Jueves, Septiembre 19

A pie y a caballo, Raimondi viajó por el Perú para registrar toda la riqueza natural y cultural de un país que llamó su segunda patria. Sus hallazgos los divulgó, entre otros libros, en su monumental obra “El Perú”, pero también a través de cartas y artículos publicados en este diario durante la segunda mitad del siglo XIX.

Un líder de opinión

El 30 de junio de 1854, se publicó en El Comercio el informe de una comisión nombrada por el gobierno para rehacer los planos de las islas de Chincha y medir el guano existente en ellas. Entre los firmantes aparecía el nombre de Antonio Raimondi. Así, se inició la relación entre el sabio italiano y este Diario. Nuestras páginas acogieron sus cartas, publicaciones y descubrimientos; sus actividades como profesor de la Escuela de Medicina; y sus opiniones respecto de geografía, geología, metalurgia, minería, biología y otras materias. También aparecieron avisos de su botica abierta en la calle Bodegones.

Como comenta el investigador Luis Felipe Villacorta, director del Museo Raimondi creado en 1981, el naturalista italiano fue, en palabras de nuestra época, un líder de opinión. “Su trascendencia en la opinión pública ocurre gracias a una serie de convergencias que lo ponen en situación expectante”, dice. Esta confluencia tiene que ver con la expansión económica producto del guano y su propia consagración en la Academia. “Fue importante su vínculo con la Universidad de San Marcos, en la Escuela de Medicina, porque ahí convergen estudiantes de todo el Perú. Ellos hicieron de facilitadores logísticos, cuando Raimondi viajaba por sus respectivas regiones”.

Las expediciones

Los veredictos de Raimondi eran aceptados por autoridades y ciudadanos. El 4 de diciembre de 1856 se publicó en este Diario una nota de la “Gaceta Médica de Lima”, en la que se anunciaba el análisis químico que “el profesor D. Antonio Raimondi” había practicado al agua de Lima. Llegó a convertirse en un perito en la materia, a tal punto que, en 1884, la empresa de saneamiento, mediante carta publicada en El Comercio, le pidió verificar la calidad del agua que se consumía en la ciudad. Raimondi aceptó el reto y el 2 de diciembre publicó sus análisis. Afirmaba que la calidad del agua había mejorado, y aunque predominaban las sales calcáreas, “estas no se hallan en tal cantidad para ser perjudiciales”.

Del archivo Raimondi en El Comercio destacan tres cartas a su amigo Luis Bignon, publicadas entre mayo y julio de 1859. Ahí el naturalista informa sobre sus expediciones norteñas, con un temerario cruce a caballo por “las aguas turbias y fangosas” del río Santa, donde mucha gente moría por la falta de un puente. En estas misivas lamentaba los pésimos o inexistentes caminos en el país.

Sin museo, pero con monumento

En 1890, El Comercio informó sobre el deterioro de la salud de Raimondi. Sin embargo, la noticia de su muerte, ocurrida la noche del domingo el 26 de octubre, se conoció el día 28, con 40 horas de retraso, debido a fallas en el telégrafo. “Como si se resistiese él mismo a transmitir la tristísima nueva”, escribió el redactor de este Diario.

Su muerte fue asumida como desgracia nacional, y se sucedieron los homenajes públicos, pero esto contrastó con algunos hechos infortunados. En efecto, el 19 de setiembre de 1893 se reproducía en estas páginas la sesión del Congreso en la que se discutía si debía darse una partida de 5.000 soles para la instalación del Museo Raimondi, institución que resguardaría su ingente colección de documentos, objetos, plantas, pieles y minerales. Ese museo nunca vio la luz.

Raimondi muere –comenta Villacorta– sin ver la construcción de un museo de ciencias que el Estado le había prometido a través de una ley. Iba a levantarse en el Jardín Botánico, muy cerca de la Facultad de San Fernando, en la avenida Grau. A su muerte, sus documentos pasaron a la Sociedad Geográfica, y sus colecciones, a la Escuela de Medicina. Gran parte de estas terminaron estropeándose, sobre todo aquellas de origen orgánico, y sus documentos se quemaron en el incendio de la Biblioteca Nacional de 1943″.

Otro hecho tuvo que ver con el retraso de una pensión del Estado para su viuda, la señora Adela Loli. A pesar de haber sido aprobada en 1892, esta se hizo efectiva recién tres años después, tras llamada de atención de El Comercio en su editorial del 26 de octubre de 1895. Por ese tiempo, también se discutía la construcción de un monumento. Ante la poca efectividad del Estado, esta iniciativa tuvo eco en la sociedad civil.

El 28 de julio de 1905 se informó que la Sociedad Nacional de Minería contribuiría con 25 libras a la junta encargada de colectar los fondos para tan noble fin. Y el 29 de marzo de 1906 se publicaron las condiciones del concurso público organizado por la colonia italiana para diseñar la estatua, la cual debía ser puesta en un espacio cedido por el consejo provincial en la plaza de Santa Ana que, desde entonces, pasaba a llamarse plaza Italia.

[A la muerte de Raimondi] sus documentos pasaron a la Sociedad Geográfica, y sus colecciones, a la Escuela de Medicina. Gran parte de estas terminaron estropeándose, sobre todo aquellas de origen orgánico, y sus documentos se quemaron en el incendio de la Biblioteca Nacional de 1943.

El monumento, obra del escultor italiano Tancredi Pozzi, fue develado el 14 de agosto de 1910, con presencia del presidente Leguía y del alcalde Guillermo Billinghurst. Un emocionado Ricardo Palma ofreció un discurso a nombre de la Sociedad Geográfica de Lima y recordó los años en que conoció a Raimondi gracias a un amigo poeta, alumno de la Facultad de Medicina.

El Comercio dio amplia cobertura al acontecimiento. Otro especial dedicado a Raimondi apareció en setiembre de 1926, “por su centenario”, pues se creía que el sabio italiano había nacido aquel año, hasta que se descubrió su partida de bautizo en 1990. Pero esa es ya otra historia.

Sepa más

Por el bicentenario de Raimondi, el jueves 19 se inaugura la exposición “Entre dos mundos: memoria y celebración de Antonio Raimondi en Italia y en el Perú”. La muestra va hasta el 9 de diciembre en el Instituto Italiano de Cultura (Av. Arequipa 1055, Miraflores, Lima) de 9 a.m. a 6 p.m.

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