Nació en Musho, Áncash, cobijada por la grandeza del Huascarán. Inició su camino musical como una de las “Chicas Mañaneras” del ‘Chato’ Grados, luego se consolidó como ‘La Internacional’, y no paró hasta ser reconocida como ‘La Patrona del Folclore´’. Embajadora de la música andina y de las tradiciones que la vieron nacer, su éxito también encierra una historia de sacrificios, desafíos y lágrimas. Hoy, al celebrar tres décadas de trayectoria, Sonia Morales reflexiona sobre su triunfos y fracasos, y agradece a la vida por haberle dado mucho más de lo que alguna vez imaginó alcanzar.
“El éxito no llega solo, hay que buscarlo”, afirma la cantante. Gracias a su crecimiento musical pudo traer a sus padres y hermanos a la capital, y construyó una iglesia y una plazuela en su querido Musho, un lugar al que siempre vuelve para reencontrarse con su esencia más pura.
“Esta carrera me ha dado enormes satisfacciones, como darle a mi familia una mejor calidad de vida, pero también me quitó momentos irremplazables con mis hijos. Los dejaba cuando apenas intentaban caminar, y cuando regresaba, ya estaban caminando. Me iba mientras balbuceaban sus primeras palabras, y volvía cuando ya podían hablar. Me perdí esas cosas tan lindas. Gracias a Dios, ellos comprenden que fue por trabajo y se sienten orgullosos de lo que logré. Aunque no siempre estuve presente, son jóvenes respetuosos y bien educados”, comenta Morales con pesar.
Camino accidentado
Para Sonia Morales, abrirse paso en la competitiva industria musical peruana no fue fácil. Durante los primeros años, las radios le cerraban las puertas y los empresarios no reparaban en su talento. Sin embargo, el golpe más duro llegó en el 2009, cuando tuvo que alejarse de los escenarios por un problema en sus cuerdas vocales.
“Tenía nódulos en la garganta que me impedían hablar, me operaron dos veces, y llegué a pensar que nunca volvería a cantar”, recuerda Sonia con la voz entrecortada. “Me encerraba en el baño y lloraba en silencio, para que mis padres, a quienes había traído a vivir conmigo, no me escucharan. Era devastador pensar que tendría que decirles que ya no podía quedarse porque el dinero no alcanzaba”, confiesa.
“Tenía nódulos en la garganta que me impedía hablar”
Consolidación
La canción que le abrió las puertas al éxito a Sonia Morales en el mundo del folclore fue “El celular”. “Me permitió ilusionarme y soñar en la música”, confiesa con emoción. Poco después, llegó “Perdóname” , el tema que la catapultó a la fama, consolidándola, junto a Dina Páucar , como una de las figuras más importantes de la época dorada del huayno con arpa. Con su música llenaban locales y se convirtieron en las caras de marcas reconocidas.
“Fuimos imagen de Backus, porque vendíamos muchas cerveza en nuestros conciertos, también de Telefónica del Perú, y de otras empresas pequeñas, de centros odontológicos y de escuelas de corte y confección. Gracias a Dios tuvimos épocas maravillosas. Llenábamos estadios, donde ahora es Plaza Norte, hice mi aniversario con lleno total, con más de 60 mil personas, un mar de gente”, recuerda la artista, con gratitud.
Adversidades
“Perdóname” no solo le trajo grandes satisfacciones a la Patrona del folclore , sino también un amargo problema legal con Emilda Morales , la compositora del tema. “Escuché la canción y la grabé, pero en mi inexperiencia, como era muy joven, cambié la letra y la adapté a mi manera. Eso me llevó a un juicio que, al final, perdí. Tuve que pagar 20 mil soles”, recuerda con resignación.
Su inexperiencia también la llevó a enfrentar problemas con la Sunat que casi la dejaron al borde de perder todo lo que había construido. Una multa que superaba el medio millón de soles ponía en peligro su estabilidad financiera. El ente tributario embargó los terrenos donde había levantado su centro campestre y restaurante, el fruto de sus sueños y esfuerzo.
“Por desconocimiento me endeudé con la Sunat, y ver cómo embargaban mis terrenos fue devastador”, recuerda con tristeza. “Algunos me decían que debía pagar de inmediato, mientras otros me advertían que nunca los recuperaría. Estaba completamente perdida, sin saber qué hacer o a quién escuchar. Fue un proceso largo y angustiante, pero al final, después de muchísimo esfuerzo, logré fraccionar la deuda Era una cantidad enorme, pero me dieron 6 años y 8 meses para pagarla”, confiesa.
Treinta años después de pisar por primera vez un escenario artístico, Sonia siente que el camino que recorrió con altas y bajas, valió la pena, pues le dieron la experiencia y el aprendizaje necesarios para equivocarse menos y disfrutar más de la vida.
“Estoy en mi mejor momento, con grandes proyectos como empresaria, quiero abrir un restaurante en Nueva York y otro en Georgia, donde vive mi hermana. También planeo hacer una película o una miniserie sobre mi vida, porque la que produjo Efraín Aguilar (’Nacida para tirunfar’), solo contó el 15% de mi historia real. El resto fue ficción”, destaca.
“Yo misma la produciré, ya compré mis cámaras para hacer algo bonito, que sirva de legado para mis hijos porque, posiblemente, dentro de cuatro o cinco años, me despediré para descansar”, subraya.