La censura de Rómulo Mucho como ministro de Energía y Minas, bajo la presión del poder informal sobre ese importante sector del Gobierno y sobre el Congreso, que definió su salida, revela que la política en el Perú y en el mundo ya no es la que era.
Es difícil saber por cuánto tiempo más la minería informal ejercerá un real poder paralelo a la formal.
Las dinámicas que mueven el poder y la sociedad, entre ellas la política, la economía, las inversiones, el mercado, el empleo, los electorados, la diplomacia y hasta la manera de enfrentar los conflictos y sus soluciones ya no son las mismas que hace 30 años. Hasta el poder de informar, con Internet, las redes sociales, la revolución digital y la inteligencia artificial, ya no es el que era.
Diego Macera, director del Instituto Peruano de Economía (IPE) y miembro del directorio del BCR, advertía cinco meses atrás, en su columna en El Comercio (30/7/24) y frente al triunfo que ya entonces venían obteniendo los mineros informales en el Legislativo, que son estos y no los mineros formales los que hacen política, los que cabildean y los que vencen a la institucionalidad en su cancha.
En dicho texto, Macera llamó la atención de que los intereses formales no tengan la misma fuerza de penetración política en el Congreso. Se pregunta dónde está la representación, el cabildeo y la presión de los mineros formales, de los agroexportadores, de los trabajadores y empresarios independientes formales. Y concluye diciendo que la política es de quien la trabaja y que estigmatizar al Parlamento por ello, como cree también el politólogo Carlos Meléndez, no es una buena salida al problema de fondo.
El impresionante cuadro de 40 partidos (que podrían llegar a ser más de 50) en carrera electoral al 2026, publicado por Martin Hidalgo en este Diario el pasado domingo, sugiere algunas explicaciones certeras, ya no de la nueva manera “de hacer” política, sino de la nueva manera “de construirla”, sacando partidos y candidatos como conejos de un sombrero, en tal cantidad que van a hacer volar en añicos el sistema democrático representativo si no hay un frenazo legal –léase del Congreso– urgente.
Pero la nueva manera de construir política tiene relevantes contrastes con la fragmentación política en partidos como Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Somos Perú, con larga vigencia representativa en el siglo XXI, al tiempo que se alza la interrogante de si el Partido Aprista Peruano, el Partido Popular Cristiano y Acción Popular podrán encontrar la manera de reconstruirse políticamente y de recobrar el sentido de conexión con un electorado que tampoco es el que era, por más populista, caudillista y clientelista que siga siendo su idiosincrasia.
La política ya no es la que era. Ya no está servida desde arriba. Es de quien la trabaja y construye desde abajo. No nos sorprendamos. Y, como dice Macera, “no nos quejemos”.