Martes, Noviembre 26

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En el último ránking sobre los mayores exportadores de armas en el mundo, elaborado por el Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo (SIPRI, en inglés), está nada menos que en el noveno lugar, de una lista encabezada por Estados Unidos y Rusia, potencias que han venido perdiendo cuota en el mercado justamente por la irrupción de países como Corea del Sur que están apostando muy fuerte por la industria militar.

La guerra en Ucrania ha sido un factor fundamental y sin duda viene definiendo este nuevo armamentismo global. Para Román Ortiz, analista senior del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, esto ha provocado una enorme demanda militar que la industria no tiene capacidad para cubrir. “Después del final de la Guerra Fría, hubo conflictos más limitados con necesidades militares más pequeñas. Por ello, se redujeron mucho las dimensiones de la industria de defensa, pese a que se siguieron produciendo armas muy sofisticadas. En el caso de Ucrania, estamos entrando a una guerra de alta intensidad que requiere muchísimas municiones, y eso está exigiendo una expansión de la capacidad industrial de los países”, afirma a El Comercio.

Los países occidentales, con EE.UU. a la cabeza, se han dedicado a administrarle armamento a Ucrania, pero no pueden exportar con la misma rapidez pues también tienen que producir para su mercado interno. Entonces, se han generado huecos en la demanda que están siendo cubiertos por otros países.

No obstante, la guerra en Ucrania no es el único motivo para la aparición de potencias emergentes en el mercado de armas. Uno de ellos tiene que ver con la diseminación de la tecnología, que antes estaba concentrada en pocos países. “Los drones, por ejemplo, empezaron a operar armados de manera generalizada poco después del 11S, a inicios de los 2000. Hasta ese momento, el único que poseía drones armados era EE.UU. Pero ahora, estos aparatos los produce China, Rusia, Turquía, Irán, Israel, entre otros, y además muy sofisticados”, afirma Ortiz, experto en geopolítica y seguridad.

Otra razón tiene que ver con los sistemas de producción. “Corea del Sur, por ejemplo, es un país con una economía muy potente, y lo que ha hecho es respaldarse en esa economía, y en su sofisticación tecnológica, para entrar muy fuerte en el mercado militar”, agrega.

Pero también hay razones geopolíticas. “El aumento en la venta de armas en el mundo responde a un reto mayor, que es la reconfiguración de la política internacional, y más concretamente, al carácter multipolar que ha adquirido el mundo en la última década”, señala a El Comercio el internacionalista mexicano Fausto Carbajal, consultor en riesgo político y seguridad.

Y es que no solo vivimos un momento de grandes tensiones geopolíticas, sino que estas se han convertido en guerras convencionales, como la de Ucrania o la Franja de Gaza, por citar las dos con mayor cobertura. Pero además hay una proliferación de conflictos no convencionales, como el combate a organizaciones criminales, insurgencias y grupos terroristas.

“Al aumentar los escenarios de guerra, se requiere cubrir esa demanda, y por eso otros países están aumentando sus ventas de armas considerablemente”, anota Carbajal.

Acuerdos millonarios

En el 2022, Polonia -que necesitaba rearmarse con urgencia al ser un país limítrofe con Ucrania y, además, miembro de la OTAN- le compró armamento a Corea del Sur por US$14.500, que incluía nada menos que 1.000 tanques Black Panther, 672 obuses autopropulsados K9 Thunder, 288 lanzacohetes múltiples K239 Chunmoo y 48 cazas de cuarta generación Golden Eagle fa-50. El acuerdo representó para los surcoreanos el 83% de los US$17.300 millones que exportaron ese año, una cifra que se duplicó respecto al 2021.

De hecho, el objetivo del presidente Yoon Suk-yeol es convertir a su país en el cuarto exportador de armas en el mundo para el 2027, y con la producción militar que ya manejan no parece una meta irrealizable.

Para el SIPRI, el éxito de Corea del Sur se debe a sus costos competitivos, armamento de buena calidad y la entrega rápida, además de préstamos atractivos para los fabricantes de armas en el país. Y un detalle no menor: su estado de alerta ante una posible guerra con su vecino, Corea del Norte.

