domingo, diciembre 7

El domingo 5 de diciembre de 2010, sorteando una huelga de controladores aéreos en Madrid, el escritor peruano Mario Vargas Llosa y su comitiva de veinte personas, entre familiares y amigos, se hospedaron en el Gran Hotel, en pleno corazón de Estocolmo, el mismo que acoge a los galardonados desde la institución del premio en 1901. La gala Nobel se celebra tradicionalmente el 10 de diciembre, conmemorándose el día de la muerte de Alfred Nobel, pero las actividades secuestran al laureado desde inicios de semana. Desde la conferencia de prensa del lunes hasta una cena íntima en el Palacio Real, la noche del sábado, cuando los premiados departen con los reyes de Suecia. Y, entre estos actos, recepciones, recorridos por museos, encuentros con estudiantes, recitales de música clásica, exposiciones, entre otras invitaciones a elegir.

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Cerca de las 8 de la noche, llegamos a Gran Hotel para hacer guardia. No hay ningún reportero de prensa en la puerta, ni siquiera seguridad en el lobby. Preguntamos por el Señor Mario Vargas Llosa y mientras la responsable hace una llamada, Lino Estrada, fotógrafo del diario, me hace señas. En un instante, el escritor ha salido a nuestro encuentro, seguido por un batallón de familiares y amigos. Nos sumamos inmediatamente al grupo, y dando el primer paseo por la ciudad, conseguimos declaraciones exclusivas del escritor, que protegiéndose de la nieve con su paraguas va comentando lo maravillosa que es la ciudad, mientras cruzamos el puente de Strombon, que conecta el elegante barrio de Norrmalm con el histórico Gamla Stan. Vargas Llosa comenta el esplendor del Palacio Real y la excelente conservación de las calles medievales del centro.

En el paseo lo acompañan su esposa Patricia, sus hijos Álvaro y Morgana, el pintor Fernando de Szyszlo y su esposa, así como un representante de la academia Nobel. Vargas Llosa recuerda haber visitado esta ciudad cinco años atrás, aunque entonces no la cubría un grueso manto de nieve. Suecia es un país que el Nobel admiraba por las reformas económicas que empezó a hacer la izquierda y el actual impulso que ha impreso el nuevo gobierno, y que ha mantenido al país al margen de la crisis económica europea.

El pintor Fernando de Szyslo fue parte de la comitiva de Mario Vargas Llosa en Estcolmo.

Después de una hora de paseo, el Nobel llega a la cena que ofrecía la Academia Sueca en un restaurante del Centro Histórico, el Den Gyldene Freden, especializado desde 1722 en platos tradicionales escandinavos, además de ser el punto de reunión de los académicos suecos que eligen al Nobel de Literatura. Poco después de despedirnos, nos topamos con los colegas de la agencia EFE. Entendemos, luego de escuchar sus lamentos, el por qué no habíamos visto competencia mediática. La huelga de operadores aéreos en el Aeropuerto de Barajas había cancelado todos los vuelos a esa ciudad y casi toda la prensa aún seguía esperando avión en Madrid.

Lunes 6 de diciembre

Al mediodía asistimos a la conferencia de prensa de Vargas Llosa en el Grand Hall de la Academia Sueca. El protocolo es estricto. solo una pregunta por medio. Nos acoge el salón Stor Borssalen, donde se anunció el premio Nobel para Vargas Llosa dos meses antes y donde el escritor leerá su discurso un día después. El escritor se muestra serio en exceso en su primera jornada oficial como Nobel de Literatura: “Una sonrisa Mario” le piden a coro los fotógrafos. “Es que esas cámaras intimidan mucho”, responde el escritor.

Terminados los tres minutos permitidos para el trabajo de los reporteros gráficos, Vargas Llosa se sienta en una silla estilo Luis LV y se muestra más relajado. Lo flanquean su traductor y el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, quien dirige el orden de los periodistas como lo haría un policía de tráfico. A la derecha del neoclásico recinto, que equilibra con luterana sencillez los bustos de mármol y los grandes espejos, las arañas de cristal y los medallones, se encuentras las sillas reservadas para Patricia, la esposa del escritor, para su hijo Álvaro y su esposa Susana, así como para el cineasta Luis Llosa y su esposa Roxana Valdivieso. Sobre la mesa, a la derecha del escritor, destaca la flamante edición al Sueco de “Den stygga flick ans rackartyg”, la traducción de “Travesuras de la niña mala” que acababa de salir en librería suecas. Algunas preguntas son previsibles: “¿qué busca al escribir? o “tentará nuevamente la presidencia”. Otras más bien se enfocan en supuestas acusaciones de machismo en su obra, formuladas por colectivos feministas suecos. “Machista no soy. Soy un firme defensor de la igualdad entre hombres y mujeres. Aunque es verdad que en mis libros aparece el machismo que, por desgracia es todavía una realidad vigente en el mundo de donde yo procedo”, se defendía MVLL. A la salida de la conferencia de prensa, veo llorar a una joven reportera de televisión peruana. El frío nórdico había congelado el equipo de su camarógrafo y no habían podido conseguir ningún registro.

