A Jorge Fossati podrá llamársele terco, picón y hasta desactualizado, pero tonto no es. Cuando Wilmer Roldán pitó por última vez en la Bombonera, la noche del triste 0-1 ante Argentina, seguramente se olía lo que venía. No solo los resultados estaban lejos de ser los mejores, sino que el ambiente andaba enrarecido en la Videna. Nunca pudo convencer al plantel de las bondades de su inamovible 3-5-2, sus hábitos noctámbulos eran vistos de reojo y ocurrieron ciertas situaciones -como el affaire Tapia- que horadaron la relación con sus dirigidos y la dirigencia. Algo parecido había sucedido en Universitario a pesar del histórico ‘Matutazo’ que les dio el título del 2023. Un alto directivo, cuya identidad pidió se mantuviera en reserva, dijo que hubo cierto alivio cuando partió a San Luis. “Si seguía con nosotros no terminaba el año”, remató.
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Insistir en los errores del ‘Nonno’ que derivaron en este penoso final es una pérdida de tiempo (y de espacio que, en el caso de esta humilde columna, es corto). Nuestra preocupación debería centrarse en lo que pasará de aquí en adelante. La elección del reemplazante del uruguayo es clave porque, más allá de lo deportivo, será una forma de conocer los planes de don Agustín en el corto y mediano plazo. La explicación es muy simple: si se elige un técnico interino, es decir, un profesional con vocación de bonzo que se trague la tonelada de críticas y humillaciones que recibirá en los seis partidos que restan de las eliminatorias, significaría que los planes reeleccionistas del hijo predilecto de Chongoyape estarían en duda. ¿Acaso por un súbito ataque de lucidez? Difícil saberlo. En todo caso, no olvidemos que los comicios en la federación deben realizarse en diciembre del próximo año.
Jorge Fossati
Sus números
Amistosos
2-0 vs Nicaragua
4-1 vs. Rep. Dominicana
1-0 vs. El Salvador
0-0 vs. Paraguay
Copa América
0-0 vs Chile
0-1 vs Canadá
0-2 vs Argentina
Eliminatorias
1-1 vs Colombia
0-1 vs Ecuador
1-0 vs Uruguay
0-4 vs Brasil
0-0 vs Chile
0-1 vs Argentina
Si, en cambio, se designara un técnico con el mandato de preparar al equipo que disputará las eliminatorias del 2030, la expresión de aferrarse al sillón del reyezuelo de la Videna quedaría al descubierto. En nuestro querido país nadie nombra a un entrenador para que lo herede otra administración. Esos rasgos de civilización no existen. Es más, un profesional serio difícilmente aceptaría un contrato sin tener al dirigente que lo cobijó cuidándole las espaldas. Estamos a miles de años luz de Alemania que, desde 1926, apenas ha tenido doce entrenadores al mando de su selección masculina.
Es esa, pues, la decisión que realmente nos debería interesar. Como hemos escrito varias veces en este rincón, de haberse quedado Ricardo Gareca probablemente habría pasado por los mismos apuros que sus sucesores por razones muy simples: el universo de jugadores es corto, no existe recambio y nuestras estrellas treintonas han empezado su declive.
Los problemas del fútbol peruano no se resuelven nombrando entrenadores, sino con cambios estructurales que mejoren su organización, fortalezcan su institucionalidad y obliguen a los clubes a asumir más responsabilidades. Lo demás es puro maquillaje.