Cuando entrevisté al presidente de Panamá, José Raúl Mulino, poco después de que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, lanzara su reciente amenaza de retomar el control del canal de Panamá, una de mis primeras preguntas al mandatario panameño fue si buscará un mayor apoyo de China, Cuba y Venezuela.
No fue una pregunta gratuita. Inmediatamente después de que Trump hiciera su amenaza contra Panamá, días después de sugerir que Canadá y Groenlandia también deberían ser territorios de Estados Unidos.
Fue una escena extraña, porque Mulino es uno de los presidentes más pro estadounidenses de la región, y un severo crítico de los regímenes como el de Venezuela.
Si Trump escala su amenaza de recuperar el canal de Panamá, es probable que prácticamente todos los gobiernos latinoamericanos, de derecha e izquierda, se pongan del lado de Panamá.
Muchos lo verían como un precedente que podría poner en peligro su propia seguridad territorial.
Trump parece haber unido a todos los países de la región en su contra en este tema. Incluso el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, emitió una declaración de apoyo a Panamá.
El canal fue construido principalmente por Estados Unidos en territorio panameño a principios del siglo XX y fue administrado por el Gobierno Estadounidense durante varias décadas. Tras varios años de fuertes presiones de América Latina, Estados Unidos firmó los Acuerdos del Canal de Panamá de 1977 que devolvieron el canal a Panamá en 1999.
Mulino me dijo en la entrevista que la amenaza pública de Trump lo tomó por sorpresa, aunque había escuchado rumores el año pasado de que el expresidente estadounidense estaba preocupado por la influencia de China en Panamá.
Trump afirmó en sus redes sociales el 21 de diciembre que las tarifas del Canal de Panamá “son ridículas”, y se quejó de que la vía acuática podría caer en manos de China. El presidente electo agregó que, a menos, que Panamá tome medidas para corregir estos supuestos problemas, “exigiremos que se nos devuelva el canal de Panamá, en su totalidad y sin cuestionamientos”.
Un día después, Trump repitió estas afirmaciones en un discurso a sus partidarios en Arizona, y publicó una imagen de un canal con una bandera estadounidense ondeando sobre el agua. El título de la foto decía: “Bienvenidos al Canal de los Estados Unidos”.
Mulino me dijo que “el canal es de los panameños, y seguirá siendo de los panameños”.
Sobre las tarifas del canal, Mulino me dijo que se establecen en audiencias públicas por la Autoridad del Canal de Panamá, que es una agencia gubernamental autónoma.
En cuanto a la capacidad de Panamá de garantizar el paso seguro de los barcos por el canal, dijo que ha sido muy eficaz. De hecho, la mayoría de los diplomáticos estadounidenses coinciden en que el canal ha sido bien administrado por Panamá.
Sobre el temor de Trump de que el canal pudiera caer en manos de China, Mulino me dijo que esas preocupaciones son “una falacia”. El canal “le sirve al mundo bajo una administración 100% panameña”, y ningún país extranjero “puede tener injerencia” en sus operaciones, agregó.
“No, no lo veo viable”, respondió Mulino. “Esa posibilidad no está en el tapete”.
Mi opinión: No me extrañaría que la amenaza de Trump a Panamá sea teatro político para consumo interno en Estados Unidos. Los líderes populistas siempre buscan enemigos reales o imaginarios para presentarse como salvadores de la patria y energizar a sus bases.
Sin embargo, pese a la afirmación de Mulino de que no buscará un acercamiento con China, Trump puede estar jugando con fuego.
China, Cuba y Venezuela serían los primeros en ofrecer su ayuda. El resultado neto de la bravuconada de Trump sería empujar a Panamá hacia los brazos de los adversarios de Estados Unidos.
–Glosado y editado–
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