Martes 7 de diciembre

A las 5:30 en punto, en el Gran Salón de la Academia Sueca, Vargas Llosa da inicio a la lectura de su discurso titulado “Elogio de la lectura y la ficción”. El escritor había elegido volcar el alma y ofrecer un balance de su vida y de sus obsesiones al agradecer el premio Nobel. En el discurso más emotivo de su vida, Vargas Llosa habló de su amor al Perú y sus deudas con España y Francia, su denuncia a todo totalitarismo y la necesidad de la ficción para la sobrevivencia de la civilización. En su discurso de 12 páginas, el autor de La Casa Verde comprimió obsesiones, sueños, deseos, opiniones, razones y pesadillas. Recuerdo bien cómo su voz, algo afónica, llegó a quebrarse al referirse a su esposa Patricia. “La prima de naricita respingada y carácter indomable”. El escritor llora, y gran parte del público lloró con él. Al final, el Gran salón de la Academia sueca estalló en aplausos. “¿Tan poquito?” escuchamos decir a una señora ubicada detrás. Fueron los 50 minutos más rápidos en la historia del Nobel.

Miércoles 8 de diciembre

Al mediodía, durante la inauguración de la muestra sobre MVLL en el Instituto Cervantes, los medios internacionales buscan a Patricia Llosa luego que el Nobel le dedicara las palabras más dulces jamás ofrecidas a una esposa en el atrio de la Academia Sueca. Además de la declaración de amor, Vargas llosa la había presentado como la mujer que lo conectaba con la realidad, que lo salvaba del caos. Le pregunto a Patricia: ¿Es verdad que Mario no es capaz de cambiar un foco? Ella ríe. “Tengo que admitir que es así. Es más, creo que ya se acostumbró a pedir tantas cosas que, incluso, cuando las tiene al lado, sigue pidiéndolas por costumbre”, confesó.

La cobertura del día incluye un encuentro de MVLL con la comunidad hispanohablante en el Instituto Cervantes de Estocolmo. El escritor, casi afónico, empezaba a mostrar agotamiento al inaugurar la exposición “Mario Vargas Llosa, la libertad y la vida”, preparada por la Pontificia Universidad Católica en la Galería del Cervantes. En una sesión fotográfica previa se había caído de una silla y caminaba con dificultad.

Jueves 9 de diciembre

A las 3 pm. Tras una serie de conexiones del metro, llegamos a Rinkeby, el barrio más pobre de Estocolmo. Rinkeby es una suerte de gueto de inmigrantes, un barrio para expatriados que salen de sus países huyendo de la guerra o la extrema pobreza. Hay desempleo, delincuencia, violencia sexual. Su escuela, reconocida por sus logros en integración social, recibe cada año al escritor laureado, ofreciéndole un homenaje en su biblioteca escolar. Un coro de veinticinco niños vestidos de ángeles, sosteniendo velas encendidas, entonan un villancico para él. Vargas Llosa les dirigió palabras llenas de esperanza y futuro. “Estoy feliz de estar en esta escuela, donde el mundo entero está representado. Es como un mundo pequeño, como unas Naciones Unidas. Tener personas de muchas lenguas, de muy diferentes culturas, creencias, orígenes étnicos, es una vívida demostración de que, más allá de las diferentes superficiales, somos iguales”, señaló.

Viernes 10 de diciembre

Vargas Llosa acude esa mañana al instituto Karolinska, prestigiosa clínica en Estocolmo, para recuperarse de la afección en la garganta causada por las inclemencias del invierno escandinavo. Debía estar listo para la ceremonia protocolar de premiación esa tarde en el Palacio de Conciertos de Estocolmo. A la ceremonia asiste la Familia Real de Suecia, siendo el rey Carlos Gustavo el responsable de hacer entrega de la medalla y el diploma a los ganadores. Junto con Vargas Llosa, en 2010 fueron reconocidos los estadounidenses Peter Diamond y Dale Mortensen y el británico-chipriota Christopher Pissarides (Economía), el británico Robert G. Edwards (Medicina), los rusos Andre Geim y Konstantin Novoselov (Física), el estadounidense Richard Heck y los japoneses Ei-Ichi Negishi y Akira Susuki (Química). Solo hay doce asientos reservados para doce periodistas del mundo, entre las 1300 butacas rojas del recinto. El escenario está adornado por flores enviadas desde San Remo, Italia. Cuenta la tradición que eran las favoritas de don Alfred Nobel, cuya efigie preside el espacio al fondo. El atrio lleva la medalla Nobel y su inicial se impone al centro del alfombrado piso azul. Hay nueve sillas rojas a la izquierda para los nueve laureados. A la derecha, en cinco sillas Luis XV se sentará la familia real sueca. A las 4:30 pm (10:30 a.m. hora peruana) la orquesta redobla sus tambores cuando hacen su entrada los reyes de Suecia. Suena el himno sueco y, poco después, los laureados hacen su ingreso en ordenada fila, en una estudiada coreografía que ha sido puesta en práctica durante casi un siglo. Mario Vargas llosa ocupa la sexta fila.

