses de cumplir 35 años, Ruidíaz pasó el verano haciendo vida de jugador semiretirado, pichangueando con sus compañeros, mientras le lanzaba ‘maicito’ a la U ante el micrófono que le pusieran enfrente. En Ate la respuesta no cambió: el plantel está cerrado.
El último viernes, luego de cuatro meses, Raúl volvió a entrenarse en serio. No se sabe cómo se financiará su fichaje, aunque él dice ahora que el dinero no es importante. Para el periodista Pedro García, “es una vergüenza” que Universitario no lo tenga en sus filas. Cree que su dirigencia debió emplear su capacidad de gestión para contratarlo. En la tribuna, en tanto, lo extrañan. Y mientras Churín siga trotando en el campo como un robot acalambrado, la añoranza seguirá creciendo.