Era un sábado de agosto de 2023. La noticia había sacudido a Ixiamas. Ese día, en las pequeñas calles de ese poblado amazónico boliviano solo se hablaba de la muerte de un jaguar (Panthera onca). Los comuneros encontraron el cadáver del animal a un costado de la carretera de tierra que va a la comunidad Santa Fe. El cuerpo no tenía la cabeza, lo que levantó una hipótesis: el jaguar fue asesinado para traficar sus colmillos. Ese caso quedó en nada, a pesar de que se instaló una demanda penal.
Ixiamas está a 866 kilómetros de la ciudad de La Paz, es un municipio totalmente amazónico y un 60 % de su territorio ha sido declarado como área protegida. Además, es el segundo municipio más extenso de Bolivia, con 3,7 millones de hectáreas. En esta localidad está el Área Municipal de Conservación y Manejo del Bajo Madidi (AMCM-BM) que, junto al Parque Nacional Madidi, son los hogares más grandes del jaguar en el país, según Wildlife Conservation Society (WCS) Bolivia.
En el centro de la plaza principal de Ixiamas hay una estatua de un jaguar con un corto mensaje: “en este municipio amazónico se cuida al jaguar”.
Luego de que la gente de Ixiamas encontró al gran felino muerto en agosto del año pasado, se organizaron y decidieron defenderlo. Iniciaron campañas y mensajes para cuidar al animal, mientras que los niños se disfrazaron de jaguares y caminaban por las calles del pueblo.
“Nosotros nos enteramos un día después que habían encontrado el cuerpo de un jaguar allá lejos del pueblo [de Ixiamas]. Nos dijeron que el cuerpo estaba sin cabeza. Pero sabe que es lo peor, que hicieron desaparecer el cuerpo luego de un tiempo. Sólo existen fotos que se entregaron a la Fiscalía para que se investigue”, lamenta Israel Fernández, quien es parte de la comisión vecinal que lucha contra el tráfico de fauna silvestre en Ixiamas.
Todos en el pueblo saben que ese jaguar apareció muerto en plena selva, pero nadie sabe exactamente quién lo mató. Aunque hay sospechas. Fernández dice que personas foráneas llegan al municipio para cazar a este felino. “Es una red criminal. Lo que sabíamos es que antes, por la radio, pedían matar jaguares para llevarlos a San Borja o Trinidad [municipios del departamento de Beni] para sacarles colmillos y piel. Hoy ya se cuidan más y no lo hacen público”, relata.
El caso nunca esclarecido en Ixiamas
La comunidad Santa Fe se encuentra a una hora y media de Ixiamas y fue allí donde se encontró el jaguar muerto. Es un pueblo pequeño y una de las puertas de entrada al Parque Nacional Madidi. Los comuneros prefieren callar sobre ese episodio.
Sin embargo, uno de los guardaparques que trabaja en la zona también conoce del caso y coincide con las sospechas de Israel Fernández: “El caso del jaguar muerto ocurrió fuera del Parque Madidi, pero no es el único caso, hubo más. Antes [los traficantes] ponían anuncios en radios para comprar jaguares muertos. Los mismos comuneros los mataban y los vendían. Ahora, lo hacen con más cuidado. Hay gente que confiesa en sus borracheras que mataron jaguares y los llevaron al Beni. Vimos que estas redes de tráfico ahora son muy cuidadosas y se contactan por Telegram, eso nos enteramos”, explica el guardaparque a Mongabay Latam.
El trabajador, que pidió no publicar su identidad para preservar su puesto de trabajo, también relata que hace dos meses, en septiembre, hallaron muerto a un jaguar joven que salió del monte a la comunidad Santa Fe para buscar comida, ya que su madre fue asesinada. “Nos pidieron ir para investigar qué pasó. Fuimos con la jaula, llegamos al lugar y vimos que el jaguar estaba colgado en el árbol, estaba ahorcado, lo habían amarrado para que no escapara”, relata el guardaparque, quien agrega que luego entregaron el cuerpo a las autoridades.
La madre del animal fue asesinada por los mismos comuneros bajo la excusa de que había matado a seis chanchos que eran criados para luego ser sacrificados. El cuerpo de la hembra adulta nunca se entregó a las autoridades competentes, pero días después apareció, lejos de la zona, sin cabeza y sin piel.
“La madre tiene crías y se asienta cerca de campos ganaderos porque tiene el alimento asegurado. Una madre no caminará kilómetros para dejar a sus crías solas. Prefiere quedarse ahí [en los campos ganaderos] para cazar terneros, perros, gallinas, patos o chanchos. Se va de la zona cuando los cachorros son independientes”, detalla el guardaparque.