Per Wastberg, miembro de la Academia Sueca, se encarga de la presentación de nuestro compatriota. En poco menos de 10 minutos, Wastberg intenta definir la obra y el legado de un autor que, confiesa, es difícil de clasificar. “De la provinciana ciudad de Arequipa en el Perú emergió un ciudadano del mundo, un marxista transformado en liberal por los abusos de Fidel Castro, un candidato presidencial perdedor que luego aparecería en las estampillas de su país, un poeta épico y un historiador, un satírico, un erotista, un ensayista y un columnista que aborda la mayoría de temas incluyendo el fútbol y el miedo a volar”.

Para terminar, dirigiéndose al escritor en español, Wastberg agrega: “Estimado Mario Vargas Llosa: usted ha encapsulado la historia de la sociedad del siglo XX en una burbuja de imaginación. Esta se ha mantenido flotando en el aire durante 50 años y todavía reluce. La Academia Seca lo felicita. ¡Acérquese y reciba el Premio Nobel de literatura de este año de la mano de su majestad el rey!”.

Respetando al pie de la letra el protocolo, Vargas Llosa se acerca al centro del escenario y recibe del rey la medalla y el diploma. En la excelente acústica del Salón de Conciertos de Estocolmo reverbera la ovación al autor de “La casa verde”. Terminada la premiación, las familias de los laureados ocupan la escena. Abrazos, fotos, felicitaciones. El clan Vargas Llosa es el más numeroso. Morgana, su hija, es la encargada de las fotos. Ha reunido a todos y colocado a su padre en el centro. “¡Pero papá! ¡Te falta la medalla pues! Le increpa con cariño. “¡Es verdad!” El escritor estaba demasiado feliz para recordar en manos de cual nieto había puesto su premio.

A la tradicional ceremonia le sigue la igualmente conocida Cena de Gala, desarrollada en el Ayuntamiento de Estocolmo. Fueron 1300 los invitados al banquete organizado por la familia real. El ayuntamiento de Estocolmo es un palacio construido con 8 millones de ladrillos, en una curiosa mescla de estilos. Estructura la rusticidad del medioevo con cierto aire neoclásico para sus grandes salones. A partir de las 6:30 pm. se celebra un magnífico banquete con presentación de espectáculos de danza y música. El público que asistió a la ceremonia de premiación del Nobel llega hasta el llamado Salón azul, en cuyas mesas delicadamente tendidas esperan los 1300 tenedores, cuchillos y cucharas dorados, medallas de chocolate con la efigie del Nobel y, para esperar la cena, panecillos blancos y negros además de galletas de jengibre. No faltan las flores y nos iluminan la luz de los candelabros de cristal.

A las 7 pm. El rey y su esposa llegan con sus invitados, los laureados y la corte sueca. Formando una larga cola, descienden del segundo piso del palacio por una enorme escalera imperial para ocupar la mesa central. En ella, Vargas Llosa se sienta al lado de la princesa Cristina, la prima del rey. A su izquierda, otro laureado: Beverly Mortensen, el Nobel de Economía. Patricia, la esposa del autor de “Conversación en la catedral”, es flanqueada por el príncipe Carl Philip y por Christopher Pissarides, también ganador del Nobel. A las 7:25 pm. 200 mozos, en perfecta sincronización, empiezan a servir la cena. La afiatada coreografía logra que los 1300 comensales vean sus platos frente a ellos al mismo tiempo. De entrada: gelatina de pato acompañada con manzanas picadas, legumbres y especias. En el escenario, se suceden espectáculos de danza y música. Luego llega el plato principal: turbot (pescado) con trufas, ensalada de invierno y chanterelles. Y, de postre, bavarois de chocolate y naranja. La cena es rociada con champán Frank Bonville y los mejores vinos franceses.

A las 8:45 pm, todos los galardonados ofrecen unas breves palabras para el rey y el resto de invitados. Pero será Vargas Llosa el encargado de levantar la copa frente a todos los invitados: “Brindemos por Suecia, ese curioso país que parece haber conseguido, para ciertos privilegiados, el milagro de que la vida sea literatura y la literatura vida”, brindó.

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