
Muchas veces pensamos que hace falta emprender un largo viaje para vivir una gran aventura, pero las historias apasionantes realmente están en todos lados. Con motivo del 490 Aniversario de Lima, en nuestro segundo episodio de La Ruta: Criaturas Mágicas, un proyecto auspiciado por Toyota y Verisure en alianza con El Comercio, recorrimos algunas de las calles más antiguas de nuestra capital en busca de los relatos que durante siglos aterraron a las comadres de la cuadra y a los criollos más bravos del barrio.
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Como bien sabrá estimado lector, este proyecto está dedicado a registrar las tradiciones orales de nuestro país a viva voz de sus protagonistas. Tomando en cuenta los años que se apilan sobre nuestra ciudad, sin embargo, sabrá entender que aquella empresa lucía casi imposible.
Afortunadamente durante el siglo XIX, época que gozó del privilegio de observar los últimos trazos de la colonia y los primeros esbozos de la modernidad en nuestro país, el Perú contó con la destacada pluma de Ricardo Palma, quien a través de sus famosas Tradiciones Peruanas le otorgó la ansiada inmortalidad a cientos de relatos de todo tipo.
En este punto debo confesarle que este era un episodio que ansiaba grabar desde hace más de un año, cuando tuve por primera vez entre mis manos a “Tradiciones de Terror”, una fantástica selección de los relatos más tenebrosos escritos por nuestro Bibliotecario Mendigo publicado por el sello Maquinaciones.
Una emoción que, desde mi punto de vista, fue compartida por José Donayre, talentoso escritor, crítico literario, antologador, promotor cultural y editor de la mencionada editorial. Su trabajo con “Tradiciones de Terror” reflejan sublimemente tanto su admiración por Palma como su fascinación por el terror en todas sus dimensiones.
Y es que realmente Lima ha sido desde siempre, ya sea durante su época como núcleo del virreinato o en el ajetreo que ha traído la desordenada modernidad, una ciudad aterradora.
Uno de los testigos silenciosos del paso de los siglos por la ahora capital es el denominado cerrito de Las Ramas, una pequeña loma ubicada entre el cerro San Cristóbal y la Alameda de los Descalzos en la que realmente ha pasado de todo.
Para comenzar, nos debemos remontar hasta los 4 mil antes de Cristo, cuando albergó parte de los templos en forma de U construidos por la cultura Manchay. Ya durante la época colonial tuvo una de las haciendas más importantes del denominado barrio de Bajo del Puente. Mientras que en la actualidad está abarrotada de casas que se apilan una sobre otra en pleno corazón del distrito del Rímac.
Lo más curioso del cerrito de Las Ramas -cuyo nombre parece tratarse de una derivación de la hacienda La Ramos que existía ahí durante la época colonial- son los relatos que se han tejido en torno a él. Palma lo cita como escenario en cinco de sus tradiciones siendo la ocasión más reconocida de ellas la historia de Don Dimas de la Tijereta.

Aquella loma fue, pues, el lugar donde el habilidoso negociador consiguió estafar al propio demonio. Y es que se creía durante mucho tiempo que el diablo habitaba en el cerrito de Las Ramas, como también da cuenta La Misa Negra que contamos en nuestro capítulo de hoy.
Me gustaría finalizar esta pequeña pausa en nuestro viaje original invitándolo, estimado lector, a que la próxima vez que camine por las calles del centro histórico de Lima se detenga un minuto en alguna de sus esquinas, imagine cómo lucían sus empedrados caminos hace medio milenio y guarde un minuto de silencio esperando tener la suerte, luego de haber bloqueado el sonido de los bocinazos y los altoparlantes, de escuchar el susurro de aquellos antiguos espantos que se contaban por la ciudad.

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