Lunes, Noviembre 25

Cerca a la una de la tarde arribamos a Sepahua, una recóndita localidad erigida en la intersección del río del mismo nombre y el Vilcanota, hogar de hasta ocho pueblos originarios como los yine, yaminahua, matsigenka y amahuaca. Estos últimos son, precisamente, a quienes venimos a buscar.

Para este octavo episodio, La Ruta -un proyecto auspiciado por Nissan y Verisure en alianza con El Comercio– nos ha traído hasta este pequeño distrito ubicado en el corazón de la selva ucayalina para registrar los relatos de una lengua que se encuentra en serio peligro de extinción.

MIRA: Buscando a los amahuaca: un pueblo en peligro de extinción | La Ruta, episodio 7

El sofocante calor -que normalmente supera con facilidad los 30 grados- hace que las dos cuadras para caminar del puerto al pequeño hotel en el que nos alojaremos sea insoportable. Afortunadamente poco después nos encontraríamos con Wilber Quispe, amigo cusqueño a quien conocimos gracias, una vez más, a la ayuda de la lingüista Pilar Valenzuela.

Wilber llegó hace una década a esta ciudad para cumplir su labor religiosa y se terminó quedando como misionero de la Iglesia Bautista Intercultural de Sepahua.

Soy misionero y gracias a Dios he podido conocer a muchos amigos de diferentes comunidades y lenguas. He tenido el honor de aportar en alguito con mi labor de misionero a la nación yine, matsigenka, caquinte y ahora, desde hace unos cinco años, a la nación amahuaca”, cuenta Wilber mientras subimos a su mototaxi.

Gracias a él vamos camino a conocer a dos miembros de este ancestral pueblo. Durante el trayecto, Wilber nos cuenta cómo llegó a formar un colectivo junto a un grupo amahuaca para participar en el concurso nacional de cuentos y tradiciones orales en lenguas originarias.

Ahora, uno de nuestro grandes proyectos es que estamos en proceso de impresión del Nuevo Testamento Amahuaca, dicha traducción fue realizada netamente por ellos y con recursos propios, en sus tiempos libres”, comenta orgulloso.

Pese a la emoción de su relato es inevitable ignorar los problemas de la zona que saltan a la vista en el camino. Algunos jóvenes tirados en las esquinas nos recuerdan que el alcoholismo es una de las principales causas de deserción escolar en esta zona. El VIH es otro problema que no es atendido y que afecta principalmente a las niñas y adolescentes.

Por último, y no menos importante, la belleza de la zona no nos puede hacer olvidar que esta zona es aquejada por el narcotráfico. Sepahua es el tercer distrito ucayalino con más pistas de aterrizaje del narcotráfico, con un total de nueve. Según la Gerencia Regional Forestal y de Fauna Silvestre (GERFFS) de Ucayali, además, esto ha causado la deforestación de 295 hectáreas en Sepahua entre el 2020 y 2022.

Pese a estos factores, las comunidades nativas intentan subsistir y mantener vivos sus legados. Apenas 15 minutos después de partir llegamos a casa de Rolando Soria, quien nos esperaba junto al profesor José Piño Bolangué, el primer docente amahuaca de la zona, para narrarnos algunas historias de su pueblo.

Luego de conversar por unas cuantas horas e intentar aprender a despedirme en su lengua, llegó la hora de regresar a casa. A la mañana siguiente un bote nos llevaría de regreso a Atalaya y de inmediato abordaríamos la Frontier Pro4X para partir hacia Satipo, y luego hacer lo propio hacia Lima.

Esta primera aventura nos ha permitido conocer de primera mano increíbles relatos y redescubrir maravillosos lugares de nuestro país. Sin embargo, nuestro inmenso territorio alberga aún miles de fantásticas historias y nosotros estamos ansiosos por conocerlas, registrarlas y compartirlas con ustedes.

Por lo pronto debo cerrar esta bitácora y despedirme de ustedes, con el deseo ferviente de que podamos encontrarnos muy pronto en una nueva temporada de La Ruta. Muchas gracias por acompañarnos hasta aquí.

***

No olvides seguir a La Ruta en todas sus redes sociales y no perderte nuestras crónicas exclusivas en El Comercio.

Compartir
Exit mobile version