Lunes, Noviembre 25

“Esta es la curul de Miguel Grau que ayer se entronizó en sesión solemne del Congreso de la República. Está ubicada al centro del hemiciclo, debajo del estrado presidencial de la Cámara de Diputados y permanecerá allí por siempre”, reseñó en sus páginas El Comercio el 3 de noviembre de 1983.

Grau fue elegido dos veces diputado por la provincia de Paita, “aquel puerto en el que pasó sus primeros años de vida y donde nació su vínculo con el mar”, embarcándose desde allí sin cumplir aún los 9 años en Tescua, una nave mercante que luego naufragaría frente a la isla Gorgona (Colombia), si acaso su primera experiencia cara a cara con la muerte (Fernando Ayllón, 2019).

Aunque no fue sino en la segunda oportunidad, en 1876, en donde Miguel Grau llegó a asumir labores propiamente parlamentarias, tras postular en representación del Partido Civil y ser elegido como diputado propietario (titular). Años antes, en 1868, había sido proclamado diputado suplente.

En su gestión en el Legislativo —que luego se vería interrumpida— manifestó su profundo interés por asuntos de la Marina de Guerra, a cuyas filas se había unido en marzo de 1854, a escasos meses de cumplir los 20 años y donde inició como guardiamarina.

Toda esta amplia experiencia que había adquirido como marino posteriormente traslada eso hacia el Congreso para que el resto de políticos tomen consciencia de la situación, de los requerimientos no solo de la marina sino también de la defensa nacional”, sostiene a El Comercio John Rodríguez Asti, capitán de Navío (r) y director del Museo Naval del Callao. Grau no solo fue un excelente marino, sino que incluso en el plano político se interesó en la mejora de la patria.

Una vez declarada la guerra por Chile el 5 de abril de 1879, y consciente de la supremacía militar del rival y el mal estado de la armada peruana que él mismo había advertido a los gobernantes años antes, Grau “no dudó en solicitar licencia a la Cámara de Diputados para reincorporarse a la escuadra y asumir el comando de su legendario monitor, el que esta vez lo conduciría al sacrificio, a la gloria y a la inmortalidad” (Fernando Ayllón, 2019).

“Efectivamente pudo haberse quedado en la comodidad de su escaño, pero renuncia a eso porque cree que el mejor servicio que le puede brindar al Perú es al mando de este buque, aun sabiendo de que las circunstancias son totalmente adversas. Estaba claro que la marina chilena tenía buques muchos más potentes que la peruana”, explica en entrevista con El Comercio Jorge Ortiz Sotelo, capitán de Fragata (r) y autor del libro “Miguel Grau, el hombre y el mar”.

El monitor Huáscar zarpó a la mar y las hazañas de su comandante y su tripulación se convertirían en la esperanza nacional y en la pesadilla chilena. Hasta que el miércoles 8 de octubre de 1879 fue rodeado por dos divisiones de la escuadra enemiga, en el histórico combate de Angamos en el que alcanzaría la inmortalidad.

“A Grau solo le quedaban dos opciones rendirse o morir en defensa de la patria. Cumplió la promesa que reiteradamente había hecho al Perú: volver victorioso o no volver” (Fernando Ayllón, 2019).

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