Marcos Uzquiano se hizo a sí mismo la promesa de proteger a los jaguares, antes de que sea demasiado tarde para salvarlos. Él es presidente de la Asociación Boliviana de Guardaparques y Agentes de Conservación (Abolac) y considera a los jaguares como su familia. Por su trabajo, sabe que el felino con la mordida más poderosa del mundo ya no vive tranquilo. Las mafias internacionales “le han echado el ojo” y lo buscan en las profundidades de la selva boliviana para arrancarle sus colmillos más grandes después de matarlos a balazos. Para él, esto tiene una explicación sencilla y es que en los países asiáticos los jaguares son apuntados como sustitutos del tigre (Panthera tigris) —una especie que está al borde de la extinción—, y es por eso que ahora son traficados para suplir una demanda consumista hambrienta por sus dientes.
Desde hace varios años, Uzquiano recibe información que apunta a que ciudadanos chinos pagan a los comuneros bolivianos por los colmillos de jaguar. El guardaparque, junto a su equipo de trabajo, lleva años rastreando este crimen, decidido a ponerle freno antes de que sigan matando a más de sus “hermanos”, como describe a los jaguares que lo han acompañado en su territorio desde niño, cuando creció en San Buenaventura, en el departamento de La Paz, dentro del Parque Madidi.
Precisamente, su investigación lo llevó a realizar, en 2018, la mayor incautación de partes de jaguar en Bolivia: 185 colmillos. Este fue considerado uno de los logros más grandes en la historia del tráfico de vida silvestre en el país.
“Nunca me han atacado los jaguares” dice Uzquiano, con firme intención de romper el mito de que “los tigres” atacan a las personas. Quienes sí lo han atacado —y muchas veces— han sido los seres humanos, a los que denuncia por atentar contra la naturaleza o porque, ostentando como autoridades, no toman acciones.
“La única alternativa es mayor fiscalización, una mayor coordinación a nivel interinstitucional entre los distintos niveles del Estado y también mayores acciones de prevención y de sensibilización con las comunidades. Un fortalecimiento directo al trabajo que hacen los guardaparques para que, por lo menos los jaguares que están dentro de las áreas protegidas, puedan ser protegidos realmente, como debe ser”, destaca.
Y es que las cifras son escandalosas. Según datos de la Dirección General de Biodiversidad, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Agua, entre 2014 y 2020, al menos 760 colmillos de jaguar han sido decomisados en Bolivia en diferentes operativos a personas que habían comprado o trataban de comercializar estas piezas, aunque no existe información de decomisos por año.
Lo preocupante es que poco se sabe sobre la institución que ha quedado a cargo de la custodia de los colmillos y de otras partes de jaguares, sólo que algunos colmillos fueron a parar a museos naturales. Las autoridades bolivianas no tienen una trazabilidad que permita conocer el paradero final de las piezas decomisadas.
Desde el 2014 hasta el 2020, la Fiscalía boliviana inició 36 procesos por los delitos de caza y pesca prohibidas, destrucción o deterioro de bienes del Estado y biocidio. De todos estos, sólo un caso que involucra al jaguar tuvo condena. Se trata de la incautación de los colmillos que hizo Uzquiano en el 2018 y que involucra a dos ciudadanos chinos que ya cumplieron su condena en una cárcel. Uno recibió una pena de cuatro años de prisión y el otro de tres años. También hay seis procesos que se encuentran abiertos —uno de ellos desde el 2015—, mientras que otras 20 causas fueron rechazadas y el resto desestimadas por falta de pruebas.
Sin justicia
La impunidad en el tráfico del jaguar y sus partes no es novedad en Ixiamas, por eso, a sus habitantes en el fondo no les extraña que no pasó nada con el caso del jaguar asesinado el año pasado. Los vecinos hicieron la demanda y la investigación no avanzó porque no hubo testigos. Es más, el caso se llevó al municipio de Apolo, en el norte de La Paz, donde la indagación fue desechada.
Mongabay Latam acudió a la Fiscalía de Ixiamas y el personal de esa entidad descartó que haya un proceso abierto sobre tráfico de jaguar. La misma información dieron en la Policía y en el Juzgado Agroambiental de ese municipio amazónico.
“La mayor parte de este tipo de denuncias relacionadas con el tráfico de vida silvestre se producen en áreas rurales, algunas de difícil acceso, por lo que sin un vehículo adecuado es difícil llegar a estos lugares para recolectar las pruebas. A veces se desestiman los procesos porque no hay cómo llegar, no hay cómo investigar porque falta logística”, explicó un policía de Ixiamas a este medio de comunicación, quien pidió no publicar su identidad porque no estaba autorizado para dar declaraciones.
