martes, diciembre 30

Un malestar silencioso recorre los pasillos del mundo laboral, manifestándose en fenómenos hoy conocidos como ‘quiet cracking’ (sentimiento de desconexión que va erosionando el compromiso con el trabajo), ‘quiet quitting’ (renuncia silenciosa) y ‘burnout’ (agotamiento por exceso de trabajo). Aunque son términos nuevos en inglés, reflejan desafíos antiguos y persistentes para jefes y trabajadores: una desconexión gradual, una epidemia de pobreza relacional que afecta a muchas organizaciones.

Recientemente, un estudio de Bumeran Perú indicó que 8 de cada 10 trabajadores afirman estar estresados laboralmente o experimentar el síndrome de burnout.

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Asimismo, Inmar Intelligence reveló que el 34% de los profesionales afirma que el trabajo impacta positivamente en su salud mental, mientras que un 33% señala efectos negativos. Esta disparidad refleja la importancia de liderazgos atentos y de un diseño organizacional que fomente ambientes más sanos e inclusivos.

Resulta paradójico que hoy estemos tan conectados tecnológicamente y, al mismo tiempo, tan desconectados humanamente. “La soledad no es falta de gente alrededor, sino la falta de conexiones significativas”, definió la científica social Kasley Killam. Y el mundo digital ha amplificado ese contraste: el 85% de las interacciones profesionales hoy se realizan digitalmente.

Romper esta dinámica exige una reingeniería radical de las arquitecturas relacionales. Se necesitan herramientas que midan no sólo la carga de trabajo, sino también la calidad de las conexiones humanas. Y aquí importan las figuras jerárquicas. Por ejemplo, cuando un líder comparte de manera auténtica sus necesidades humanas, cómo poner límites o priorizar a su familia, no muestra debilidad; al contrario, autoriza a su equipo a hacer lo mismo, sin miedo a represalias.

Para entender mejor cómo se sienten los equipos, nosotros utilizamos índices tradicionales de satisfacción como el eNPS (‘Employee Net Promoter Score’), que actualmente es de 64, y el eSAT (‘Employee Satisfaction’), que alcanza el 84%. Estos indicadores nos permiten comprender cómo se desarrollan los vínculos dentro de la organización y, sobre todo, cómo evolucionan cuando se implementan acciones concretas orientadas al bienestar de los empleados.

El futuro del trabajo no estará definido por más tecnología, sino por más humanidad. Las organizaciones que lo comprendan podrán cosechar no solo mayor productividad, sino también más propósito y satisfacción para todos los que formen parte de ellas.

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