Sábado, Noviembre 23

Este 2024, el primer desafío es romper la inercia instalada en el sector y acentuada tras la pandemia. A los sucesivos cambios ministeriales e inestabilidad política se ha unido la ausencia del sentido del deber. No sólo me refiero al sentido de urgencia, absolutamente imprescindible, sino también a hacer las cosas correctamente. Se sigue sin superar dificultades como la falta de información para medir la productividad de los recursos y la eficiencia del servicio. Se sigue comprando insumos mal y tarde —por ejemplo, medicamentos—. Tampoco se avanza en conformar las redes integradas de salud ni la red oncológica. Todas estas ineficiencias impiden avanzar en el acceso a servicios de salud de calidad.

El segundo desafío está vinculado con el primero, pero compete a un nivel más alto: que el Minsa se posicione como el ente rector efectivo del sistema de salud. Que plantee propuestas de largo plazo para mejorar el acceso a servicios, lidere ese proceso de cambio y lo sepa comunicar a la ciudadanía y a todos sus stakeholders dentro del sector. 

Y, tercero, la imperiosa necesidad de mejorar el acceso a los servicios de salud. Avanzar hacia un primer nivel de atención con recurso humano capacitado, medicamentos, tecnología e historia clínica electrónica y una ruta clara para la referencia y contrarreferencia de pacientes. De lo contrario, seguiremos teniendo una población que se atiende en boticas y farmacias cuando ya no tiene alternativa. Es decir, que atiende su salud de manera reactiva más que preventiva..

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