El alcalde de Ixiamas, Félix Layme, asegura que existen políticas de conservación de la fauna silvestre, sobre todo en el Área Municipal de Conservación y Manejo del Bajo Madidi. Layme detalla que existen acuerdos con organizaciones no gubernamentales (ONG) para que puedan ingresar a Ixiamas a mostrar un plan de conservación del jaguar y otras especies que viven tanto en el área protegida municipal como en el propio Parque Madidi. Sin embargo, la tortura que sufre el felino sigue vigente.
“En nuestra área protegida se registraron 63 especies de mamíferos, un 16% del total registrado para Bolivia. Además, alberga 20 especies amenazadas, entre estas la peta de río (Podocnemis unifilis) y la de monte (Geochelone carbonaria), víctimas del tráfico de vida silvestre, debido al comercio de sus huevos. Otras de las especies vulnerables presentes en el área son el jaguar, el marimono (Ateles chamek), la nutria (Lutrinae), el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), el oso bandera (Myrmecophaga tridactyla) y el tapir (Tapirus). Entonces, es nuestra misión desarrollar y seguir ejecutando un plan de cuidado del jaguar y otras especies”, destaca Layme.
El alcalde dio un listado de buenas intenciones, pero no ofreció datos ni cifras precisas sobre el tráfico del jaguar y sus partes en su municipio.
Según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la situación del gran felino americano es de “Casi amenazado”. En el caso de Bolivia, el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados del país, lo categoriza como Vulnerable (VU).
Las cifras y datos más actualizados están en el Plan de Acción para la Conservación del Jaguar 2020-2025, elaborado por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua de Bolivia, donde se detalla que desde 2014 existe una “caza furtiva” de jaguares en el país con el fin de vender partes —como los colmillos y piel— al mercado asiático. Sin embargo, este plan también recoge datos que revelan que se solicitaron cuerpos enteros de jaguar para elaborar la “pasta de jaguar”, la cual es utilizada como una alternativa a la “pasta de tigre” con fines medicinales en China y otros países de Asia.
“Se han verificado 35 casos de tráfico del jaguar (hasta 2020), con la incautación de un total de 723 colmillos, así como cráneos y pieles, provenientes de Bolivia, que representaron la muerte de al menos 200 jaguares. De los 35 casos, 22 de ellos estaban directamente relacionados con los mercados asiáticos: el 92 % de los colmillos incautados tenía como destino China”, destaca el plan de conservación.
Este mismo documento revela que existen negocios de tráfico del jaguar por redes sociales. “El análisis del tráfico online en Bolivia reveló 27 eventos adicionales del comercio de jaguar, principalmente a través de las redes sociales, específicamente Facebook, desde las tierras bajas del país. Este análisis sitúa a Bolivia en el tercer lugar en Latinoamérica, después de México y Brasil, en los casos del comercio online de las partes corporales del jaguar. Además de colmillos, se ha registrado el comercio de garras, cráneos, pieles, huesos, grasa y bigotes, posiblemente con fines ornamentales, como símbolos de estatus, o por creencias medicinales y supersticiosas”, indica el documento.
El plan gubernamental también destaca que es probable que las cantidades de procesos de investigación y de jaguares asesinados representen solo una pequeña fracción de su número real, ya que, al ser una actividad ilegal, es difícil obtener cifras precisas del comercio del jaguar. “A esto se suma la baja tasa de detección por parte de las autoridades de control y de aplicación de la ley”, detalla el documento oficial.
Daniela Justiniano, activista ambiental de la organización Alas Chiquitanas, alienta a que exista un “plan serio” para salvar el jaguar. “Existe mucha impunidad en este tema. Los ciudadanos chinos llegan a Bolivia para trabajar en empresas de su país y justo en esas zonas hay denuncias de biocidio, y esto incluye al jaguar. ¿Por qué no hay sanciones más drásticas contra quienes matan a los animales silvestres? Eso se debería revisar en el marco legal”, dice.
El guardaparque que pidió la reserva de su nombre cree que las ofertas de colmillos del felino a través de redes sociales y plataformas digitales disminuyeron porque ahora hay más conciencia de la población para defender al jaguar y no por el control estatal. También cuestiona que hasta ahora no haya un informe oficial detallado sobre las incautaciones de colmillos y partes del jaguar. Por otra parte, diversos estudios sobre tráfico de vida silvestre mencionan que las tácticas en internet cada vez son más cautelosas y eso también explicaría la disminución en los casos de tráfico detectado a través de redes sociales.
