Sábado, Noviembre 2

Cada vez que Claudio Román, médico aeronáutico de la Fuerza Aérea del Perú, tenía que ir a la base aérea de Las Palmas, el pequeño Gino se apuraba en alistarse con la esperanza de que lo lleve con él. No siempre tenía suerte, pero cuando la tenía era un día feliz: a esa edad, todos queremos ser un poco como papá. El niño se quedaba obnubilado viendo aquellas enormes naves aterrizar y despegar incesantemente. Hacía el movimiento con las manos, que simulaba tener alas.“Yo voy a ser piloto”, le repetía a su padre, quien durante años intentó sin mayor éxito de convencerlo que era mejor estudiar odontología, como su hermana mayor, hasta que entendió que el futuro de su hijo estaba en los cielos. Hoy, más de tres décadas después, Gino Román no solo puede decir que ha cumplido con creces su sueño sino que además es uno de los encargados de formar a las futuras generaciones de pilotos en Estados Unidos de la mano de Airbus, una de las empresas más importantes en el rubro.

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Convertirse en piloto en el Perú puede ser algo desafiante, pero no inalcanzable. Cuando fui adolescente comencé a estructurar un poco mejor mi plan”, explica a El Comercio el ahora capitán de 41 años.

Uno de los aspectos más importantes a tomar en cuenta dentro de la formación como piloto es, sin duda, el económico. “Actualmente hay varias escuelas de formación aeronáutica en el Perú. El precio por hora de vuelo fluctúa entre los 150 a 200 dólares. Para obtener tu primera licencia, la de piloto privado, necesitas 40 horas. Para obtener la de piloto comercial necesitas 200 horas. Dentro de esto hay una cantidad de matices como horas de navegación, horas de vuelo nocturno, horas de vuelo por instrumentos, entre otros”, detalla Román.

En su caso, el plan que había trazado inició enrolándose en la Fuerza Aérea, donde se graduó como alférez con una doble licenciatura, en Administración de Ciencias Aeroespaciales y Administración de Empresas.

Permaneció en las fuerzas armadas durante algunos años más, llegado a ser oficial, para luego seguir con la segunda parte del plan: “Dar el salto a la aviación civil”.

Tras complementar su formación con estudios en el Flight Center de Argentina, la escuela de vuelo más importante de Latinoamérica, Román ingresó en el 2007 a una prestigiosa aerolínea regional. “Comencé como primer oficial, luego ascendí a capitán y tuve la oportunidad de volar los que se podrían considerar como los dos equipos más importantes de la industria, el Airbus 320 y el Boeing 767″, cuenta.

Durante esos años, Román revivía una y otra vez la emoción del pequeño que hacia finales de los 80 veía aquellos enormes aviones despegar. “Definitivamente cada vez que vuelo siento una emoción tremenda. La primera vez que uno eleva con sus propias manos un avión es indescriptible, algo que perdura en tu memoria para siempre. Yo, además, tuve la oportunidad durante mis vuelos de formación de llevar a mi papá y a mi mamá”, recuerda.

Pero más allá de la emoción, los continuos viajes por el Perú y la región le permitieron a Román desarrollar altas habilidades de vuelo que, resalta, son muy valoradas en el extranjero. “Por nuestra propia geografía hay situaciones complejas, como los aeropuertos de gran elevación en Cusco, Juliaca o La Paz. Por eso, la capacidad de los pilotos peruanos es reconocida a nivel mundial”, destaca.

Además de los mencionados, el capitán considera que los aeropuertos de Cusco, Ayacucho, Cajamarca, Arequipa y Bogotá son algunos de los más desafiantes que puede enfrentar un piloto, ya sea por el terreno, el clima o la infraestructura.

Quizás por ello, cuando en el 2018 lo llamaron desde la aerolínea más grande de Malasia no dudo ni un segundo en que tenía lo necesario para aceptar el reto. “Fue una experiencia maravillosa. Más allá del lado operacional, amplié mis conocimientos culturales porque volábamos por toda Asia, tenía primeros oficiales de la India, China, Malasia. Fue enriquecedor, sin dudas”, recuerda.

