
Nació de pie, como si la vida le advirtiera que saldría bien parada de cualquier tormenta. En una chacra de Chorrillos, su tía Clorinda, entonces practicante de obstetricia, la trajo al mundo. Hija de un pescador y una lavandera, creció sin lujos pero con una riqueza infinita: su voz. Desde niña aprendió que la música sería su refugio, su destino, su verdad. Con 60 años sobre los escenarios, Lucía Magdalena de la Cruz Cuya (Lima, 1953) ha amado, se ha caído, se ha levantado y ha cantado con la misma pasión con la que ha vivido. “Soy tal cual soy, con mis aciertos y errores, y no cambiaré de ninguna manera”, dice con firmeza.
Hoy, con 40 discos grabados y 28 premios ganados en festivales internacionales, nos abre su alma para compartir su historia: sus amores y desamores, sus triunfos y fracasos, sus excesos y alegrías. Esta es la vida de una mujer que nunca dejó de cantar… ni de luchar.
—¿Cómo llegas a esta etapa de tu carrera?
Con la bendición de Dios, vigente y con nuevos proyectos. Son seis décadas sobre el escenario, llevando mi música a cada rincón del Perú y más allá de nuestras fronteras.
—Tus frases se han vuelto parte de tu show y muchas se han hecho virales en TikTok. ¿De dónde nacen?
Son mías, las invento en el momento. Creo que tendré que patentarlas porque algunas ya son clásicas, como: “La mujer que quiere a dos no es tonta sino advertida, porque si una vela se le apaga la otra queda encendida” o “No lloro porque te vas, sino porque todavía no te has ido” (ríe). Otra cosa que al público le encanta son mis lisuras. Cuando anuncio que no diré ninguna, protestan (ríe).
—¿Cuánto ha cambiado la Lucía de los inicios?
Sigo siendo la misma: natural, transparente y sin filtros. Digo la verdad sin rodeos, porque no tengo nada que ocultar. Canto desde los seis años, pero considero que mi carrera comenzó a los 11, cuando recibí mi primer pago: un sol. Me lo dio Maruja Venegas Salinas, cuando canté en Radio Club Infantil.
—Eres considerada por muchos como la mejor voz de la música criolla en el Perú. ¿Cómo percibes eso?
No soy la mejor cantante criolla, pero sí sé que soy una gran intérprete. Y con la bendición de mi señor sigo manteniendo mis notas, pero hay muchas mejores que yo.
—¿Qué fue lo más difícil de estas 6 décadas?
Aprender a pararme en el escenario, tomar el micrófono y enfrentarme al mundo. Me nutrí de los grandes: de Rocío Dúrcal, su voz; de Rafael de España, su interpretación; y de Rocío Jurado, su temperamento.
—¿Y el ego?
Mi madre me enseñó desde niña la humildad y el amor. Esos valores siempre me han acompañado.
—¿Cómo manejaste las drogas y el alcohol? ¿Es cierto que alguna vez faltaste a conciertos por ese motivo?
Nunca tuve problemas con el alcohol. Lo mío fue más la marihuana. A veces me olvidaba y no llegaba, pero todo tiene su tiempo y su final. Como dice Héctor Lavoe: “Todo tiene su final, nada dura para siempre”. Me aferré a Dios. La paz espiritual y la libertad son lo más valioso que uno tiene.
—¿Cómo ves actualmente el escenario del criollismo?
Nos hacen falta más programas de música. Me gustaría tener los recursos para producir uno en televisión y también lanzar mi propio podcast.
—¿Es cierto que tuviste un romance con Teófilo Cubillas?
Fue cosa de juventud. Yo tenía 18, él 23. Fue un amor bonito, pero breve. También tuve un romance con Miguelito Barraza. Tuve un novio jockey, un futbolista, un cómico, un boxeador… pero nunca un payaso. Bueno, mentira, sí tuve uno: Luisito Caycho (ríe).
—¿Cómo fue tu relación con Cubillas?
Él ya era un futbolista consagrado, jugaba en Alianza Lima. Nos veíamos a escondidas. Me esperaba afuera de El Chalán, en Corpac, en su Malibú negro. Yo salía en mi momento de descanso, dábamos una vuelta y nos despedíamos con un besito, como niños. Fue algo muy puro, muy bonito. Con el tiempo, él se casó con su bella esposa y curiosamente, sus hijos se llaman igual que los míos: Cristhian y Mitchel. Ahora somos amigos. Es un caballero, muy respetuoso. Se fue a vivir a Estados Unidos.
—En el 2005 te acusaron de tramitar visas y llevar gente ilegalmente a Estados Unidos. Casi dos décadas después ¿cómo recuerdas esa experiencia?
Esos recuerdos no existen para mí porque nunca sucedieron. Hoy vivo en paz, no me gustan los recuerdos falsos.
—Debutaste en la actuación con el papel de la tía Maruja en “Al fondo hay sitio”. ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue maravillosa, especialmente porque los niños me adoraban. Disfruté mucho el personaje y me encantaría volver. Interpreté a la tía de Patty, el personaje de Melissa Paredes.
—¿Estás trabajando en nueva música?
Estoy dando vida a “Con el alma, Lucía”, una canción que será el himno de la ONG que sueño fundar. Mi propósito es crear un hogar para artistas mayores y mujeres que han sufrido violencia o abandono, un espacio donde puedan vivir y trabajar. A mis 71 años, mis sueños no se retiran. Sigo aquí, con más fuerza que nunca.
Además…
Lucía de la Cruz celebrará sus 60 años de trayectoria artística este 6 de abril a las 8:00 pm en el auditorio del Colegio Médico del Perú. Cecilia Bracamonte estará como invitada.