Sábado, Septiembre 7

A punto de cumplir 88 años, Mario Vargas Llosa volvió a su despacho de Barranco, un piso lleno de libros y objetos que son parte de su historia. Conoce el rincón secreto del Nobel

Mario Vargas Llosa recibe su 88 cumpleaños este 28 de marzo en Lima. Su vida ha sido un largo viaje que lo ha llevado por todo el mundo y lo ha convertido en el peruano más universal. Pero hoy, vuelve a estar en su casa de Barranco, rodeado de sus libros, del mar de Lima y al lado de Patricia.

Lo visitamos en su departamento y lo encontramos, cómo no, escribiendo… tecleando en una Macbook Air su próximo artículo para su tradicional columna Piedra de Toque. Muy cerca de él descansa una pequeña libreta con sus anotaciones “muy secretas”, dice. Y más allá, otras tantas en una ruma vertical. “Van a la Universidad de Arequipa, con la indicación de que 50 años después de mi muerte se podrán mostrar”, dice de buen ánimo.

Patricia entra en escena trayendo el iPhone de Mario, “ese es su celular”, nos dice ante nuestra sorpresa.

En su escritorio hay papeles, muchos papeles. Separadores de libros, una barra de pegamento Uhu, fichas, diccionarios, otras laptops, y su bastón, símbolo del paso de los años. También una lupa y un soporte para celular con un cable para cargarlo. ¿El Nobel tiene uno? Patricia entra en escena trayendo el iPhone de Mario, “ese es su celular”, nos dice ante nuestra sorpresa. Mario lo manipula y recibe, parece, un mensaje de texto spam. “Tres meses gratis dice, je je”. Todos ríen.

Pero lo que más hay son libros. Detrás de su escritorio hay numerosos diccionarios de gramática, libros sobre música, diccionarios españoles, italianos, “Peruanismos” de Martha Hildebrandt, varios tomos del Diccionario de Arequipeñismos de Juan Guillermo Carpio Muñoz, libros de las Academias de la Lengua, libros de estilo. “Y este es el más antiguo, ‘Diccionario Ideológico de la Lengua Española’, debe ser de los años 40 más o menos, de Julio Casares”, dice mientras revisa la abultada obra tras haberla sacado de su reposo.

Mientras escribe, al lado izquierdo de su escritorio tiene la vista del Pacífico en una mañana de marzo. Al lado opuesto, una panorámica no menos imponente: una biblioteca enorme, de pared a pared, con centenares de ejemplares de libros y enciclopedias, que en realidad son sobrevivientes de la selección que se fue a la Biblioteca Mario Vargas Llosa de Arequipa hace una década.

En una sección donde están sus libros “favoritos” permanecen algunas de sus primeras lecturas. “Todas las novelas de caballería que yo me ‘soplé’, je je en esa época en que tenía un gran fervor por ellas”, dice tomando el libro “El caballero Zifar”. “Pero ya no recuerdo todas las que leí”, agrega.

Parte de sus tesoros están en su casa de la calle La Flora en Madrid. Allá persisten sus bienes más preciados: sus hipopótamos.

Es cierto que este es su refugio, pero también lo es que parte de sus tesoros están en su casa de la calle La Flora en Madrid. Allá persisten sus bienes más preciados: sus hipopótamos. No vimos uno solo en este espacio, señal de su ausencia de los últimos años, tal vez. Pero hay otras cosas, una foto tomada por su hija Morgana, por ejemplo, que gobierna toda esa sala inmensa que antes estaba llena de libros, más libros.

Su próxima novela sobre el vals peruano y que, nos cuenta, llevará el título de “¿Un champancito, hermanito?”

Hay espacio para uno más, seguro. Será su próxima novela sobre el vals peruano y que, nos cuenta, llevará el título de “¿Un champancito, hermanito?”, como su popular artículo sobre la ‘huachafería’ de 1983, que levantó cierta polvareda en la sociedad limeña. “Esa frase solo la entenderán los peruanos”, afirma divertido.

La literatura sigue siendo el centro de su vida. Mario pasará su cumpleaños número 88 hoy con parte de su familia en Lima, el lugar a donde siempre vuelve.

Textos: Fernando Lozano

Fotos: Richard Hirano

Realización: Nuevas Narrativa EC


Vargas Llosa corrige al menos tres veces, y parte de esa corrección la hace a mano. Por ello una impresora donde volver tangibles las páginas que escribe o pasa a la computadora es un artefacto indispensable para él.


El Nobel es fiel a los relojes Rolex. Con la marca tiene una relación que va más allá de lo accesorio. Ha sido mentor de una iniciativa que reunía a consagrados como él con jóvenes talentosos en busca de explotar su potencial.


Si bien no tiene problemas para movilizarse sin él, el bastón es parte de los accesorios diarios del escritor. A los 87 años este objeto se convierte en un seguro para sus caminatas diarias.


Mario escribe así estos días: con el Pacífico de fondo. Ahora todo es tranquilidad, pero en sus años de candidato presidencial, decenas de figuras políticas de entonces se reunían con él en sus oficinas.


La lupa que usa para mejorar la visión en textos de letra pequeña, como son la mayoría de diccionarios que usa el escritor para cuidar el lenguaje al máximo.


La modernidad no le es ajena. El escritor usa un iPhone, ciertamente manejado por la persona más cercana a él, pero que también es parte de su rutina diaria.


Si bien no encontramos hipopótamos, noble animal que es el favorito del escritor, llamó la atención este pisapapeles en forma de carnero. La otra mitad de la pieza soporta sus libros en la biblioteca a sus espaldas.


Las libretas de anotaciones “muy secretas”, de diversos tamaños, marcas y tipos de hojas, de las que no quiso dar detalles, pero cuyo contenido será revelado medio siglo después de la muerte del escritor, según es su deseo.


Variedad de lápices, lapiceros y marcadores; pisapapeles, tijeras, cortaplumas, una barra de pegamento y hasta una linterna para leer algún detalle ocultado por las sombras del día, forman el paisaje del escritorio del escribidor.


Los libros más cercanos al Nobel son los que utiliza para cuidar el lenguaje. Los “Peruanismos” de Martha Hildebrandt destacan en medio de otros títulos que son como el martillo y clavos para el escritor: las herramientas de su trabajo diario.

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