La caza del jaguar no se detiene en Bolivia
En Bolivia la distribución del jaguar abarca varios tipos de bosque en las tierras bajas, desde el bosque chaqueño al sur hasta el bosque amazónico en el norte del país. Sin embargo, en los últimos 50 años el área de distribución histórica se vio disminuida en más del 30%, debido a la pérdida y fragmentación de hábitat causada principalmente por la expansión de la frontera agrícola, según detalla el Museo Nacional de Historia Natural Noel Kempff Mercado.
Ángela Núñez es bióloga de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y una férrea defensora de los jaguares en Bolivia. Ella recuerda que en el año 2011 no había una alta demanda por las partes de jaguar, pero que en 2014 empezó a identificar de manera alarmante el tráfico de los colmillos. Antes de esa fecha, sólo se solían traficar pieles, dice.
“En el 2014 realmente empezaron a subir increíblemente los casos de tráfico de partes de jaguar. En Bolivia lo relacionamos con el tema de la migración de ciudadanos chinos a nuestro país, pues son quienes empiezan a crear esta demanda”, detalla Núñez a Mongabay Latam.
Según la bióloga, en Bolivia hay entre 6 000 y 7 000 jaguares, la mayoría de ellos concentrados dentro del Parque Madidi. “Hay estudios que relacionan directamente el aumento en el tráfico de partes de jaguar con la llegada de las empresas chinas a toda Latinoamérica. Este problema no sólo está sucediendo en Bolivia, sino que se ha ido corroborando en Perú, Colombia, Panamá, Surinam, Guyana, México y Brasil. En Argentina se están detectando casos también, pese a que la población de jaguar es muy baja”, remarca Núñez.
En mayo de este año se conoció la noticia de un jaguar atropellado en la carretera entre Cochabamba y Santa Cruz, concretamente en el kilómetro 124, en inmediaciones del campamento 3 de la empresa china Sinohydro. Posteriormente el felino fue descuartizado y desollado.
En el informe de la Policía Forestal y Preservación del Medio Ambiente (Pofoma) se lee que un ciudadano pakistaní, que trabajaba en la empresa china, “tenía conocimiento” sobre la cabeza del animal “sin sus colmillos”. En tanto que, en un contenedor, se encontró la piel “extendida en tablas de madera, cubierta con sal”. Asimismo, encontraron “tres extremidades en estado de putrefacción cubiertas con tierra”. Tres involucrados en el hecho —dos ciudadanos bolivianos y el pakistaní— eran trabajadores de Synohydro Corporation Limited, la empresa que construye la doble vía Cochabamba-Santa Cruz. Este caso quedó congelado.
El documento de Pofoma refiere que otros tres dependientes de la firma asiática —el asesor legal, el jefe de recursos humanos y un especialista ambiental— intervinieron para que se entregaran las piezas a las autoridades policiales. De esa manera se recuperó la piel, la cabeza, tres extremidades y cuatro colmillos. Dichas partes fueron entregadas a la Secretaría Departamental de Medio Ambiente y Recursos Hídricos de Cochabamba.
Según Rodrigo Herrera, director de la Asociación Legal Justicia Ambiental, tras el atropello presuntamente fortuito del jaguar, los trabajadores involucrados debieron hacer un informe inmediato para el fiscal ambiental de la obra. A su vez, este debió comunicarlo tanto a la Policía como a las autoridades departamentales y nacionales pertinentes. “Esto porque se trata de una especie silvestre nativa que forma parte de la biodiversidad boliviana. Además, el felino se encuentra protegido por el ordenamiento jurídico nacional e internacional”, dice Herrera.
Pero esto no pasó. Por el contrario, el jaguar fue trasladado a un campamento. Según el portal ambiental La Región, que accedió a imágenes, los trabajadores de la firma china desmembraron y desollaron el jaguar, por lo que una comisión de Pofoma, el Programa de Gestión de la Biodiversidad de la Gobernación de Cochabamba, y guardaparques del Parque Nacional Carrasco acudieron al lugar del hecho para indagar la situación. La empresa china no fue parte del proceso legal.
La Ley 70 para la Defensa de los Animales contra Actos de Crueldad y Maltrato, promulgada en junio de 2015 por el expresidente Evo Morales, establece que el biocidio tiene una pena privativa de libertad de dos a cinco años de prisión, y una sanción pecuniaria de 30 a 180 días, a quien “matare con ensañamiento o con motivos fútiles a un animal”.