Actualmente, el registro del capitán Gino Román indica que ha volado durante 9.469 horas. Eso equivale a 394 días en el aire o, por decirlo de otra manera, un año, tres meses y cuatro días surcando los cielos del Perú, Chile, Colombia, Brasil, Venezuela, Ecuador, España, República Dominicana, Jamaica, Cuba, Estados Unidos y un sinfín de países asiáticos.

Pese a ello, nunca ha registrado ningún accidente. “Gracias a Dios, pero sí han habido situaciones adversas. Una vez, por ejemplo, operando en el Perú, las condiciones climáticas cambiaron de un momento a otro en un aeropuerto al momento del aterrizaje. La visibilidad se redujo bastante, el viento ahí, ahí lo único que queda es basarse en el entrenamiento”, explica.

Según Román, en dichos momentos de alta tensión, solo hay dos cosas pasando por su cabeza: los procedimientos entrenados y la próxima maniobra a realizar. “El avión más grande que he volado transportaba a 200 personas. Es una responsabilidad inmensa que llevas en los hombros. Por eso es tan importante el enfoque y la concentración. Con el tiempo vas manejando mejor las situaciones pero no dejan de existir picos de estrés. Lo bueno es que los entrenamientos ahora contemplan cada situación posible”, dice.

¿Incluso aquellas en las que todo sale mal? “Sí, es gracioso porque en las reuniones a las que voy siempre me preguntan cuándo se avisa a los pasajeros que las cosas están mal. Lo cierto es que si la emergencia es muy crítica el comandante quizás no tenga ni tiempo de hacer un anuncio. Los protocolos contemplan hasta cuándo se debe hacer un anuncio, la prioridad es siempre velar por la seguridad de todos”, explica.

Pero por supuesto que siempre existirá algo que escape a cualquier manual o protocolo. Como una pandemia que obligue al mundo a entrar en cuarentena.

El COVID-19 puso contra las cuerdas a la industria aeronáutica y obligó a muchos de sus trabajadores a replantearse el futuro. Gino Román fue uno de ellos.

Tenía familia en Estados Unidos que me podía acoger así que decidí establecerme aquí junto a mi esposa y mis hijos. Afortunadamente mi experiencia y mi pasión por enseñar me permitieron abrir nuevas puertas, como las de los prestigiosos centros de entrenamiento Airbus of America y Panam International Flight Academy. Así fue como me convertí en instructor de vuelo”, explica.

Desde el 2023, Román es el responsable de entrenar a promociones de 200 pilotos provenientes de un importante país del Medio Oriente que prefiere no detallar por razones de seguridad, y evaluarlos en diferentes competencias como el conocimiento de los procedimientos o el manejo del efecto sorpresa. “Antes se enseñaba un currículo preestablecido, así que el piloto sabía más o menos lo que vendría luego. Ahora buscamos tener el efecto sorpresa, para desarrollar la capacidad de resiliencia del piloto de sobreponerse a situaciones adversas que te pueden afectar o hasta paralizar por momentos. Para ello utilizamos simuladores de vuelo nivel D, el más avanzado en el mundo actualmente”, explica.

Todo este cúmulo de experiencias hacen que Gino Román vuelva a soñar. Ahora no se trata de un niño que admira enormes y brillantes aviones, sino de un experimentado piloto que espera que la aeronáutica peruana finalmente de un salto hacia la modernidad.

Uno ve y compara la inversión que se tiene en otros países y sueña con que en el Perú en algún momento haya eso, que existan los incentivos a los talentos, que se invierta en nuestros connacionales. Sé que aún no tenemos la economía necesaria, pero siempre se puede dar un incentivo o contagiar la pasión. La aviación está compuesta de distintas ramas, desde pilotos y controladores aéreos hasta despachadores de vuelos o médicos aeronáuticos. Por eso estoy en conversaciones con dos compañías aéreas en el Perú y la Dirección General de Aeronáutica Civil, para poder organizar algunas conferencias para jóvenes de 14 y 15 años en las que podamos incentivarlos de sumarse a este apasionante mundo”, dice.

Papá Claudio estaría orgulloso leyendo su biografía.

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