Miércoles, Abril 16

Las niñas no sueñan con lo que no pueden ver. Si queremos más mujeres creando tecnología, liderando laboratorios o diseñando soluciones para el mañana, debemos mostrarles que ese futuro también les pertenece.

La discusión sobre la baja presencia femenina en física, ingeniería o programación volvió a los titulares. Un congresista cuestionó si hay interés o disposición natural de las mujeres hacia estas áreas. Pero los datos y la experiencia internacional muestran otra realidad: cuando se crean entornos que invitan, reconocen y apoyan, las niñas responden. No es falta de capacidad, es contexto. Varios países han aumentado la participación femenina en carreras científicas y tecnológicas con campañas sostenidas y de largo plazo.

En Estados Unidos, más de 40 años de trabajo coordinado han ampliado la presencia femenina, aunque con avances desiguales según la disciplina. En los 80, solo el 37% de los títulos en ciencia e ingeniería eran de mujeres; hoy se acerca al 50%. El mayor crecimiento ha sido en biología, psicología y ciencias sociales, donde incluso son mayoría. En cambio, en ingeniería y computación, la participación se ha estancado o reducido, mostrando barreras culturales más resistentes.

En Polonia, la Fundación Perspektywy lidera desde hace más de una década iniciativas para niñas en edad escolar. Ferias tecnológicas, mentoras, embajadoras en medios y actividades con propósito social han cambiado la narrativa. Hoy, las mujeres representan más del 43% de los egresados en estas carreras, una de las tasas más altas de Europa. No es un caso aislado. En el Reino Unido, la iniciativa WISE ha duplicado la cantidad de ingenieras en tres décadas. En EE.UU., ‘Girls Who Code’ reporta que sus exalumnas eligen programación siete veces más que el promedio. Y en Senegal, universidades públicas recorren el país buscando talento femenino y eliminando barreras.

Estas campañas funcionan porque están bien diseñadas y mejor ejecutadas. Visibilizan modelos diversos, usan narrativas inspiradoras, involucran a familias y escuelas, y emplean formatos que emocionan, informan y conectan. Se apoyan en actividades prácticas, mentoría y representación auténtica que combate estereotipos desde la infancia. No solo enseñan ciencia, muestran su impacto social. Y, sobre todo, ofrecen continuidad: acompañan a las niñas por años, no semanas.

Para ver más peruanas en ciencia y tecnología, se necesitan iniciativas consistentes de largo plazo. Hace falta una visión compartida:que conecte lo que aprenden en la escuela con lo que sueñan, lo que ven en los medios y lo que esperan del futuro. La educación es el punto de partida, pero también lo son las historias que contamos y las oportunidades que creamos.

Con voluntad, continuidad y compromiso real podemos inspirar a nuestras niñas desde hoy y cultivar el talento que transformará el Perú mañana.

Es posible que la próxima gran científica peruana esté en primaria y aún no lo sepa.

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