Sin embargo, la norma sólo contempla como agravante, con un tercio de la misma pena, si se “matare a más de un animal”, omitiendo factores como que el jaguar es una especie Casi Amenazada.
Lo que ocurrió con el jaguar atropellado y desmembrado, con el jaguar decapitado, y con la hembra y su cría asesinados en Ixiamas, se repite en muchas otras regiones de Bolivia.
Amador López, un agente turístico de Rurrenabaque, recuerda que entre 2000 y 2010 todavía había zonas de esta población amazónica donde se podían observar jaguares. “Nuestros paquetes turísticos tenían esa opción. Las personas podían ver a los jaguares en algunas zonas, por ejemplo, estaban echados en las playas sin preocupación, pero ahora es muy difícil verlos”, dice López.
El agente turístico también recuerda con pesar lo que pasó en 2016, cuando el ciudadano chino Liang Fiang Xiao pagó por un aviso en una radio de Rurrenabaque. El extranjero ofrecía 100 dólares por cada colmillo de jaguar y también otro monto por el cráneo del felino. En una operación encubierta, uno de los guardaparques del Madidi, que se hizo pasar como un ciudadano común, llamó a Xiao y le dijo que podía conseguirle la mercancía. Cuando ambos se encontraron, el guardaparque le pidió que le mostrara el tipo exacto de colmillos que quería. Este operativo fue coordinado con Pofoma y se ejecutó en la casa del ciudadano chino. Ahí le incautaron siete piezas y fue detenido. Luego se conoció que fue liberado por falta de pruebas.
Dos años antes, Rurrenabaque ya había sido noticia cuando atraparon al ciudadano Yan Yixing en diciembre de 2014 con 300 colmillos de jaguar. El hombre fue detenido y luego obtuvo detención domiciliaria, pero hasta 2020 se le veía muy activo por las calles de Rurrenabaque, detalla López, quien además comenta que el chino se volvió un temido personaje en el pueblo, donde lo conocían como “Jabín”. “Era notoria la autoridad sobre algunos de sus compatriotas, andaba haciendo gala de dinero. No sólo estaba implicado en el tráfico de colmillos y pieles de jaguares, también tenía varios otros negocios, incluido un burdel. Luego, desapareció como el viento”, relata López.
El tráfico de partes de jaguar también ha sido “pan de cada día” en la ciudad de Trinidad. En el mercado de la capital del departamento de Beni no había que dar muchas vueltas para toparse con un puesto de venta de partes de jaguar. Según registros de prensa, en uno de ellos, el comercio de artesanías se combinaba con el de fauna silvestre. Y en los restantes se exhibían sin reparo cráneos de jaguares juveniles. Cada uno de ellos conservaba intactos todos sus colmillos.
En la ciudad de Trinidad se realizaron varios operativos para terminar con estas ventas ilegales, que incluso llegaron a la cárcel de esa urbe, donde los reclusos hacían artesanías con colmillos y pieles de jaguar como parte de sus actividades diarias. La Policía boliviana detuvo esas acciones ante el repudio ciudadano.
Todo esto preocupa a María Viscarra, bióloga que es parte del equipo de investigaciones de Wildlife Conservation Society (WCS) Bolivia y que por más de 15 años recorrió de arriba abajo los densos bosques tropicales de Bolivia y Perú, principalmente el Gran Paisaje de Madidi-Tambopata, instalando cámaras trampa para estudiar al gran felino.
A pesar de que en algunos territorios se puede observar una recuperación gradual de jaguares luego de una época de tráfico de fauna intenso en los años ochenta, nuevamente el rápido crecimiento del tráfico es un problema al que considera que hay que prestarle atención. La experta reconoce que en términos de sentencias se mejoró un poco, ya que antes nadie iba preso, “pero las leyes y normas aún deben mejorarse para sancionar a las personas que cometen un crimen como tráfico de fauna”, considera la bióloga.
Además, Viscarra comenta que no hay que perder de vista que el tráfico de partes de jaguar se suma a otras serias amenazas para el felino tales como las quemas, la expansión agrícola y la minería. Las poblaciones irán disminuyendo ya que, al fraccionarse los bosques, como el Gran Paisaje de Madidi-Tambopata, los jaguares perderán conectividad, asegura.
*Imagen principal: La cabeza del jaguar que se encontró en inmediaciones del campamento de la empresa china Synohydro. El cráneo no tenía los colmillos. Foto: Gobernación de Cochabamba.
El artículo original fue publicado por Iván Paredes Tamayo en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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