Martes, Noviembre 19

El foro Asia-Pacífico que acaba de realizarse en el Perú deja una agenda de quehacer intenso, realista y desafiante que nadie quisiera, hoy en día, a nombre de la apertura mundial de la economía y el comercio, tirar por la borda.

La construcción de esa agenda ha marcado un nivel sin precedentes de consensos en la historia del APEC que sería realmente lamentable que gobiernos y estados de este y del otro lado del Océano Pacífico descuidaran su aplicación y desarrollo, en lugar de honrar –inteligente y estratégicamente– los acuerdos y mandatos del foro.

El impulso técnico, político y empresarial del ex presidente del Consejo de Ministros Fernando Zavala, CEO de la organización del evento, ha sido clave en la difícil y compleja construcción de esos consensos. Otra razón más para no subestimar, hacia adentro, las virtudes y capacidades nacionales que cobran relevancia y reconocimiento hacia afuera, en la esfera internacional.

Los acuerdos y mandatos del APEC establecen ahora una valla tan alta de respuesta a los cambiantes desafíos políticos, económicos, comerciales y sociales en el mundo que los gobiernos y estados tienen que comenzar por reestructurar los desfasados enfoques de sus diplomacias y ministerios sectoriales. Ya no se trata solo de hacer política. Se trata de hacer buen gobierno y servir al ciudadano como se merece, en sus necesidades de salud, educación, transporte, seguridad, trabajo y acceso a las nuevas tecnologías.

Rescato aquí tres puntos cruciales destacados el pasado domingo en el editorial de El Comercio, con los que coincido plenamente. En primer lugar, la adaptación de forma efectiva al entorno cambiante e incierto por el que atraviesa el mundo. En segundo lugar, que, en opinión del CEO de JP Morgan, “estamos ante la situación geopolítica, militar y económica más complicada que el mundo ha enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial”. Asimismo, destaca el hecho de que el Perú no quiere quedarse nuevamente rezagado en la siguiente revolución industrial –esta vez, la digital y de inteligencia artificial–, y será necesario una inversión masiva en capital humano y la adopción de políticas deliberadas para el sector, en energía, conectividad, marco regulatorio, entre otras.

Ningún gobierno, ni el saliente de Dina Boluarte ni el entrante de quien resulte democráticamente elegido (valga el señalamiento) en el 2026, deberá descuidar cuatro sectores claves que no pueden correr el riesgo de estar desfasados de la evolución intensamente cambiante del mundo de hoy: Educación, Economía y Finanzas, Relaciones Exteriores y Energía. Cuatro sectores que no pueden estar conducidos en flagrante ineptitud.

La diplomacia peruana tiene que dar un vuelco de 180 grados. Sus liderazgos y cuadros tienen que ser distintos de aquellos que todavía tienen la mirada puesta en nuestros conflictos limítrofes. Hace rato que los desafíos son otros, y esos liderazgos y esos cuadros aún no se construyen, mientras la llamada al cambio y a la modernización de las diplomacias en general también toca las puertas de la ONU y de otros organismos internacionales, igualmente desfasados en sus prédicas y prácticas políticas, jurídicas y de real mandato ejecutivo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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