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La caída del régimen de Bashar al Assad en Siria ha sumido al país en una profunda incertidumbre sobre lo que puede venir tras casi 50 años de gobierno totalitario. Una de las preocupaciones más notorias para la comunidad internacional es que este cambio histórico pueda provocar el resurgimiento del grupo terrorista Estado Islámico (EI), que se apoderó de vastas extensiones de territorio en Siria e Irak en el 2014, pero que posteriormente fue derrotado por una coalición liderada por Estados Unidos.
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Si bien Washington y países europeos celebraron la caída de Al Assad -que colapsó el domingo tras una ofensiva de 12 días liderada por una coalición de insurgentes-, han expresado su temor de que se produzca una fragmentación del país o que se produzca un vacío de poder que permita un resurgimiento del Estado Islámico, pues ha habido señales de una reorganización del grupo en Siria en medio de la inestabilidad que vive la región.
El propio presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo este fin de semana que la prioridad inmediata de Washington es prevenir el resurgimiento del grupo extremista y el secretario de Estado, Antony Blinken expresó el “claro interés” de su país en hacer lo que pueda “para evitar la fragmentación de Siria, la migración masiva desde Siria y, por supuesto, la exportación de terrorismo y extremismo de la región al mundo”.
“Existe el potencial de que elementos en la zona, como el Estado Islámico, intenten aprovechar esta oportunidad y recuperar capacidad”, afirmó, por su parte, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin.
En esa línea, las fuerzas estadounidenses lanzaron el domingo una decena de ataques aéreos en el centro de Siria y alcanzaron 75 objetivos vinculados al Estado Islámico, según el Pentágono.
Estados Unidos ha reafirmado su compromiso con la coalición internacional creada en el 2014 para combatir al grupo terrorista y ya anunció que mantendrá en Siria a los 900 soldados que tiene desplegados como parte de esa alianza. El objetivo de esos militares es ayudar a contener y vencer los remanentes de los yihadistas en la zona.
En ese tiempo el Estado Islámico -también conocido como EI, Dáesh, o ISIS- había proclamado un “califato”, que llegó a controlar vastas zonas de Siria e Irak, imponiendo su estricta interpretación de la ley islámica o sharía. “La violencia exhibicionista y la ideología apocalíptica del grupo le ayudó a tomar por la fuerza vastas porciones de terreno en Siria e Irak, a atraer legiones de combatientes extranjeros y a crear una administración con burócratas, juzgados y pozos petroleros”, recuerda “The New York Times”. Su ideología motivó a atacantes en todo el mundo a cometer atentados en su nombre.
Nacido como grupo insurgente islamista y sunita tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, el Estado Islámico se desarrolló bajo la sombra de Al Qaeda, aunque su cabecilla, Abu Bakr al Baghdadi, afirmó que la diferencia entre ambos grupos era que el suyo no estaba conformado solo por insurgentes, sino por fundadores de un Estado infundido de una ideología extremista.
Tras su ascenso, las fuerzas estadounidenses combatieron al grupo terrorista con ataques aéreos y ayuda a las fuerzas kurdas, y luego permanecieron en el noreste de Siria para impedir un resurgimiento. El presidente Donald Trump retiró muchas de esas fuerzas en 2019.
Por lo pronto, el caos provocado por la caída del régimen de Al Assad, que resistió en el poder 24 años, ya ha llevado al Estado Islámico a intentar demostraciones de fuerza. El grupo terrorista ejecutó a al menos 54 miembros de las fuerzas de seguridad leales a Al Assad, mientras huían de la ofensiva de los insurgentes islamistas en el vasto desierto del centro de Siria, informó este martes el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Desde el inicio de la ofensiva liderada por la alianza islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organismo de Liberación del Levante, del árabe) que en apenas dos semanas logró tomar Damasco, el Observatorio y otros grupos han denunciado que Estado Islámico ha aprovechado para expandir su presencia en el centro de Siria.
Pero su reorganización empezó antes. “The New York Times” reporta que el Pentágono advirtió en julio que los ataques del Estado Islámico en Siria e Irak estaban en camino de duplicarse en comparación con el año anterior. El grupo ha intentado repetidamente liberar a sus miembros de las cárceles y ha mantenido un gobierno en la sombra en partes del noreste de Siria, señaló Washington.
¿Podría el Estados Islámico ganar fuerza en esta nueva situación? El analista internacional Roberto Heimovits explica que si bien el Estado Islámico y Al Qaeda son muy parecidos ideológicamente, esto no significa que sean iguales en términos de enfoque o de política. En este caso es pertinente ahondar en este punto porque Al Qaeda es el antecesor de Jabhat al-Nusra, que es el antecesor del Hayat Tahrir al Sham, el actual HTS, que ha derrocado a Al Assad.
“No hay que olvidar que el Estado Islámico se separó de Al Qaeda porque mientras Al Qaeda estaba dispuesta a cooperar con otros grupos para conseguir sus objetivos, el Estado Islámico era completamente intransigente y estaba dispuesto a pelearse con todo el mundo, a pesar de que esto no le resultaba bien”, apunta el experto.
El Estado Islámico sigue teniendo alguna fuerza en el centro y el este de Siria, pero no ocupa territorios propiamente, sino que se basa en tácticas de atacar y esconderse para no desaparecer.
Para Heimovits, no es probable que el HTS tenga interés en compartir su nuevo poder con el Estado Islámico. Más bien, el experto cree que el HTS no olvida cómo en la guerra civil siria, cuando el actual HTS luchaba con otros grupos rebeldes contra la dictadura de Bashar al Assad, el Estado Islámico luchaba contra el régimen, pero también luchaba contra ellos.
“No hay mucha simpatía entre los dos. Si se produce un vacío de poder y el HTS no logra consolidar su poder en la mayor parte de Siria, lo que es una posibilidad, el Estado Islámico podría aprovechar para resurgir. Ahora, la mejor posibilidad para que esto suceda es que el Estado Islámico se alíe con algún otro enemigo del HTS. Pero, como hemos visto en el pasado, el Estado Islámico siempre ha sido intransigente y no es bueno para hacer alianzas”, dice el analista.
Heimovits enfatiza que no se pueda por muerto al Estado Islámico, pero es un hecho que el derrocamiento de Al Assad es un éxito muy grande para el HTS, que dice que ya no tiene lazos con su antecesor, Al Qaeda. Pero, más allá de eso, la caída del régimen es un gran éxito para Al Qaeda y su política de conciliar con otros grupos y es una derrota para el Estado Islámico, que en su apogeo llegó a controlar todo el este de Siria, el oeste de Irak, y tuvo 8 millones de habitantes sometidos a su dominio, pero perdió todo justamente por su intolerancia extrema y su tendencia a atacar a todo el mundo.
“Yo creo que la única posibilidad de que el Estado Islámico se beneficie de esta situación es si el HTS no resulta ser tan conciliador como ha ofrecido, y se hace enemigo de otros grupos, como cristianos, drusos, alauitas y, sobre todo, los kurdos. Si eso pasa y estalla una guerra civil prolongada, como en Yemen o como en Libia, en ese caso el Estado Islámico podría tener una oportunidad de ampliar su territorio. Pero solo si pasa eso, si es que el HTS juega mal sus cartas y demuestra ser intransigente”, concluye.