Otro país que se ha vuelto imprescindible en el mercado de armas es Turquía, la inmensa nación euroasiática que cuenta con una importante industria bélica, acorde con el tamaño de sus fuerzas militares (alrededor de 630 mil efectivos en activo). Según el SIPRI, entre el 2018 y 2022, las exportaciones de armas de Turquía aumentaron 69% en comparación al quinquenio anterior.

Convertirse en uno de los principales productores y vendedores de armas en el mundo es uno de los principales objetivos del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien no tiene reparos en darle la espalda a la OTAN si así lo requiere, con tal de conseguir una capacidad militar autónoma.

“Los turcos tienen un aparato militar grande. Han conseguido desarrollar unos sistemas que son muy modernos, como los aviones no tripulados. Acá se juntan la geopolítica y los negocios, porque estos países venden armamento, pero también están construyendo relaciones geopolíticas con eso”, señala Ortiz. El Bayraktar TB2 es uno de los drones turcos más requeridos y ya ha sido utilizado en combate en Ucrania, Azerbaiyán, Etiopía y Libia. Incluso, países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar, están prefiriendo comprarle a Turquía que a Estados Unidos pues lo consideran un socio más dispuesto.

El “eje del mal”

Otros dos países que están aprovechando las consecuencias de la guerra en Ucrania, y que no son precisamente aliados de Occidente, son Corea del Norte e Irán, quienes no han tenido reparos en hacer negocios con los rusos para suministrarles armamento, dado que el resto del mundo no puede -o no quiere- debido a las sanciones económicas.

Según fuentes de la inteligencia estadounidense, recogidas en un informe de “The Economist”, Pyongyang lleva más de un año entregando a Rusia obuses de 152 mm y cohetes tipo Katyusha, mientras que Irán ha suministrado unos 2.400 de sus drones Shahed. “Rusia está comprando en Pyongyang y Teherán porque ambos regímenes ya están tan fuertemente castigados por las sanciones internacionales que no tienen nada que perder y mucho que ganar haciendo negocios con el gobierno de Putin. No son tanto un ‘eje del mal’ como un mercado de parias”, refiere el diario británico.

Rusia es el segundo exportador de armas en el mundo, pero ha perdido muchísimo mercado en los últimos años. Las cifras de SIPRI son elocuentes: entre el 2018 y 2022 sus ventas fueron inferiores en 31% respecto al quinquenio anterior. Debido a las sanciones, Moscú básicamente tiene que abastecerse a sí mismo y está vendiendo menos para poder equipar a su propio ejército mientras continúa la guerra.

“Hay un riesgo implícito de que regímenes no democráticos vean en la venta de armas un negocio redituable, obviamente para posicionar sus intereses geopolíticos, pero contribuyen a generar inestabilidad en el sistema. Y este riesgo se enmarca en esta recesión democrática que está viviendo el mundo”, apunta Carbajal.

Ortiz refiere que si Estados Unidos y otras potencias ya no tienen el monopolio del mercado de armamento es porque estos nuevos actores ofrecen productos a precio y calidad razonables y, sobre todo, ponen menos condiciones que Washington: “El desenlace de esto es que vas a tener más productores y productos más sofisticados, con lo cual la capacidad de controlar los conflictos a través del suministro de armas es una fantasía”.

El militarismo europeo

De los diez mayores países exportadores de armas en el mundo, la mitad son europeos. De ellos, Italia es el que más ha aumentado su industria militar (45%) entre el 2018 y 2022, respecto al quinquenio previo.

Para Fausto Carbajal, el aumento de armas en Europa se debe a que la guerra en Ucrania “representó una llamada de advertencia después de un largo letargo”.

Alemania, por ejemplo, que por cuestiones históricas había invertido poco en su industria militar (pese a tener el tanque Leopard, uno de los más poderosos del mundo), ha incrementado su presupuesto en el último año de manera importante.

Esto también se debería a una crisis de confianza en las alianzas internacionales y una gran incógnita sobre el futuro papel de Estados Unidos en próximos conflictos. “Antes, en Europa occidental todos confiaban en EE.UU. y que sus necesidades de equipo militar iban a ser suministradas por ellos. Pero ahora no hay garantía, entonces es mejor recurrir a otros mercados o construir tus propias armas”, dice Ortiz.

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